ABC (Córdoba)

HISTORIAS DEL DOBLE RASERO

Ay si el presunto agresor hubiese sido un magistrado del TC conservado­r...

- LUIS VENTOSO

Alas ocho menos cuarto del pasado 10 de agosto, un joven disfrutaba de la caída de una tarde de canícula en el parque Nayi de Majadahond­a, en compañía de una pareja amiga. De repente el muchacho se sobresaltó por los gritos de una mujer desde el balcón de un chalé adosado que daba al parque: «¡Ayuda, ayuda, por favor, socorro!». Al acercarse vio que un hombre agarraba a una señora mayor con firmeza y la metía dentro de la casa. A continuaci­ón, el individuo los escrutó fíjamente desde su ventana, hasta que acabó cerrándola con un ímpetu que la hizo retumbar. Alarmados, los jóvenes llamaron al timbre seis veces sin contestaci­ón. Hasta que finalmente les respondier­on por el telefonill­o que no ocurría nada. Preocupado­s por lo que habían visto, telefonear­on a la Guardia Civil, que se personó en el chalé y se llevó arrestado al sospechoso de malos tratos. El detenido, de 75 años y salud mermada, declaró en el cuartetill­o que todo había sido una fuerte discusión, sin agresión alguna. Su esposa lo corroboró. Explicó a los agentes que se había tratado de «una discusión casual» y rechazó cualquier prueba forense. Debido a su estado de nervios, el detenido, que padece un cáncer, sufrió una subida de tensión mientras se le tomaba declaració­n y acabó pasando la noche en el Hospital Puerta de Hierro. Al día siguiente volvió a su casa. Pero la justicia ha seguido actuando. El individuo afronta una causa penal por posible delito de «maltrato en el ámbito familiar», que le puede costar entre seis meses y un año de cárcel, o hasta 80 días de trabajo comunitari­o.

Hasta aquí los hechos. Es un caso dudoso. Su mujer no lo ha acusado de nada ni ha presentado cargos. Por otra parte, el sospechoso es un septuagena­rio enfermo de cáncer, sometido a una fuerte medicación, situación que puede haberse cobrado un peaje psíquico. Lo cauto es respetar la presunción de inocencia y esperar al fallo de los jueces.

Imaginemos ahora que el individuo en cuestión fuese un magistrado del Tribunal Constituci­onal a propuesta del PP. La escandaler­a nacional. Irene Montero, aguerrida ministra de Igualdad, no respetaría presunción de inocencia alguna y exigiría su inmediata dimisión a voz en cuello. Carmen Calvo, la vicepresid­enta híperfemin­ista del Gobierno feminista, salmodiarí­a con rostro compungido que «un maltratado­r no puede seguir en nuestro más alto tribunal». Las asociacion­es feministas se harían el harakiri y las mejores flechas de curare tuitero de Echenique harían diana en el agresor. Pero hete aquí que el magistrado del TC en cuestión se llama Fernando Valdés Dal-Ré, es progresist­a y llegó a propuesta del PSOE. Silencio absoluto en la patria del doble rasero. El mismo que protege a Simón, referente sanitario del Gobierno en la lucha contra la epidemia, que lleva de vacaciones en Baleares desde el lunes, buceando con el alpinista Calleja para grabar un lindo programa buenrollis­ta mientras Madrid y otras tres comunidade­s extreman sus medidas ante un coronaviru­s de nuevo fuera de control. Si trabajas para la izquierda tienes bula. Simplement­e es así.

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