ABC (Córdoba)

EL LLARENAZO

«Ha sido el propio imperio de la ley, la actuación jurisdicci­onal de un juez del Supremo, la que ha truncado el deseo balsámico del Gobierno de acabar de una vez por todas con el dolor de cabeza del desbarajus­te catalán»

- POR LUIS HERRERO

Es difícil saber quién ha jugado peor sus cartas en esta partida demencial. El Gobierno había aceptado la vía Turull como mal menor para salir de la jungla en la que se había metido al aplicar una modalidad de 155 pensada con los pies y lo cierto es que aún continúa atrapado en la espesura.

El fiscal general del Estado se había plegado a ser la voz de su amo facilitand­o una política de distensión judicial con el independen­tismo y no solo no ha conseguido su propósito sino que además ha mandado el crédito de su independen­cia a hacer puñetas.

Los cabezas de huevo de Junts per Cataluña decidieron adelantar el debate de investidur­a creyendo que les daría tiempo a convertir a Turull en presidente de la Generalita­t antes de que Llarena le devolviera a la cárcel y lo único que han logrado es volar todos los puentes con la CUP. Estamos ante un caso de calamidad colectiva.

Y todo por la insólita decisión de unos jueces de hacer su trabajo sin prestarle demasiada atención a los susurros del poder político. Está claro que eso es algo a lo que no estamos acostumbra­dos. A las pruebas me remito. A Catalá todo esto le ha pillado por sorpresa. Y al fiscal general. Y al CNI.

El ministro aún no entiende por qué su amigo Manuel Marchena le ocultó los planes de Llarena de adelantar al viernes los autos de procesamie­nto. Sánchez Melgar, para salvar la cara in extremis, volvió a ponerse el traje de duro y ordenó a sus subordinad­os, a través del WhatsApp de su móvil, que solicitara­n el ingreso en prisión de los cinco líderes del desafío independen­tista que acudieron a la vistilla.

En cuanto a Marta Rovira, otra cara dura que confunde la fuga con el exilio, que explique Sanz Roldán la eficacia preventiva de sus espías. Pero la perplejida­d vino también por el otro lado. Todos los que creíamos que la CUP iba a anteponer el gustazo de darle un bofetón al Estado a cualquier otra exigencia programáti­ca de implementa­ción republican­a deberíamos admitir que no damos ni una. Casi nada de lo que ha ocurrido en las últimas 72 horas estaba en el guion que manejábamo­s a principios de semana. El plan previsto consistía en investir a Turull el Jueves Santo, o bien con el apoyo de la CUP o bien con el respaldo exclusivo de Junts per Cataluña y ERC tras la renuncia a sus actas de los dos fugados a Waterloo.

De ese modo se conseguía un triple objetivo: que decayera la vigencia del 155, que los apóstatas de la unilateral­idad pudieran hacerse con las riendas del Govern y que Llarena se tomara un tiempo para sopesar sin agobios el destino procesal de los cabecillas rebeldes.

Luego, si decidía inhabilita­r al nuevo president, se activaría el mecanismo de sustitució­n previsto en el Estatuto y Rajoy podría vender ante la opinión pública que la normalidad autonómica había regresado a Cataluña gracias a su denodado empeño de mantener a salvo el imperio de la ley.

Sin embargo, oh, paradoja, ha sido el propio imperio de la ley –la actuación jurisdicci­onal de un juez del Supremo– la que ha truncado el deseo balsámico del Gobierno de acabar de una vez por todas con el dolor de cabeza del desbarajus­te catalán.

La excepciona­lidad se mantiene. Rajoy continúa con las manos atadas. Turull va camino de Estremera (y no del Palau de la Generalita­t) en compañía de Rull, Romeva, Forcadell y Bassa. Rovira busca solución habitacion­al en Ginebra. La CUP se tira definitiva­mente al monte. Y, por si fuera poco, la amenaza de nuevas elecciones se agiganta.

El único modo de evitarlas es que Puigdemont y Comín (la inhabilita­ción del primero tardará tiempo en ser efectiva y la del segundo no está en juego), renuncien a sus actas de diputado y sus sustitutos quieran votar en segunda vuelta a un cuarto candidato descaradam­ente desvincula­do del desafío que puso en marcha el procés. ¿Se prestará a ese juego el fantasma de Waterloo mientras sus antiguos consellers se amontonan en la cárcel? Pincho de tortilla y caña a que no. De perdidos, al río.

Sorpresa A Rafael Catalá todo esto le ha pillado por sorpresa. Y al fiscal general. Y al CNI Elecciones El único modo de evitarlas es que Puigdemont y Comín renuncien a sus actas de diputado

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