Homenaje a la amistad
RUIZ-MANJÓN Una biografía rescata el legado político y cultural de Florentino Péred-Embid
Florentino Pérez-Embid era sevillano por su profundo afecto a la ciudad hispalense aunque había nacido en Aracena en julio de 1918, cuando la guerra europea se acercaba ya a su fin. En España reinaba Alfonso XIII y Maura era su presidente de gobierno desde marzo. Un gobierno que había generado grandes esperanzas, que pronto quedarían defraudadas.
El próximo diciembre se cumplirá medio siglo de su muerte en Madrid. Había vivido 56 años y llevaba casi la mitad en puestos prominentes de la vida pública. Desde la primavera de 1968, hasta el inicio del año de su muerte, desempeñó el cargo de director general de Bellas Artes. Pero nunca fue ministro, que era una de sus grandes ilusiones.
Posiblemente, fue el primer miembro del Opus Dei en desempeñar un cargo político –director general de Propaganda, en 1951, que después se llamó de Información– y Gregorio Morán ha escrito de él que fue «el más importante, y menos citado, de los organizadores de la cultura del franquismo». También tuvo mucha presencia en la prensa y utilizó, como plataforma desde la que exponer sus ideas, las páginas de ABC, en el que publicó decenas de Terceras, muchas de ellas recogidas en sus libros.
En un momento en que parecía imprescindible la definición de un proyecto cultural que encajara con el nuevo régimen instaurado tras la guerra civil, aquellos hombres, entre los que descollaba Rafael Calvo Serer, apostaron por valores tradicionales impregnados de fuerte religiosidad, y tomaron como figura señera a Menéndez Pelayo.
El recuerdo de Pérez-Embid se ha avivado en estas fechas con la publicación de una biografía escrita por el historiador Onésimo Díaz, que recoge toda la peripecia de su vida en la que, acabada su etapa de director general de Información, se volcó en el empeño de buscar una salida al régimen de Franco a través de la restauración de la monarquía en la persona de Don Juan de Borbón. Permanecería en su Consejo privado hasta que la proclamación de Don Juan Carlos, en el verano de 1969, como sucesor de Franco a título de Rey, hizo innecesario aquel organismo. Para entonces ya había nacido Don Felipe y la continuidad monárquica parecía asegurada. Pérez-Embid se dedicó entonces a iniciativas periodísticas, como la revista cultural ‘Atlántida’, y a proyectos académicos que desembocarían en su nombramiento como rector de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander, en el verano 1968.
En esa tarea de institucionalización de la vida española coincidieron personas de distintas sensibilidades políticas. Desde comienzos de 1957 acudió Pérez-Embid frecuentemente a comidas de un grupo de amigos que se dieron a sí mismos el nombre de ‘grupo de los nueve’. Lo integraban Alfonso Osorio, Jesús Fueyo, Torcuato Luca de Tena, Gonzalo Fernández de la Mora, Federico Silva Muñoz, Leopoldo Calvo-Sotelo,
José María Ruiz Gallardón, Fermín Zelada de Andrés y, por supuesto, Florentino Pérez-Embid.
Cualquiera que conozca algo de la historia de aquellos años sabe que en ese grupo confluían opiniones políticas muy diversas y algunos de sus componentes tendrían un papel muy destacado en la Transición. Pérez-Embid murió antes de que se desarrollara aquel proceso, que algunos parecen querer demonizar ahora a la vez que arremeten contra sus logros: la Constitución de 1978 y la voluntad de consenso que se vivió entonces entre los llamados a dirigir la nueva situación.
La historia nos permite dirigir una serena mirada hacia unos años que no pueden despacharse con calificativos de brocha gorda. Unos años en los que, entre aciertos y errores, no faltaron españoles que trataron de encontrar para España la senda perdida en los sangrientos años treinta del pasado siglo. Florentino Pérez-Embid fue uno de ellos y así lo testimoniaron un nutrido grupo de amigos (más de 80) que, al publicar en 1977 un libro en honor del político desaparecido, no encontraron mejor título que el de ‘Homenaje a la amistad’.