«Afirmar que el consumo cero de alcohol es lo más saludable es una moda»
▶El sabio de la dieta mediterránea se ha embarcado en una ambiciosa investigación para zanjar el debate de los beneficios de la copa de vino
Miguel Ángel Martínez es un científico valiente. Nunca como ahora se había demonizado más el alcohol. Su consumo se relaciona con más de 200 enfermedades, entre ellas varios tipos de tumores, y la muerte de tres millones de personas cada año. Se considera que es dañino desde la primera gota para nuestro cerebro o el hígado y que empeora la memoria, engorda, envejece... Ni siquiera se salva la famosa copa de vino tinto en las comidas que algunos cardiólogos se animaban a recomendar a sus pacientes. En el mundo de la salud ya no hay lugar para la indulgencia. O, al menos, por ahora. El científico más reconocido por sus estudios en dieta mediterránea ha decidido ir a contracorriente. Quizá, porque le cueste eliminar una de las costumbres más arraigadas de la alimentación del sur de Europa que tanto ha estudiado. Él es el cerebro detrás de los ensayos Predimed y Predimed plus, las investigaciones que convirtieron la dieta mediterránea en el patrón oro de la nutrición, porque demostró que reducía el riesgo de cáncer y enfermedad cardiovascular.
A este catedrático de Salud Pública de la Universidad de Navarra y catedrático visitante en Harvard no le asusta salirse de la norma. Cree que el debate de la copa de vino no está cerrado por completo y quiere responder a preguntas que aún no da por aclaradas: ¿Es el alcohol dañino en cualquier dosis? ¿Puede el consejo médico avalar un consumo moderado frente a la abstención absoluta? ¿El consumo cero es siempre lo más saludable? Para contestarlas ha planteado el estudio Unati, una investigación ambiciosa en la que reclutará a 10.000 voluntarios bebedores españoles de entre 50 y 75 años a los que seguirá durante cuatro años. Un sistema informático decidirá al azar qué brazo del estudio le toca, como se hace en otros estudios para determinar la eficacia de un nuevo medicamento. A la mitad se le aconsejará la abstención y al resto beber con moderación. Se trata de la iniciativa científica de mayor envergadura que se ha puesto en marcha sobre el consumo de alcohol. La Unión Europea financiará el proyecto con una beca ERC, una de las ayudas científicas más potentes.
—Para evitar cualquier interpretación, ¿usted no pone en duda el riesgo del alcohol?
—No, no, por supuesto que no. Claramente, el alcohol representa un factor de riesgo de primer orden hasta los 3540 años. En España tenemos uno de los consumos más elevados y la situación es lamentable porque, particularmente entre los jóvenes, se tiende a consumir en atracón, fuera de las comidas y, sobre todo, destilados, una costumbre muy alejada de nuestro patrón mediterráneo. La recomendación a estas edades es de abstención total. Donde creo que existe un debate es si es tan dañino en los bebedores moderados que tienen más de 40 años, llevan toda su vida tomando una copa de vino en las comidas y no cometen excesos. A ellos también se les está planteando la abstención como la opción más saludable porque se piensa que los posibles beneficios para la salud cardiovascular son superados por otros riesgos como el cáncer. Pero también hay sólidas voces que consideran que una ingesta moderada permitiría una menor mortalidad, mejor salud cardiovascular y menos riesgo de diabetes que los abstemios.
—¿Cómo se define ese consumo moderado protector?
protección podría estar en esa forma de beber alcohol tan ligada a nuestra dieta mediterránea. Ese patrón consiste en una ingesta baja de vino tinto, que es el que tiene más beneficios por sus compuestos antioxidantes y antiinflamatorios, acompañando a las comidas. La toxicidad del alcohol difiere entre hombres y mujeres, pero digamos que pasarse de tres copas al día de vino no le hace bien a nadie, nunca. —En un momento en el que apenas hay profesionales de la salud que defiendan las bondades del vino, usted se pregunta: ¿Y si las hubiera? ¿No le asustan las críticas?
—Uno de los tipos más listos que conozco en la Universidad de Harvard, Alberto Ascherio, el científico que relacionó el virus Epstein-Barr con la esclerosis múltiple, me dijo que era muy valiente cuando le comenté mi proyecto. Pero no solo por las críticas sino por atrevernos con un estudio de esta envergadura y porque lo que digamos sabemos que se va a extender por todo el mundo.
—¿Usted bebe?
—Sí, casi a diario, una copa de vino tinto. Pero me salen menos de siete a la semana.
—¿Le gustaría demostrar que ese sería el consumo aceptable dentro de una dieta saludable?
—Soy científico, no parto de ninguna idea, solo del agnosticismo. Yo hago el ensayo porque quiero saber y porque este debate tiene perplejos a la inmensa mayoría de los médicos, a médicos que se encuentran en sus consultas a pacientes que no son bebedores intensos, que no se emborrachan ni pierden el control, sino que les gusta tomarse una copa de vino en las comidas. Y los médicos no saben qué recomendarles. Se ha puesto de moda decir que el consumo de cero alcohol es lo más saludable, pero es una moda, no hay una evidencia científica que lo respalde. ¿Sabe cuál es el ensayo aleatorizado más grande sobre los efectos del alcohol? Un estudio con solo 224 voluntarios a los que se siguió durante dos años. El 70 por ciento de la población europea consume bebidas alcohólicas y el mayor estudio está basado solo en un par de centenares de casos. Sin embargo, para valorar la eficacia de un nuevo fármaco que será usado por menos del 1 por ciento de la población se gastan millones de euros con miles de pacientes. Es paradójico, ¿no cree?. Esta es una de mis motivaciones para hacer el ensayo.
—¿No hay ciencia detrás de las voces que piden no tomar alcohol bajo ningún concepto?
—Estas afirmaciones vienen de dos estudios y una especulación. Uno de ellos, es el ‘Global burden of disease’, financiado por la Fundación Gates. Es un estudio gigantesco realizado en 195 países donde, entre otras cuestiones, se valora el consumo de alcohol. De ahí se extrajo en 2018 la conclusión de que la mejor dosis de alcohol era cero y había más de doscientas enfermedades asociadas a su consumo, pero en realidad esa es la conclusión de un editorial que escribe otro autor. Curiosamente, el editorial se difundió más que los datos del propio grupo de investigación. Cuatro años más tarde el mismo grupo científico publicó en la misma revista científica que el riesgo del