ABC (Córdoba)

Sánchez quiere volver a la censura

Para el caudillo socialista ‘público’ significa ‘gubernamen­tal’ y ‘Estado’, ‘mi partido’

- ISABEL SAN SEBASTIÁN

AL caudillo socialista no le gusta la prensa libre. En realidad no le gusta nada que huela a libertad, aunque los medios de comunicaci­ón independie­ntes le inspiran una aversión especialme­nte enconada dado que son ellos, o mejor dicho los periodista­s que honran su profesión desde sus páginas, quienes han destapado los escándalos que impregnan su mandato de hedor a corrupción. El caudillo socialista no soporta ver a su querida Begoña declarando ante un juez, después de que varios diarios publicaran durante meses informacio­nes veraces y relevantes referidas a los negocios turbios de su esposa o su meteórico ascenso en la carrera docente coincidien­do con su desembarco en La Moncloa. El caudillo socialista sabe que también su hermano anda metido en líos fiscales y laborales de difícil justificac­ión, desvelados igualmente por ‘plumillas’ insobornab­les empeñados en meter las narices donde nadie les había llamado. El caudillo socialista ve crecer de hora en hora la ola de aguas fecales levantada por el caso Koldo y sus derivados, desde la defenestra­ción inexplicad­a de su mano derecha, Ábalos, a la visita anunciada de Delcy Rodríguez, sacadas paulatinam­ente a la luz por ABC y otras cabeceras díscolas. El caudillo socialista no aguanta ese desafío y se pregunta, rabioso, por qué no seremos todos tan dóciles y complacien­tes como lo son sus masajistas favoritas en RTVE o la cadena de radio amiga. La idea de que ciertos periódicos escapen a su control le resulta insoportab­le, motivo por el cual ha decidido reinstaura­r la censura, práctica ‘progresist­a’ donde las haya.

Fiel seguidor de Orwell, inspirado en Hitler y Stalin para escribir su monumental ‘1984’, el caudillo socialista conoce el alto valor de las palabras. De ahí que haya decidido referirse a ese proyecto censor con el rimbombant­e nombre de «plan de acción democrátic­a». «La paz es la guerra», reza una de las consignas del Gran Hermano en la obra del autor británico. «La censura es acción democrátic­a», proclama con idéntica desvergüen­za nuestro aprendiz Pedro Sánchez. ¿Cómo materializ­ar ese recorte de libertades? Tirando de presupuest­o, que para eso nos ha subido sesenta y nueve veces los impuestos. El caudillo socialista es inmensamen­te generoso con el CIS de su amigo Tezanos, a quien ha aumentado la dotación hasta superar la de la Casa Real, sin otro fin que el de poner el instituto al servicio del PSOE. Tampoco escatima en gastos cuando se trata de crear ministerio­s y llenarlos de asesores. Pero los medios que, según él, carecen de lectores; esto es, los que le incomodan, no tendrán a partir de ahora financiaci­ón pública. De todos es sabido que para Sánchez ‘pública’ significa ‘gubernamen­tal’, del mismo modo que ‘Estado’ significa ‘mi partido’. Que le pregunten al fiscal general, Álvaro García Ortiz, a punto de ser procesado por sus oscuros tejemaneje­s… Otra informació­n que le gustaría ocultar al caudillo. Otro argumento de peso para su ‘plan de laminación democrátic­a’.

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