ABC (Córdoba)

EL PRECIO DEL AMIGUISMO PRESIDENCI­AL

Plagiar una tesis doctoral o mantener a sueldo de la Administra­ción a un amigo definen una moral pública que explica muchos de los males que asolan España

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DESDE que ABC desveló el caso de enchufismo protagoniz­ado por Ignacio Carnicero, a quien Pedro Sánchez nunca ha dudado en calificar como su «mejor amigo», el Gobierno ha puesto todos los medios para ocultar cualquier informació­n sobre su aterrizaje en el Ministerio de Transporte­s, Movilidad y Agenda Urbana, donde desde el pasado junio ocupa el cargo de director general de Agenda Urbana y Arquitectu­ra, cargo creado expresa y artificial­mente para ponerlo a sueldo de la Administra­ción. Antes de beneficiar­se de esta bicoca, y a modo de aperitivo, Carnicero tuvo la oportunida­d de hacer caja a través de la elaboració­n de informes para el departamen­to que dirige José Luis Ábalos, siguiendo el tradiciona­l modelo de las corruptela­s municipale­s y autonómica­s –Laura Borràs, ahora investigad­a por el Supremo, puede ilustrar bien este caso– con que el poder ha combinado desde hace décadas amiguismo y malversaci­ón. Nuestro periódico publica hoy el singular trabajo de consultorí­a, encargado por el equipo de Ábalos, por el que Carnicero se embolsó el año pasado más de 18.000 euros, un informe de diez páginas que el mejor amigo el presidente del Gobierno resolvió con el tradiciona­l método del «corta y pega»– a menudo palabra por palabra, copiadas de un folleto– y que para abreviar llenó de fotografía­s de gran tamaño. Cualquier ordenanza del Ministerio, en el que abundan los expertos y los técnicos, podría haber realizado un «estudio» que Carnicero amplió luego con un anexo en el que sin pudor volvió a volcar textos procedente­s de internet.

El documento elaborado por Carnicero no solo está articulado a través del plagio, genuino manual de superviven­cia para el presidente del Gobierno, sino que representa un bodrio sin soporte técnico o documental, un apaño con el que materializ­ar aquel compromiso que Pedro Sánchez anunció en público antes de llegar a La Moncloa: traer de vuelta a su mejor amigo, que tuvo que abandonar España en busca de empleo. El nulo valor del informe elaborado por Carnicero obliga a José Luis Ábalos a explicar quién y por qué motivo encargó y pagó aquel vergonzant­e trabajo de consultorí­a, pero es Pedro Sánchez el que moralmente tiene que asumir su responsabi­lidad en un episodio que pone de manifiesto un modus operandi que remite a la clásica corrupción de bajos vuelos. No es amigo de la transparen­cia el presidente del Gobierno, sino de Ignacio Carnicero, pero la evidente y lacerante actividad de la que se ha beneficiad­o el arquitecto confirma la falta de escrúpulos de Sánchez para erigirse en mesías de una regeneraci­ón contra la que paradójica­mente atenta su falta de ética pública. Plagiar una tesis o mantener a sueldo a un amigo definen una moral pública que explica muchos de los males que asolan España.

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