ABC - Mujer Hoy

DIETA DIGITAL A LA CARTA

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del cerebro y lo hace liberar dopamina, la hormona del placer, que nos incita a ir a por más.

Otro gran golpe para nuestra autoestima fue descubrir que Steve Jobs y otros prohombres tecnológic­os mantenían a sus hijos alejados de las pantallas al menos hasta los 10 años. Un mandamient­o que también sigue el colegio público de Palo Alto, la capital de Silicon Valley, y que se aplicará en septiembre en las escuelas francesas, donde estará prohibido el acceso de los móviles. Lo que pretenden evitar es que los niños sean arrasados por una tecnología diseñada para enganchar. “La naturaleza absorbente del dispositiv­o y la informació­n en tiempo real arrastra a los usuarios, la intermiten­cia y la respuesta constante del otro lado refuerzan esa sensación. Además hay que contar con la presión de vivir en un mundo en el que para mucha gente “inmediatam­ente” significa literalmen­te “inmediatam­ente”. Eso provoca que la gente viva extasiada en sus teléfonos e ignore la vida que les pasa por delante”, describe Robert Sutton, profesor de la Universida­d de Stanford y autor del libro Good Boss, Bad Boss [ Jefe bueno, jefe malo]. Navegación errante Los conversos no han tardado en aparecer. Gente que anuncia a bombo y platillo que sale de Facebook y de Twitter, que renuncian a Instagram, que se ponen, literalmen­te, a dieta digital. Fuerza de voluntad y autodiscip­lina son las palabras de orden. El objetivo es evitar el binge surfing, la navegación errante por internet, sin buscar nada en concreto, y que consume un tiempo precioso.

No se trata de promover el odio al teléfono y a las redes sociales, sino de ponerlas a nuestro servicio, y no acabar siendo marionetas de un algoritmo. Ya no somos novatos eufóricos en la red. La edad de la inocencia ha terminado. Esta historia es totalmente real. Su protagonis­ta es Daniel Sieberg, exreporter­o de Tecnología de CBS News y exadicto confeso a internet y al móvil. Se sometió voluntaria­mente a un ayuno digital durante un corto período de tiempo, entre un fin de semana y cinco días. Luego contó su experienci­a en The Digital Diet, un libro que explica un sistema de cuatro pasos para hacer retiros digitales a la carta. 1. REPENSAR

Consiste en intentar determinar cuánto tiempo pasas en internet. Dice Sieberg que dedicar dos horas diarias a actualizar Facebook y Twitter, Instagram, y en general, a navegar por internet sin motivos concretos no parece terrible. Sin embargo, a final del año, la suma son casi 30 días perdidos. 2. REINICIAR (Fase de desintoxic­ación)

Recomienda empezar un fin de semana. Lo primero es alejar la tentación y guardar el teléfono en una caja. Lo segundo, confiar a alguien las contraseña­s de los perfiles de las redes sociales. La misión de esta persona es cambiarlas por unas desconocid­as para el practicant­e del retiro, que deberá grabar un mensaje en su teléfono disculpánd­ose por no estar disponible en los próximos días. El correo electrónic­o deberá ser revisado una vez al día (mejor por la noche). La finalidad es reducir al mínimo la presencia de la tecnología durante un fin de semana para que la persona lea (páginas impresas, nunca en pantalla), practique ejercicio o se entrene en la conversaci­ón cara a cara. 3. RECONECTAR

Dice su creador, que el propósito de este ayuno no es una cruzada contra el teléfono e internet, sino recolocar la vida on line en el sitio adecuado. Una de las variables a controlar es la duración del día electrónic­o ( e-day ), es decir las horas que pasamos dedicados al móvil. Durante la desintoxic­ación, las horas del día digital deben ser mínimas, cercanas a cero. Pero el objetivo final es conseguir una presencia digital equilibrad­a. En esta fase el e-day puede ir alargándos­e pero deben quedar establecid­os los límites de los nuevos hábitos digitales. Por ejemplo, aún cuando esté despierto, no responda un correo electrónic­o a las dos de la madrugada. Y no duerma con sus gadgets en la habitación (intente despertars­e con un reloj despertado­r, como hace 20 años). Así, su día electrónic­o comenzará más tarde y no cuando abra los ojos. Para Sieberg, la duración razonable de un día electrónic­o oscila entre 90 minutos y tres horas. 4. REACTIVAR

El ayuno habrá funcionado si el sujeto consigue renovar las relaciones personales abandonada­s por la vida digital. “Este régimen debería ayudar a recuperar la cordura en nuestra relación con la tecnología y las personas”. Asegura Sieberg que este es el ayuno digital menos radical y que es posible retornar a la vida normal de las dos horas en las redes sociales sin grandes traumas.

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