Gran bazar
En Melilla quedan los pájaros que trincan votos a cambio de calderilla, son los infectos proxenetas de nuestra democracia
LA martingala de la compraventa de votos en Melilla la conocía hasta el más ermitaño de la ciudad. Los testimonios emitidos por las televisiones muestran melillenses narrando el cambalache sin alterarse, con total naturalidad de fulgor africano. Cierto es que nadie habla en primera persona. Se refieren a un amigo, a un primo, a un cuñado, a ese otro que no es sino ente anónimo y difuso que nos sirve de coartada perfecta. Ellos no vendieron su papeleta a cambio de fresco ‘flus’, fueron otros.
Esto me recuerda a lo de los puticlubes que pespuntean las carreteras españolas y tachonan nuestras urbes. Ningún español visitó jamás un lupanar. Pero un amigo nos contó que la luz era grasienta, los escotes profundos, las copas caras y el cava de burbuja desinflada. Siempre disponemos de un amiguete o de un conocido que nos los describió todo con pelos y señales ante nuestro escándalo de almas puras. Y no sé qué es peor, si participar de la trata de blancas o malvender tu voto. En ambos casos corroes tu alma mientras precipitas tu moral hacia el sumidero que desemboca en la alcantarilla. Disfrutar de un fogonazo sexual mientras pagas el peaje del vicio que esclaviza, o mercadear con tu voto a cambio de 100 o 150 pavos, supone renunciar a tu condición de hombre honrado y libre. Por mucho que lo necesites, esa pasta no te extirpará de la miseria, sólo contribuirá, cuando la gastes más rápido de lo que pensabas, a reforzarla porque esa venta te arrebata el último jirón de dignidad. Cuenta la leyenda que el viejo Joe Kennedy derramó montañas de dólares a la mafia de Sam ‘Momo’ Giancana para que estos recolectasen los votos que colocarían a su hijo JFK en aquel Camelot. Más tarde, ironías lúbricas de la vida, Giancana y JFK compartieron amante, la bellísima Judith Campbell. En Melilla nos falta un capo todopoderoso como Giancana, un apuesto político como JFK y una ninfa como la Campbell. Quedan, pues, los pájaros que trincan votos a cambio de calderilla. Ellos son los infectos proxenetas de nuestra democracia.