Más sobre la eutanasia
Todavía conservo en mi retina las imágenes del Parlamento tras la aprobación de la Ley de la Eutanasia. ¿De qué se reían nuestros parlamentarios? ¿Por qué tanto aplauso? En nuestra lengua española el aplauso es sinónimo de elogio y alabanza, y en cuanto al reír es manifestar alegría, placer o felicidad. En consecuencia, lo que ocurría ese nefasto día en sede de la soberanía es que los parlamentarios que habían conseguido sacar adelante el proyecto de ley estaban alegres, felices y alababan el éxito logrado. Hace falta ser muy necios, inmorales y retrógrados, para considerar que habían aprobado una ley que suponía para nuestra nación un adelanto, un progreso para sus ciudadanos. Diría que todo lo contrario, el hecho de suprimir la vida del indefenso y del que ya nada puede aportar al bien general y en definitiva estorba, es algo bien primitivo que ya se practicaba en el comienzo de los tiempos. La eutanasia legal mina la confianza de la relación de los profesionales de la salud con el paciente y grava la conciencia del enfermo, que puede llegar a pensar que su existencia es una carga excesiva para los demás. Tampoco se puede olvidar que las instituciones públicas tienen la obligación de proteger a sus ciudadanos más débiles y no pueden hacer dejación de esta función primordial. Las leyes de la dependencia y de unidades paliativas constituyen un buen antídoto contra la mentalidad eutanásica. La eutanasia y el suicidio asistido dañan a toda la sociedad. No es una cuestión meramente privada que atañe solo al enfermo y a su familia. Plantear la eutanasia a voluntad significa que estas relaciones pierden su valor y la vida social queda herida y debilitada: se atenúan los vínculos constitutivos de la sociedad que, de este modo, irremediablemente se deshumaniza.
Qué gran mujer fue Isabel la Católica con su afán en la reconquista de todo el territorio español destacando, en sus logros, la conquista de Granada. Mujer que con su tenacidad y espíritu de progreso dio apoyo a Cristóbal Colón consiguiendo ese magnánimo descubrimiento de América. Una gran española que logró la unidad de
España reconstruyendo el sistema de gobierno centralizando las competencias, administrando con sentido común, logrando reducir la gran deuda que heredó de su predecesor Enrique IV con sus reformas económicas, y contribuyendo, también, al
La presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso bienestar de todos los españoles gracias a las reformas en la seguridad de los ciudadanos. Otra gran mujer española fue Agustina de Aragón, esa gran defensora de los Sitios de Zaragoza en la Guerra de la Independencia. Un gran símbolo de la resistencia española frente al invasor recorriendo todo el territorio español animando a las tropas españolas en sus luchas con los franceses. Y centrándonos en Madrid, merece la pena destacar a sus dos heroínas populares en aquel 2 de mayo de 1808, como lo fueron Manuela Malasaña y Clara del Rey, víctimas en aquel levantamiento popular contra las tropas de Napoleón. ujeres que defendieron a su patria frente al invasor. Y si en otrora todas ellas destacaron por su anhelo patriótico, ahora, en la actualidad, está destacando considerablemente otra gran mujer, como lo es Isabel Díaz Ayuso. Mujer española y madrileña que tiene en jaque a todos sus enemigos políticos a pesar de todos los ataques que está sufriendo. Mujeres de nuestra España, con una actitud de entrega y de amor, de compromiso en la ayuda y en la defensa del bien frente al mal, de la libertad frente a la opresión, de la tolerancia frente a la tiranía.