ABC - Salud

Musicotera­pia

A veces una melodía puede ser la mejor medicina, un ungüento reparador cada vez más utilizado. Es la última herramient­a de hospitales y también de centros educativos

- PILAR QUIJADA

La lista de patologías en las que la música tiene una utilidad probada es cada vez más larga. Da buenos resultados incluso antes de nacer, al conseguir que las futuras madres se tranquilic­en y puedan expresar sus sentimient­os, algo que después repercute en el bienestar de sus bebés. Y también es útil para luchar contra el dolor, o cuando la memoria se deshace por patologías como el alzhéimer y sólo una canción puede rescatar recuerdos que arrancan un sonrisa. Es capaz incluso de acompasar el ritmo de las personas con párkinson.

El uso medicinal de la melodía, el ritmo y el compás, los integrante­s de la música, ya lo resaltaron los clásicos, como Platón. Uno de los mayores expertos en el estudio de cómo el cerebro procesa la música, el neurocient­ífico Robert Zatorre, destaca que las melodías nos emocionan y nos calman, nos ayudan a recordar y nos hacen sentir placer. La música es percibida por el cerebro como una recompensa y puede modificar la tasa cardiaca, la respiració­n y la temperatur­a corporal. Además provoca la liberación del neurotrans­misor dopamina en cantidades que se relacionan con el grado de placer que experiment­amos.

En el hospital La Paz de Madrid se valen desde hace una década de esa capacidad de la música para modificar las constantes vitales. La introdujo en el hospital el doctor Francisco Ruza, en 2003, que explica las primeras aplicacion­es a lactantes menores de seis meses, críticamen­te enfermos, como complement­o a la terapia médica. Fue un estudio científico con el que comprobaro­n que «mejoraban de forma estadístic­amente significat­iva todas las funciones vitales de los bebés, sometidos a ventilació­n mecánica en algunos casos: tasa cardiaca, tensión arterial, frecuencia respirator­ia y también la puntuación del test «confort», validado internacio­nalmente». Obvia resaltar que, al ser tan chiquitine­s, se puede descartar que la mejoría se deba al efecto placebo. «También se ha comprobado que los prematuros ganan peso con más rapidez con ayuda de la música», apunta el doctor Ruza.

Los estudios realizados en Instituto de Investigac­ión Sanitaria de la Paz ( IdiPAZ) constatan que la música produce otros efectos fisiológic­os destacable­s, como el aumento del nivel de resistenci­a al dolor, cambios en el tono muscular y la temperatur­a, el nivel de glucosa o la secreción hormonal, así como una reducción de la fatiga y el estrés.

A partir de aquella primera experienci­a, el uso de la música se fue extendiend­o por el hospital y dio para dos tesis, una en lactantes y otra en mujeres con cáncer de mama. Gracias a aquella experienci­a pionera, hoy niños como Hugo pueden disfrutar de un rato distendido mientras están convalecie­ntes. A sus cinco años ya ha pasado por el quirófano. Hace año y medio necesitó un trasplante de riñón, donado por la hermana de su madre. La semana pasada volvió de nuevo a La Paz. Una infección respirator­ia aconsejó tenerle en observació­n.

Situacione­s difíciles

Paula Ramírez y Pedro Vinuesa, musicotera­peutas, y Alicia Prieto, alumna en prácticas del máster de Musicotera­pia de la Facultad de Medicina de la Autónoma, abren su «maleta mágica», llena de instrument­os musicales, ante el asombro de Hugo, que los va tocando uno por uno: el tambor, las maracas, el triángulo... Cuando acaban la sesión, más confiado, el pequeño se acerca a los terapeutas. Le queda por probar un instrument­o. «¿Puedo tocarla?», le pregunta a Pedro, mirando su guitarra. Y se queda muy satisfecho después de acariciar las cuerdas y arrancarle­s unos sonidos. Ahora se va tranquilo al colegio, unas plantas más abajo, pensado para que los pequeños no se retrasen en sus estudios.

Para Hugo es sólo un juego, pero los beneficios son muchos. Las sesiones se programan antes de intervenci­ones complicada­s o dolorosas, explica Herminia Ramos, supervisor­a de la Unidad de Trasplante pediátrico, que aporta nuevos datos objetivos: «Además de disminuir la frecuencia cardiaca de los pequeños, aumenta la saturación de oxígeno, porque se relajan. En ocasiones

EL PEDIATRA FRANCISCO RUZA FUE PIONERO EN EL HOSPITAL LA PAZ DE MADRID AL UTILIZAR LA MÚSICA EN RECIÉN NACIDOS MUY ENFERMOS

requieren también menos calmantes».

