ABC (Nacional)

La zarza lobera

EL BAR DE MOU

- POR IGNACIO RUIZ QUINTANO

El Atlético, cosa que ya veíamos venir, está en la zarza lobera, último refugio de la liebre perseguida por el Cigüeño. El Cigüeño era el galgo del Séneca de Pemán, con cara larga y achatada de serpiente, manchada de canela, que apoyaba suavemente sobre el hombro de su amo. «¿Qué haces, Séneca?». –Consuelo al Cigüeño, don José. Lo matriculé este año, como todos, en las carreras de liebres... Y ahí lo tiene usted: él, cargado de victorias, ha sido descalific­ado. Es su jubilación.

¿Una injusticia? «No; justicia pura. Corría en el llano de ‘la Ina’. Usted sabe que en él, rompiendo la igualdad de la gran sabana verde de tréboles y gramilla, hay un solo mechón más alto, formado por unos escaramujo­s y una zarza lobera. Cuando las liebres se han visto acosadas por los galgos en varias direccione­s, sin caer en sus dientes, acaban siempre refugiándo­se en esa trinchera de ramas y púas que les sirve de perdedero. Muchas se han salvado allí... El Cigüeño ha corrido demasiadas veces en ese llano. Cuando le soltaron hoy, para la prueba, mientras su compañero se disparaba tras la liebre, el Cigüeño se fue con un trotecillo casi sonriente, y, desentendi­éndose de la carrera, se plantó a la vera de la zarza. Allí esperó a pie quieto. Créame usted, don José, que me pareció que se sonreía con su larga boca negra de diablo. A los pocos minutos, la liebre llegó a refugiarse en la trinchera. La cazó de un salto... Momentos después, el señor marqués, que era juez de la carrera, lo descalific­aba con lágrimas en los ojos. Me lo trajo con pena, y me decía: ‘Se trataba, amigo Séneca, de ser ligero, no de ser listo’».

¿Llegar a tanta sabiduría no es más maravillos­o que llegar a tanta velocidad?

–No lo crea usted, don José. En las liebres, como en la vida, hay que estar a las reglas del juego. También son maravillos­os los ángeles. Pero no servirían para jugar una partida de tute, adivinando ellos cada carta que iba a salir... Todas las cosas tienen su perdedero, su zarza lobera: las mujeres, los negocios, la política... Todo tiene su trampa, su punto de vulgar emboscada, donde la cosa se alcanza sin esfuerzo. Pero esto no debe saberse. Cuando ya se sabe, viene la Muerte, nos descalific­a y nos saca de la carrera, para que no hagamos una competenci­a demasiado desleal a los enamorados, a los trabajador­es, a los sencillos; a los que corren derecho, por el llano, detrás de la liebre.

El Cigüeño de la Liga es el Madrid de Zidane, y en el fútbol, al contrario que en las liebres, sí vale más ser listo que ser ligero. En una vuelta la liebre de Simeone cobró una ventaja que podía ser definitiva, pero el galgo de Zidane sabía, por viejo, que la liebre acabaría en la zarza lobera, donde sería pan comido darle alcance. Es el temblor de piernas que entra a los que no están acostumbra­dos a ganar. El empate con el Celta fue el primer aviso de tiritera, y los dos partidos contra el Levante de Morales trajeron la tiritera completa. Menudo atracón de «quoques» en tres días: Coke (Jorge Andújar Moreno, natural de Leganés) contra Koke (Jorge Resurrecci­ón Merodio, natural de Madrid), rematado por la merienda de Nachos en Pucela: José Ignacio Martínez García, natural de Madrid, contra José Ignacio Fernández Iglesias, natural de Alcalá de Henares. El sostén del Madrid en la Liga es Courtois, muy por encima del atlético Oblak, que sale del larguero menos que Casillas, pero con su barba francisca pasa por hermano tornero. El espíritu competitiv­o lo pone Lucas Vázquez. Y luego está Isco, que, como el sábado dejó dicho un tuitero, «es nuestro ministro de Universida­des». Con estas tres cosas, Zidane podría intentar igualar las cinco Ligas de la Quinta del Buitre, que serían las cinco ligas de «la Coviz». Otra historia es que al Madrid le convenga ganar esta competició­n, pues en tal caso quedaría automática­mente renovado todo el equipo, y nos quedaríamo­s sin Mbappé, que no va a venir para ser suplente de Lucas Vázquez. En cuanto a Haaland, no veo yo a Zidane, un tímido a lo Amiel, pegando voces a esa criatura nórdica con labios de Belmondo, dos ruedas de tractor, que refulgiría en el Madrid, vestido de blanco, como una mezcla de Malena Gracia y Yola Berrocal del área.

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Diego Pablo Simeone
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