Biden y Obrador se reúnen de modo virtual en medio de un nuevo caos migratorio
▶ La nueva política atrae a miles de personas a la frontera que desbordan a las autoridades
Joe Biden mantuvo ayer una reunión virtual con su homólogo mexicano, Andrés Manuel López Obrador, con el telón de fondo del caos migratorio que vive la frontera entre ambos países.
Era la primera conversación entre los presidentes de EE.UU. y México desde la llamada telefónica del pasado 22 de enero, dos días después de que Biden fuera investido. Entonces, el nuevo presidente estadounidense llegaba con la urgencia de atacar la crisis sanitaria y económica del Covid-19 y, también, con planes ambiciosos, como el desmantelamiento de la política migratoria dura de Donald Trump y el impulso en el Congreso de una reforma que abra una vía a la ciudadanía para millones de inmigrantes indocumentados.
Biden se puso como objetivo reordenar la política migratoria de EE.UU., restablecer los procesos de solicitud de asilo, mejorar la situación en los países de origen –en especial, Centroamérica– para contener los flujos hacia territorio estadounidense y recuperar un trato «humano» y «digno» hacia los inmigrantes.
Sus primeras semanas en la Casa Blanca, sin embargo, están produciendo confusión sobre su política migratoria y caos en la frontera. Biden ha tomado varias decisiones para reblandecer su política migratoria y dar la vuelta a la de Trump como un calcetín. Decretó un parón en la deportación de indocumentados –luego levantado en tribunales tras una demanda de autoridades de Texas–, impuso el fin de la construcción del muro con México –la promesa más simbólica de Trump–, estableció un grupo de trabajo para reunificar familias separadas, acabó con los tratados de la Administración Trump con Guatemala, El Salvador y Honduras para reducir el número de solicitantes de asilo y prometió el fin de la política ‘Remain in Mexico’ (Quedarse en México) para quienes lo habían solicitado en territorio estadounidense, lo que les obligaba a esperar en campamentos al otro lado de la frontera.
Al mismo tiempo que promovía una política más suave con los inmigrantes indocumentados, las autoridades estadounidenses han insistido en que «no es el momento» de cruzar la frontera. Por un lado, porque es un nuevo riesgo en medio de la pandemia de Covid19 y, además, porque necesitan tiempo para restablecer los sistemas de procesamiento de solicitudes de asilo.
A pesar de esos llamamientos, se ha disparado el número de inmigrantes que buscan entrar en EE.UU. La semana pasada, la policía de fronteras detuvo a más de 2.000 menores sin compañía de adultos y se teme que en los próximos meses se rompa el récord de 11.000 menores arrestados en un solo mes que se registró en mayo de 2019.
Devolución de sin papeles
Pese a las palabras de Biden de mejorar los sistemas de migración, la mayoría de los indocumentados se devuelven a México en virtud de una ley de emergencia por la pandemia aprobada por Trump. A finales de la semana pasada empezaron a procesarse solicitudes de asilo de los inmigrantes que esperan al otro lado de la frontera.
Pero, al mismo tiempo, se ha detectado cómo las autoridades han empezado a soltar a inmigrantes indocumentados –adultos con sus familias– que detienen en la frontera. Es la llamada práctica de ‘catch and release’ –detener y soltar– muy criticada por los republicanos: como los sistemas de detención están saturados, se deja libre a los inmigrantes a la espera de que se sustancie su solicitud de asilo. En parte se debe a un cambio regulatorio en el estado mexicano de Tamaulipas, donde se ha prohibido la detención de niños pequeños. Pero esto ha causado enfado y confusión en los 25.000 inmigrantes que llevan meses esperando al otro lado de la frontera, en campamentos con malas condiciones, para poder entrar.
Al mismo tiempo, la Administración Biden ha reabierto centros de detención de menores de la era Trump, donde pueden pasar semanas y meses detenidos hasta que se localiza un familiar con el que se pueda quedar.
Alejandro Mayorkas, secretario de Seguridad Interior y responsable de la política migratoria, culpó ayer a la Administración Trump del caos. «La anterior Administración desmanteló por completo nuestro sistema de inmigración», protestó en una rueda de prensa en la Casa Blanca. «Para ser sinceros, el sistema fue destripado».
Mayorkas evitó hablar de «crisis» en la frontera y retrató la situación como un «desafío». Pero su gestión está recibiendo ataques de los dos extremos del arco político. Demócratas de la corriente izquierdista, como la diputada Alexandria Ocasio-Cortez, han criticado la reapertura de centros de detención de menores. La portavoz de La Casa Blanca, Jen Psaki, defendió la medida como una «elección difícil, pero también la correcta, la más humana», ante la dificultad de hallar de forma rápida familiares de los menores detenidos.
En el otro espectro político, Trump dedicó buena parte de su regreso al ruedo político, su discurso del domingo en la conferencia conservadora CPAC, a atacar la «política migratoria radical» de Biden: «Ya ha traicionado al pueblo estadounidense», dijo.
El encuentro con Biden también era importante para López Obrador, que consiguió, contra pronóstico, mantener una relación constructiva con Trump: evitó la amenaza de aranceles comerciales con cesiones en política migratoria. Ahora, quiere impulsar un nuevo programa migratorio con EE.UU., por el que se daría permiso de trabajo temporal a entre 600.000 y 800.000 mexicanos al año. López Obrador considera que EE.UU. necesita la mano de obra mexicana, pero será un acuerdo con difícil encaje político en Washington. AMLO buscará ofrecer a cambio su cooperación en la frontera y otras contrapartidas: entre otras, que EE.UU. le ‘preste’ una parte de su inventario de dosis de vacunas para el Covid-19.
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