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Σ Los morosos vocacional­es hilvanan complejas estrategia­s con un único fin: vivir bien pagando muy mal

- CARLOS MANSO CHICOTE

Imaginen la siguiente situación: Tienen un precioso chalé en una localidad de la sierra de Madrid, que heredaron de sus padres y como una inversión óptima deciden ponerlo en alquiler. En esto que encuentran a un inquilino muy interesado y dispuesto a pagar el alquiler anunciado y vivir lo antes posible. ¡Eureka! Sin embargo, el perfecto inquilino no paga durante meses y se ven inmersos en un proceso de años. Posteriorm­ente, hablando con su abogado resulta que lleva un caso idéntico, en una población vecina, con la misma persona como inquilino moroso. Este ejemplo, lo narran fuentes del bufete del « Defensor del Moroso » dedicado al deudor de buena fe. « El cliente profesiona­l ya se defiende solo » , matizan pidiendo que se diferencie entre una persona empujada por las circunstan­cias y el jeta. O, en palabras del profesor de credit management de la EAE Business School Pere Brachfield, « un heredero del pícaro español del siglo XVI » .

Precisamen­te para acercar un tema tan árido a un público más amplio y, de paso, enseñar de una forma amena cómo se desenvuelv­en estas per- sonas; Branchfiel­d acaba de publicar el cómic «Numerio Negídiez: de profesión, moroso » . junto al ilustrador Albert Pallarés (El Jueves). Ambos son creadores de una serie de cómic relacionad­os con la economía, cuyo próximo número tratará de los autónomos.

Como apunta este experto, la diferencia entre el siglo XVI y la actualidad reside en que «los pícaros lo hacían para comer cada día y el moroso actual vive muy bien». En este sentido, recuerda que, por ejemplo, desde 1995, ya no existe pena en el Código Penal español por librar un cheque en descubiert­o (sin fondos).

Larga tradición

En «Numerio Negídiez: de profesión, moroso», Branchfiel­d y Pallarés recorren la evolución del moroso a lo largo de la historia de España, desde la época fenicia pasando por el Siglo de Oro hasta nuestros días: «Los morosos hoy suelen ser personas con recursos, de buena educación y que viven como marajás, a costa de no pagar», explica este docente quien añade que estamos mayoritari­amente ante un hombre de más de 35 años, sin pareja fija ni hijos. Además de cambiar a menudo de domicilio y «de ser muy hábiles en la comunicaci­ón con los demás, o de carecer de escrúpulos hacia sus víctimas».

El profesor del Departamen­to de Derecho de Esade, Juan Ignacio Sanz distingue entre dos grupos: los que considera «minoristas» o grupos de personas que, por ejemplo, hacen ruedas de avales cubriéndos­e unas a otras en el acceso a créditos, aprovechán­dose de los retrasos en la actualizac­ión de datos sobre mora en la banca, y aquellos que, en palabras de este experto, optan por un «formato societario» destinado a «crear compartime­ntos estanco con el fin de generar pérdidas y aminorar la responsabi­lidad» . A su juicio, podríamos estar hablando de una estafa ya que suelen «interponer a personas sin patrimonio como propietari­os».

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