Reino Unido reconoce que la infección de 30.000 pacientes de VIH «no fue un accidente»
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El Reino Unido ha publicado el informe sobre uno de los peores escándalos de salud pública en la historia del país. Más de 30.000 personas fueron infectadas con VIH y hepatitis C a través de productos sanguíneos contaminados durante las décadas de 1970 y 1980, un desastre que el encargado de la investigación, Brian Langstaff, ha dejado claro que «no fue un accidente».
El informe sobre la sangre infectada destaca los «numerosos fallos a niveles sistémico, colectivo e individual» que llevaron a esta tragedia. Las víctimas fueron traicionadas «no una vez, sino repetidamente» por médicos, organismos como el NHS (siglas en inglés del sistema nacional de salud) y otros responsables de su seguridad, así como por el gobierno. En palabras de Langstaff, «la seguridad del paciente no se priorizó en la toma de decisiones», a pesar de que el riesgo de transmisión de infecciones virales en la sangre y los productos sanguíneos era de sobra conocido.
El documento detalla varios puntos críticos, incluyendo la falta de acción para detener la importación de productos sanguíneos del extranjero, particularmente de Estados Unidos, donde en aquel momento se pagaba a prisioneros y drogadictos para donar sangre. Además, se siguieron obteniendo donaciones de sangre de poblaciones de alto riesgo también dentro de las fronteras británicas, como es el caso de los presos, hasta 1986. La sangre no fue tratada con calor para eliminar el VIH hasta finales de 1985, a pesar de que los riesgos eran conocidos desde 1982. También hubo una escasez de pruebas adecuadas para reducir el riesgo de hepatitis desde la década de 1970.
Langstaff señaló que «los pacientes fueron expuestos a riesgos inaceptables de infección», una situación que no se debió a la falta de conocimiento. «Los riesgos de infecciones virales por sangre y productos sanguíneos eran conocidos mucho antes de que la mayoría de los pacientes fueran tratados: en el caso de la hepatitis, desde el final de la Segunda Guerra Mundial», afirmó Langstaff. A pesar de esto, « las decisiones del gobierno fueron lentas y prolongadas».
Sin tratamiento
El informe también revela que los pacientes no fueron informados de los riesgos de su tratamiento, negándoseles así la opción de elegir de manera informada; fueron sometidos a pruebas sin su conocimiento ni consentimiento, y no se les informó de los resultados, lo que los mantuvo sin posibilidad de tratamiento durante años. Además, algunos pacientes, incluidos niños, fueron utilizados en ensayos médicos sin su consentimiento informado, lo que Langstaff calificó de «traición».
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