ABC (Sevilla)

Un enorme Nadal resiste a Del Potro

El español vence en una dura batalla contra el argentino y se cita con Djokovic en semifinale­s

- ENVIADA ESPECIAL A LONDRES

Mientras Novak Djokovic sufría de lo lindo contra Kei Nishikori, Roger Federer veía cómo el sueño de su noveno título en Londres se deshacía sin remisión. Presagios de un miércoles tormentoso en Wimbledon. No extrañó por tanto que también Rafa Nadal, tan fino hasta esta ronda en el torneo, hubiera de extraer sus mejores valores tenísticos, mentales y estratégic­os para sacar adelante una empresa que, para el bien del tenis, cada vez es mayor: Juan Martín del Potro. Al final, Nadal siempre evidencia tener más hambre que sus rivales. Por eso está en la semifinal del Grand Slam londinense después de superar, aguantar, someter y dejar en el suelo al argentino en una espectacul­ar batalla de cinco sets y casi cinco horas.

En una pista Central que se fue llenando conforme terminaba el partido de Federer, el balear comenzó nervioso, perdió sus dos primeros puntos de saque, pero supo recuperars­e. Fue el ejemplo más claro de que todos los rivales anteriores, Vesely, De Miñaur, Kukushkin y Sela, no fueron más que caricatura­s de lo que quedaba por llegar. Recuperado de todas sus dolencias, aletargada su ambición durante mucho tiempo, este Del Potro no era el mismo que se presentó en las semifinale­s de Roland Garros sino uno mucho más entero, más capaz y con mucho más peligro en una superficie que casa de maravilla con la potencia de su derecha y de sus servicios.

En Wimbledon se rememora estos días que ha pasado una década del que para muchos fue el mejor partido de la historia. Esa final Federer-Nadal que no se repetirá este año tuvo todos los tintes para penetrar en el imaginario colectivo de aficionado­s y no aficionado­s al tenis. El partido de ayer no era una final, ni siquiera una semifinal. «Solo» un encuentro de cuartos entre dos descomunal­es tenistas. Un choque que tuvo muchísimos ingredient­es de final: remontadas, opciones de break para desequilib­rar hacia uno y otro lado, resbalones, dejadas inmortales, defensas infinitas, tenistas extenuados.

Del Potro desplegó sus poderes desde el inicio, un martillo donde otros tienen la mano derecha. Con ella comenzó a hurgar en los posibles resquicios del balear, pero este se muestra muy sólido, convencido y con un tinte de juego muy parecido al que ganó en Londres en 2008 y 2010. Por eso, a cada afrenta del argentino, respondió con igual saña, muy fino al servicio, consistent­e desde el fondo, rapidísimo de piernas para atajar en la red.

En el octavo juego del primer set se ganó dos opciones de break, mal presagio para Del Potro, obligado a no bajar la guardia para no perderse desde el inicio. Lo hizo al final, antes del tie break, atacado por un Nadal que lo quiere todo.

Vuelos y resbalones

Si está cansado de su tremenda temporada de tierra batida no lo demostró en una batalla que terminó con el día y que se alargó hasta las cuatro horas y 47 minutos. Fueron juegos de más de nueve minutos de intensos peloteos, fue responder a saques de 215 kilómetros por hora, fue correr de lado a lado contra el martillo de Del Potro, fue volar en la red, literalmen­te, para atajar los posibles passings. Fue puro espectácul­o dividido en cinco capítulos. Todos igual de intensos. El argentino tiene ganas de levantar otro trofeo de los grandes y así lo hizo saber a su rival y al público: tuvo opción de llevarse la segunda manga con 5-4, pero fue en el tie break donde demostró por qué fue tres del mundo y por qué es campeón del US Open 2009. Levantó hasta tres opciones de set en contra y presionó a Nadal hasta que este cedió con una desafortun­ada doble falta.

También el saque fue protagonis­ta en el tercer parcial. Como pocas veces se le vio temblar al español, incapaz de conectar buenos servicios y de mantenerse firme en la hierba. Igualada la manga hasta el décimo juego, allí perdió su saque y la iniciativa en el marcador con un juego en blanco. Y fue el saque, pero el del rival, lo que atacó Nadal con saña en ese quinto juego que inclinó el set a su favor.

«Ha sido una gran batalla mental, con grandes puntos. Lo que intentaba era resistir. Estoy feliz de cómo lo he hecho y de cómo ha respondido el cuerpo», explicaba el número 1. Así fue, sobre todo, la manga definitiva: juegos alargados hasta el infinito y con innumerabl­es caídas de uno y otro por resbalones, por el afán de llegar hasta esa última pelota que significar­a el punto, el paso más cerca de la victoria, del descanso, de la semifinal.

En la agonía y el cansancio, Nadal siempre tiene un poco más. Sus rivales no saben de dónde, cómo o por qué encuentra más energía cuando llega el ocaso del día y del cuerpo. Al resto, de nuevo, puso en evidencia a un Del Potro espléndido, del que se espera todo, pero

que no encontró la finura cuando ya la mano pide descansar. El español halló la herida y se lanzó a por ella, al resto, en el quinto juego. Break y a pelear con su servicio. Donde la adrenalina supera al cansancio y donde el alambre distingue la victoria de la derrota. Tres bolas de break se ganó el de Tandil. Tres bolas de break defendió el de Manacor. Nadal siempre tiene un poco más.

Superado el peligro, el número 1 del mundo hasta se lanzó a la grada en pos de una pelota infinita. No llegó, pero recibió el cariño de un público que lo adora y que lo despidió con una ovación. Con su servicio, por fin, levantó los brazos, miró a su palco y miró al cielo. En semifinale­s de Wimbledon, tras superarse a sí mismo en una batalla espectacul­ar en la pista central. Ahora, Novak Djokovic.

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Nadal se abraza a Del Potro después del partido de ayer en Wimbledon
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