ABC (Galicia)

Justicia poética para Roglic

▶Después de ganar tres Vueltas y perder muchas carreras por las caídas, el esloveno conquista el Giro de Italia

- JOSÉ CARLOS CARABIAS

En el salto de cadena mientras escalaba a toda mecha el imponente Monte Lussari vieron los seguidores de Primoz Roglic (Trbovlje, 33 años) una calamidad más en la secuencia de infortunio­s que acompañan al ciclista de Eslovenia. Como si fuese una reedición moderna de Alex Zülle, el genial miope suizo de la ONCE, Roglic concentró en esa fatalidad durante la cronoescal­ada la corriente de simpatía que lo envuelve. Otra vez le tocaba perder con el afecto general. Pero la justicia poética existe, no siempre pierden los mismos y en la debacle de Geraint Thomas pudo sonreír y saltar de júbilo otra vez. Ganó la contrarrel­oj y se llevó el Giro de Italia, cuya última etapa consiguió Cavendish.

Después de tres Vueltas a España y de entregar muchas carreras por las caídas o la mala suerte, Primoz Roglic experiment­ó el dulce elixir de la tostada que no cae del lado de la mantequill­a, el principio elemental de la Ley de Murphy, según la cual si algo puede salir mal, saldrá. Muchos seguidores se sintieron identifica­dos con ese aficionado de la camiseta roja que empujó a Roglic cuando saltó la cadena de su bicicleta y se esfumaba su ventaja ante Thomas. Medio mundo impulsó con fuerza el trasero del esloveno mientras trataba de recomponer­se y avanzar por la cuesta de hormigón.

Al contrario de lo que ha sucedido en algunos pasajes de su trayectori­a en el ciclismo, la justicia poética cumplió su finalidad: un tópico literario en el cual la bondad y la virtud son finalmente premiadas y la maldad castigada, sin que las primeras sean una causa lógica de la segunda.

Nueve meses después de ganar la Vuelta 2019, Roglic empezó a labrar su leyenda de pupas en el Tour de Francia. Tenía la victoria en la mano antes de la penúltima etapa en 2020, una cronoescal­ada a la Planche des Belles Filles que lo dejó descompues­to y en una imagen para el recuerdo. Ese casco descolocad­o sobre su cabeza mientras daba las últimas bocanadas de aire en pos de un imposible en el puerto francés: Pogacar, su compatriot­a, había enjugado la diferencia y se hacía con la victoria en un desenlace inimaginab­le.

Fue entonces cuando Roglic mostró su talla humana, un retazo de su personalid­ad enigmática y en apariencia neutral, siempre al borde de la sencillez útil. «¿Perder el Tour? Los grandes problemas de la humanidad…», ironizó cuando alguien le preguntó por esa derrota.

El esloveno asumió la evidencia del deporte, se gana y se pierde cada día, sin dramatizar. Después de aquello, se adjudicó la Lieja-Bastoña-Lieja en la que Alaphilipp­e se confió levantando las manos antes de tiempo, otras dos Vueltas a España, el oro olímpico contrarrel­oj, la París-Niza, Tirreno-Adriático, la Volta a Cataluña… Sin espacio para la melancolía.

Un extenso palmarés con 73 triunfos que incluye triunfos de todo tipo: 10 etapas de la Vuelta, tres del Tour, una en el Giro. Y también estropicio­s de toda clase y condición. Las caídas y la fatalidad han apartado a Roglic de la opción de numerosas victorias: la París-Niza que tenía ganada, la Dauphine en la que era líder, la mencionada derrota ante Pogacar en el Tour 2020, la caída del último Tour 2021 en la que se colocó el hombro usando a un aficionado como soporte. Y la penúltima, ese trompazo en Tomares (Sevilla) cuando le estaba recortando tiempo a Evenepoel, el líder de la Vuelta a España 2022.

Entre los sabios del ciclismo existe la creencia de que Roglic es un ciclista «que se cae mucho». Tal vez porque proviene de un aprendizaj­e a base de golpes. Una caída cuando era saltador de trampolín profesiona­l le movió a elegir otra vida. El costalazo al estamparse contra la nieve y el riesgo para su integridad le motivaron a cambiar de deporte y a buscar hueco en el ciclismo profesiona­l.

A los 23 años, sin conocer los códigos de este deporte, sin saber cómo manejarse en un pelotón, cómo comer, coger el avituallam­iento u orinar mientras conducía su bicicleta, la maglia rosa del Giro 2023 debutó en una carrera profesiona­l. Diez años después, mientras cachorros como Evenepoel, Pogacar, Vingegaard, Van der Poel o Van Aert gobiernan el ciclismo, Roglic representa la historia de alguien que replica a la adversidad con una tenacidad superior y rigor mental, al que ninguna fatalidad le parece tan grande como para no superarla.

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// AFP Roglic celebra su primer Giro de Italia

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