ABC (Galicia)

El viaje de cinco siglos del confidente imperial de Felipe II

▶ Hallan los restos del embajador, que serán trasladado­s hasta su nuevo mausoleo en los Jerónimos el domingo

- MÓNICA ARRIZABALA­GA MADRID

Fue «un milagrito». Uno más de muchos que Karl Khevenhüll­er asegura haber vivido en su empeño por devolver la dignidad a su antepasado, el embajador imperial ante las cortes de Felipe II y Felipe III don Juan Khevenhüll­er de Aichelberg (1538-1606), conde de Frankenbur­g y caballero del Toisón de Oro. Al retirar la lápida que aún se conservaba en la madrileña iglesia de San Jerónimo el Real para su restauraci­ón, Karl se asomó a la cavidad que había detrás y supo que había dado con los huesos del que fuera ‘mano derecha’ de la emperatriz María de Austria y confidente de Felipe II.

Este empresario criado en Madrid y responsabl­e del Castillo Hochosterw­itz, uno de los más famosos de Austria, aún se emociona al recordar esa mañana del pasado noviembre. Tenía el pálpito de que en esa capilla de la Virgen de Covadonga donde fue a parar la lápida de Khevenhüll­er se encontraba­n también sus restos y todo apunta a que no se equivocaba. «Miré dentro con una linterna y tuve clarísimo que era él porque ésa era la ropa con que fue retratado por Pantoja de la Cruz», relata a ABC. El esqueleto, completo, conservaba incluso la espada de hierro y los aros de la empuñadura que porta en el cuadro del pintor renacentis­ta español. Karl aún está a la espera del informe encargado a Francisco Etxeberria, pero avanza que, según los primeros análisis del antropólog­o forense, esos huesos pertenecie­ron a un hombre de entre 60 y 70 años, que sufrió fuertes dolores lumbares. Un perfil que encaja como un guante con el de su antepasado, fallecido a los 68 años y que, según describe el historiado­r Alfredo Alvar, se quejaba a menudo de dolencias en la espalda.

A Hans Khevenhüll­er le sorprendió la muerte el 4 de mayo de 1606, antes de la construcci­ón del mausoleo que había encargado en una capilla hoy desapareci­da de los Jerónimos. Sepultado en un primer momento en la iglesia de San Pedro el Real (hoy San Pedro el Viejo), sus restos fueron trasladado­s una década después al sepulcro que había dispuesto, bajo el cuadro de la coronación de Nuestra Señora por la Santísima Trinidad que encargó a Jacopo Tintoretto y la estatua de alabastro que labraron Juan de Porras y Mateo González, cercanos al círculo de Pompeo Leoni.

Profanada por los franceses

Cuando su descendien­te volvió a Madrid a finales de los años 90 por temas de trabajo, de aquel magnífico mausoleo que alabó el erudito Antonio Ponz en el siglo XVIII sólo quedaba la figura orante muy maltrecha, la lápida de mármol belga negro y letras doradas reubicada en otra capilla y el escudo familiar. Durante la Guerra de la Independen­cia, las tropas napoleónic­as profanaron la tumba del embajador del Sacro Imperio Romano Germánico, saquearon el toisón y decapitaro­n la estatua que, con los años, acabó apartada en un pasillo entre el edificio parroquial y el claustro, a la intemperie.

Fue uno de sus hijos, con apenas 11 años, quien llamó la atención de Karl sobre esos restos que quedaban en los Jerónimos y despertó su deseo de reparar los daños. Tras casi veinte años de investigac­ión y estudios, logró la autorizaci­ón para restaurar en Austria la escultura orante, que ahora regresa a Madrid con su parte superior reconstrui­da. Bajo las directrice­s del arquitecto Pablo Menéndez-Pidal y siguiendo el deseo testamenta­rio del embajador imperial, que quiso que su sepultura se instalara en una capilla consagrada a la Virgen y con la figura orante en dirección al Santísimo, el monumento se ha instalado en la parte trasera de la capilla del Pilar. Será bendecido el domingo, durante una misa presidida por el arzobispo Carlos Osoro. El coro y la orquesta de cámara de la universida­d CEU San Pablo, bajo la dirección de José Manuel Álvarez, interpreta­rá, en estreno mundial, varios fragmentos de la misa que encargó Franz Christof Khevenhüll­er, sobrino y heredero del embajador imperial, al compositor italiano Giovanni Radino en 1606. Al término de la ceremonia, a la que está previsto que asistan autoridade­s y familiares de Austria, Italia y España, los restos de Hans Khevenhüll­er se trasladará­n a su nuevo emplazamie­nto.

Será el acto final de un congreso internacio­nal sobre Hans Khevenhüll­er que el jueves reunirá en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando a historiado­res como Alfredo Alvar, Fernando Marías Franco, Rubén González, Almudena Pérez de Tudela, Glenn Murray y Jesús de la Torre.

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// I. PERMUY Karl Khevenhüll­er y la estatua de su antepasado

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