ABC (Nacional)

La formación, clave en el día después

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tas para siempre –sigue el exmadridis­ta–. No tienes que salir a buscar trabajo cada día, como hace la mayoría de la gente, puedes dedicarte tiempo a ti mismo y a la familia».

Quique Estebaranz (58) jugó en el Atlético, Barcelona y Sevilla entre otros clubes, también en la selección española. Después ha seguido ligado al fútbol en diversas funciones, entrenador de juveniles y la escuela del Atlético de Madrid, del Leganés, y ahora, en labores de representa­ción. «Lo que se viene tras la retirada es un abismo. Nunca quieres que llegue y cuando lo hace, es el abismo. Siempre depende de la mentalidad de la persona, si es fuerte o no lo es. Yo lo viví, y por suerte me lo planteé mucho antes de mi adiós».

Estebaranz lo hizo en la cima, cuando jugaba en el Barcelona de Johann Cruyff. Se inscribió en la escuela de entrenador­es y pensó en el más allá. «Hay que plantearse los objetivos bastante antes de la retirada. Tener claro lo que quieres hacer, una planificac­ión de tu vida. Puedes coger un año sabático, sí, pero no te puedes quedar sentado en el sofá».

Manu Sarabia (67) fue un futbolista de categoría, fino, técnico y hábil en un club, el Athletic de Bilbao, acostumbra­do a partidos en lluvia en un césped deslizante, la cara embarrada y cuatro días para recuperars­e de los golpes. Su enfrentami­ento con el entrenador apóstol de estas ideas, Javier Clemente, provocó un cisma en la entidad y la destitució­n del técnico después de ganar dos Ligas y una Copa en los ochenta.

Sarabia toma una postura original al recordar qué fue lo peor de dejar el fútbol. «Te cambia la vida por completo, pero yo por encima de todo echo de menos la pelota, su contacto, la hierba, jugar… Por supuesto te falta el trato con tus compañeros, el vestuario, el público, el día a día, pero sobre todo el balón, jugar al fútbol».

«La mente es fundamenta­l para superar un giro tan brusco –enfatiza Giner–. Pensar que al día siguiente no tenía que ir a entrenar se me hizo duro… Es verdad que tienes más tiempo libre, menos viajes, más espacio para la familia… Pero pasan los días y te entra alma de jubilado, ya no te sientes útil, ya no trabajas en lo que más te gusta. Te entra síndrome y miedo porque ya no puedes lucir tus habilidade­s o virtudes».

La anticipaci­ón se convierte, según dicen los protagonis­tas, en fac

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