ABC (Sevilla)

La Junta militar se enroca tras el éxito del rescate de los niños de la cueva

- P. M. DÍEZ

Además de una espectacul­ar operación en la que no se han escatimado recursos, el arriesgado rescate de los niños atrapados en la caverna de Tham Luang ha sido un magnífico lavado de cara para la Junta militar de Tailandia, en el poder desde el golpe de Estado de hace cuatro años. Con una veintena de asonadas desde que se abolió la monarquía absoluta en 1932, doce de ellas con éxito, el Ejército vuelve a controlar el país para acabar con la inestabili­dad social y económica que provoca su fuerte división política.

Simplifica­ndo, por un lado están los «camisas rojas», que ganan todas las elecciones gracias al apoyo masivo de los campesinos pobres del interior a los ex primeros ministros Thaksin Shinawatra y su hermana Yingluck, depuestos por los militares y condenados por corrupción. Frente a ellos están los «camisas amarillas», que pertenecen a la clase media urbana, han adoptado el color de la monarquía y tradiciona­lmente han contado con el apoyo del Ejército.

En medio de esta fractura, el Gobierno del general Prayuth Chan-ocha ha impuesto la mano dura y retrasado las elecciones que prometió cuando tomó el poder, anunciadas para febrero del próximo año si no hay nuevos cambios. Para combatir las críticas contra su autoritari­smo, la Junta se ha volcado en el rescate de los niños atrapados en la cueva, que ha disparado el orgullo nacional en Tailandia y generado una ola de solidarida­d en todo el mundo.

Crisis desde 2006

Además, su campaña de propaganda le ha servido para eclipsar las críticas por el naufragio la semana pasada de un barco turístico en la popular isla de Phuket, donde perecieron decenas de pasajeros, la mayoría chinos. Una tragedia que ha pasado desapercib­ida por el éxito del rescate, con el que la Junta militar ha potenciado su popularida­d.

Este bello país del Sureste Asiático vive una grave crisis política desde 2006, cuando otro golpe de Estado derribó al entonces primer ministro Thaksin Shinawatra, antiguo policía que había amasado una fortuna con las telecomuni­caciones. Exiliado en Dubái para evitar una condena por corrupción, que le confiscó la mitad de sus 2.300 millones de dólares, el magnate cuenta con el respaldo de los «camisas rojas». Además de la corrupción, a Thaksin se le reprocha la compra de votos y la violación de los derechos humanos.

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