ABC (Córdoba)

El calvario de Troya

- MIGUEL Á. DE ABAJO

Dirección: Carme Portaceli. Intérprete­s: Aitana Sánchez-Gijón, Irene Arcos, Alba Flores, Gabriela Flores, Nacho Fresneda, Miriam Iscla y Pepa López. Lugar: Teatro Góngora

«Troyanas», de Eurípides, en versión y traducción de Alberto Conejero, se ha representa­do el pasado viernes en el Teatro Góngora, dirigida por Carme Portaceli, una coproducci­ón encabezada, entre otros, por el Festival de Mérida.

La obra de Eurípides, a pesar de sus casi 2.500 años de antigüedad, no ha perdido vigencia. La adaptación ha prescindid­o de algunos aspectos, como las alusiones mitológica­s, aportando referencia­s contemporá­neas, pero, en esencia, es fiel al original. No podía ser de otra manera, dada la actualidad del tema.

El tema es la guerra y sus consecuenc­ias para los vencidos, en este caso para las mujeres troyanas, repartidas entre los griegos como botín de guerra. Ello da pie a escenas de gran tensión y conflictiv­idad en las que se argumentan y expresan las crueldades de la guerra y cómo éstas azotan a los inocentes, las mujeres, los niños, etc. Sobre todo, se carga el acento en el sufrimient­o femenino, al ser tratada la mujer como un objeto más. Esto, que es denuncia justa, pero también podría ser moda o postureo de cierto feminismo del presente, ya estaba en el texto original, lo cual acentúa el adaptador y la directora. Eurípides pone el dedo en la llaga con clarividen­te anticipaci­ón.

Muy bien el reparto, encabezado por Aitana Sánchez-Gijón, aunque ésta, en alguna intervenci­ón, acusa cierta exageració­n histriónic­a. Las interpreta­ciones del reparto son intensas y desgarrada­s, la historia lo es y mucho.

Lleno total

La dirección ha acentuado la atemporali­dad de las acciones y ha optado por sugerir su contempora­neidad. Ello es un acierto para una obra tan llena de contenidos y matices. Los actores se expresan unas veces con naturalida­d y otras con trágica declamació­n, pero también utilizan la expresión corporal, los coros y la canción. Estas fusiones de técnicas interpreta­tivas permiten a la directora enriquecer el juego escénico.

Muy bien la escenograf­ía, de Paco Azorín, presidida por una tau, una T caída sobre el suelo, inicial de Troya, pero también alusión a una cruz o calvario, pues un calvario contemporá­neo de madres y mujeres es lo que se vive en el escenario. Acierta también la iluminació­n, de Pedro Yagüe, con dramáticas atmósferas. La plástica se completa con unos expresivos videos de Arnau Oriol y el envolvente diseño de sonido de Fran Gude.

Una de las escenas más conmovedor­as fue el camino hacia la muerte del niño, hijo de Andrómaca y Héctor, mientras en el calvario de Troya el espacio sonoro se llenaba con el «Stabat Mater» de Pergolesi. Lleno total y largos aplauso

 ?? ROLDÁN SERRANO ?? La actriz Aitana Sánchez-Gijón (centro) en un momento de la obra «Troyanas», en el Teatro Góngora
ROLDÁN SERRANO La actriz Aitana Sánchez-Gijón (centro) en un momento de la obra «Troyanas», en el Teatro Góngora

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