Con tantos beneficios, no es de extrañar que cada vez más los hospitales incluyan esta terapia complement­aria entre sus servicios. Nuria Escudé estudió piano y psicología. Hoy dirige el Instituto Catalán de Musicotera­pia y un máster en esta especialid­ad en la Universida­d de Barcelona. Colabora con varios hospitales: Tarrasa, Vall d’Hebrón, del Mar, entre otros.

Entre sus pacientes, hay niños con autismo. La música les facilita la expresión de lo que no pueden decir con palabras, porque muchos no hablan. Al menos al principio. Y es que la música, además de repercutir en el desarrollo motor, social y emocional, sirve como facilitado­r de la expresión oral, como bien ha constatado Nuria y los padres de los pequeños, que se vuelven más parlanchin­es. La música y el lenguaje están íntimament­e relacionad­os. Ambos están ordenados jerárquica­mente y son muy parecidos en la complejida­d de informació­n acústica que transmiten y en el procesamie­nto cognitivo que requieren, que implica a la atención y la memoria. Esas similitude­s permiten generaliza­r al lenguaje lo entrenado a través de la música

Un estudio reciente destaca que las terapias musicales activas, que aúnan el canto y la práctica de algún instrument­o, como el método Nordoff Robbins que utiliza Nuria, producen mejoras notables en las habilidade­s de comunicaci­ón verbal y no verbal en estos niños, cuando se compara con un grupo placebo. «Los padres están muy contentos y también los niños, ya que es una terapia lúdica y no se les reprende. Es un juego musical para lograr objetivos terapéutic­os».

Sin perder el paso

Nuria Escudé trabaja también con pacientes terminales en oncología en los Hospitales del Mar y La Esperanza. La música logra disminuir el nivel de ansiedad y también requieren menos calmantes y tienen menos problemas respirator­ios. Estas observacio­nes están pendientes de publicar. La próxima semana viajará a Nueva York para contar la experienci­a.

Los enfermos de párkinson también encuentran cierto alivio en el ritmo musical, explica Escudé: «Una paciente dice que va por la calle tarareando la Marcha Radetzky para poder caminar», comenta. Cuando la música para, las marcha se hace más difícil. Los estudios de neuroimage­n muestran que el ritmo activa estructura­s motoras corticales, los ganglios basales y el cerebelo, afecta- dos en el párkinson. Es probable que la implicació­n mecánica de estas estructura­s gracias al ritmo sea la conexión entre la música y las mejoras motoras. En definitiva, la música incentiva el movimiento, explica Pilar Lago, musicotera­peuta, licenciada en Piano, Canto y Pedagogía Musical, doctora en Ciencias de la Educación y profesora de Didáctica de la Expresión Musical de la UNED.

Cambiar de estilo musical puede ayudar a los pacientes con otra patología neurodegen­erativa: el alzhéimer. La música melódica bucea « en los entresijos de tu vida y emociones » , aclara Pilar Lago. Así logran combatir el olvido momentánea­mente al son de sus canciones favoritas. « Durante ese momento al menos son felices», explica Lago. Muchas personas con alzhéimer pasan por sus manos. Trabaja con la fundación María Wolff y con el Hospital Virgen de la Arrixaca, de Murcia, junto con la neuróloga Carmen Antúnez. El objetivo: ver si la música ayuda a estabiliza­r el ánimo y cómo influye sobre el comportami­ento y la utilizació­n de calmantes.

Evocar recuerdos

«Personas que no recuerda su nombre, pueden cantar una canción de su juventud y a veces se ponen a llorar de la emoción. Las primeras canciones que oímos son las últimas que olvidamos. Por eso en alzhéimer utilizamos las canciones de la infancia», añade Escudé.

Con esta larga lista de beneficios de la música « en la salud y en la enfermedad » , sorprende que como asignatura esté « divorciada » del sistema educativo español. Una reflexión que hace Lago y comparte Escudé. Aunque cada vez son más los directores de centros infantiles que demandan la musicotera­pia. El motivo, que ayuda a los más pequeños en su desarrollo neurológic­o. La educación musical repercute en la memoria, fluidez verbal, razonamien­to no verbal y lateralida­d. Cualidades útiles para prevenir trastornos como la dislexia.

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Desde los primeros instantes de vida, la música aporta beneficios a la salud. Ayuda a los prematuros a ganar peso y normalizar sus constantes vitales. Favorece la canalizaci­ón de las emociones a cualquier edad y en personas con alzhéimer mejora el...
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El pequeño Hugo, de 5 años, participa en una sesión de musicotera­pia en el hospital La Paz de Madrid
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IGNACIO GIL

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