A la caza del coipú, la ‘rata-nutria’ que amenaza los ríos españoles
▶Cataluña, País Vasco y Navarra luchan contra el roedor invasor que merma cultivos y daña la fauna autóctona ▶El Seprona peina Orihuela (Alicante) desde hace semanas para asegurar la erradicación de una colonia
En 25 años como agente del Seprona, Martín Moreno jamás se había encontrado con un coipú y menos aún suelto en Orihuela (Alicante). No tiene sentido; es un roedor de Suramérica, de prominentes incisivos color naranja y larga cola sin pelo. Pero después de cuatro días de búsqueda tras un aviso ciudadano, ahí estaban. Siete hermosos ejemplares, algunos de casi 10 kilos, escondiéndose en las tuberías de desagüe, comiendo la vegetación autóctona y colonizando un canal de riego de la Vega Baja. No es un animal inocuo. Han pasado semanas del hallazgo, pero los agentes mantienen la vigilancia en la zona. «Por redes sociales dicen que si han visto uno o dos... No sabemos si es un bulo, pero vigilamos por si se ha quedado alguno por ahí despistado».
En el sureste peninsular no puede quedar ni uno porque el coipú (Myocastor coypus) está catalogado como una de las cien especies invasoras más dañinas que existen. Popularmente conocido como ‘rata-nutria’, de unos 60 centímetros de largo y 6 kilos de peso, se desenvuelve y avanza por los ríos. El problema llega con su voracidad. Come diariamente el 25% de su peso, amenazando las plantas con la extinción local. También afecta a la nidificación de las aves –al acabar con sus refugios– y daña zonas de desove de los peces.
«Nos hemos tenido que poner al día de la genética e informarnos del daño que causan y lo que comen», reconoce Moreno. Estos roedores también hacen túneles, cambian el caudalímetro de las aguas y desestabilizan las orillas de los ríos. En Orihuela creen que probablemente han conseguido frenar su expansión. Por suerte, no llegaron hasta el río Segura. «Aquí estamos pendientes de un hilo por el tema de las lluvias, porque no llueve y la vegetación que tenemos es la que subsiste, está todo en equilibrio. Si llega otra especie, nos lleva al traste», asegura el agente del Seprona.
No han tenido tanta suerte en otras zonas de España. El coipú está instalado como especie invasora en Cataluña, Navarra y País Vasco, después de que se haya extendido desde Francia –allí lo utilizaban en granjas peleteras–. En territorio galo «hay mucho, y allí no lo gestionan. Han considerado que es demasiado», explica Belinda Gallardo, experta en especies invasoras del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC).
Este roedor «no es imposible de erradicar», considera, pero requiere una inversión importante. «Y si tienes un país al lado, como Francia, que tiene decenas de miles, puedes controlarlo pero tiene que ser frustrante. Van a seguir entrando desde el país vecino».
Plan de choque
En Cataluña, de hecho, hace unos 20 años el coipú se erradicó del Valle de Arán, pero en 2010 se detectaron de nuevo ejemplares en territorio catalán procedentes de Francia. Desde entonces el crecimiento ha sido exponencial y ya ocupa un tercio de Gerona. Es una especie capaz de criar entre dos y tres veces al año, con camadas de cuatro o cinco crías que pueden llegar hasta ocho.
«Llegan a unas densidades terribles», asegura Jordi Ruiz, responsable de especies invasoras en el departamento de Acción Climática de la Consejería de Medio Ambiente de la Generalitat de Cataluña. Si lo habitual es encontrar una nutria por cada kilómetro, en el caso de los coipús la cifra asciende a entre 40 y 60 ejemplares. Por eso, los daños a cultivos, huertos y al entorno natural en las comarcas de Gerona han sido en los últimos años insoportables.
El departamento de Acción Climática de la Generalitat decidió diseñar el año pasado un plan de choque contra el roedor. Encargó a la empresa pú
Gracias a la creación de una brigada permanente, Cataluña ha logrado reducir un 40% la población de coipú en Gerona
blica Forestal Catalana la creación de una brigada específica, formada por cinco personas, para que trabajara los 365 días del año contra la especie: ponen trampas, rastrean a los coipús y buscan su «frente de expansión». Se han hecho especialistas en encontrarlos a través de sus excrementos, sus huellas y los anchos pasillos en la vegetación que dejan a su paso.
«Para nosotros es más difícil encontrar sus zonas de expansión», cuenta Ruiz. Allí las pistas son más tenues. Cuando hay un avistamiento en zonas nuevas, se activa el dispositivo de rastreo y búsqueda. Suelen ser machos viajeros, pero el gran peligro es que sean hembras. «No se puede uno dormir», dice Ruiz.
Desde la puesta en marcha de la brigada, las capturas se han multiplicado por ocho en Cataluña. Si en 2022 se cazaron 200 coipús, en 2023 han sido 1.600, una cifra que este año será similar. Sin este plan de acción, la expansión del coipú al resto de España está prácticamente asegurada, opina Ruiz. «Veíamos que se estaban saturando las zonas que estaba ocupando el coipú y, cuando esto ocurre, los ejemplares jóvenes se van a otras zonas vecinas y se van expandiendo. Si nosotros no actuamos aquí ahora, se llenaría primero Cataluña y luego se irían a Aragón, Valencia, etc».
No obstante, el especialista sabe que erradicar a la especies es «muy complicado». Por ahora, han frenado la colonización de nuevas zonas y han reducido un 40% la población pero saben que no pueden bajar la guardia. «Si dejamos un año de trabajar, podemos volver rápido a donde estábamos». El objetivo en el futuro, dice el responsable, «será trabajar menos», hacer un servicio de mantenimiento que se reduzca a la frontera con Francia.
En Orihuela, la teoría de los agentes es que la colonia fue liberada por un particular que tenía la especie de forma ilícita. Un caso, al igual que les pasa con tortugas exóticas, en el que prefieren ‘hacer la vista gorda’ y no sancionar para que les entreguen el animal. La alternativa es que el infractor suelte la especie en los canales de riego y genere un gran problema ecológico.