ABC (Castilla y León)

La ‘Generación Z’ pide paso en las artes escénicas

- H. DÍAZ VALLADOLID

helís Quinzá recuerda que siendo muy pequeño le encantaba montar espectácul­os a su familia, así que cuando tuvo que decidir lo que quería estudiar no lo dudo mucho: «Siempre he pensado que mi vida estaba encaminada a la interpreta­ción». A su amiga Ana Garcés, la joven protagonis­ta de ‘La Promesa’, fue una psicóloga la que le animó a hacer teatro. Entonces no sabía que existía la Escuela Superior de Arte Dramático de Castilla y León (ESADCyL), y mucho menos que estaba en Valladolid. Allí encaminó sus pasos también Adriana Tironi. No pasó las pruebas para acceder a la especialid­ad de Interpreta­ción, pero le plantearon cursar Dirección Escénica y Dramaturgi­a, donde descubrió que «las posibilida­des de crear aumentan exponencia­lmente». A Bruno Ruiz fue el Máster en Pensamient­o y Creación Escénica Contemporá­nea y el «deseo de profundiza­r» a través de él «en varias preguntas que llevaba tiempo haciéndome» lo que le llevó a cruzar el Atlántico desde su México natal.

Muchos de estos jóvenes forman parte de la ‘Generación Z’ de las artes escénicas. Hace poco tiempo que salieron de la citada escuela. Chicos y chicas que no superan los 25 años y luchan, con más o menos fortuna, por abrirse camino en un mundo al que creen que

Cestaban predestina­dos. Piden, por ello, que se les brinden «oportunida­des». «Es necesario que se apoye a las compañías emergentes, que se respalde a la gente nueva. Es el futuro del panorama teatral en Castilla y León y España. En algún momento tendrá que haber un relevo generacion­al y si no nos ayudan al principio a establecer­nos y construir unas bases sólidas será imposible», sostiene Adriana Tironi. Creó junto a Carla Rico, otra egresada de la escuela, la compañía ‘Chicas y maletas’, con la que estrenaron en el pasado Festival Meet You del Teatro Calderón su primer montaje, ‘Tengo derecho a destruirme’. Luego, gracias a una residencia en el espacio de creación Andén 47, pudieron poner en marcha ‘Antes de conocerme’, su segunda obra. Pese al «gran respaldo» que tuvieron por parte del público en su estreno, «no hemos podido seguir girando con ellas».

Que los jóvenes creadores puedan acceder a los circuitos y que se haga hueco a «propuestas más contemporá­neas» es, a su juicio, uno de los retos que tienen el presente y el futuro de las artes escénicas. Es el mensaje que quiere trasladar en el marco del Día Internacio­nal del Teatro, que se celebra cada 27 de marzo. Envidia, en ese sentido, a colegas de profesión en países como Polonia, donde pasó un tiempo formándose. Allí, «las artes escénicas tienen un lugar más importante en la sociedad» y eso repercute en más facilidade­s para acceder al mercado laboral.

Así lo percibió también Ana Garcés cuando en segundo de carrera se fue de Erasmus a Bratislava. «Recuerdo que cuando preguntaba a mis compañeros qué harían al terminar me contestaba­n que ‘obviamente, trabajar en una compañía’. No tenían ninguna duda cuando a mí, entonces, ni se me pasaba por la cabeza que podría dedicarme a ello».

Sin embargo, su vida dio un vuelco en 2022, cuando meses después de haberse instalado en Madrid, fue escogida en una audición para dar vida a Jana en la serie de Televisión Española ‘La Promesa’. Se siente por ello «muy afortunada». Hablamos por teléfono con ella un viernes, en un receso del rodaje, que se extiende diariament­e hasta casi las 20.00 horas. Aún así, se la intuye dichosa: «Me conformarí­a con que en un futuro fuese la mitad de feliz que estoy siendo ahora con este proyecto». Ya han pasado unos años, pero no se olvida de la impronta que le dejó la ESADCyL: «Además de formarte interpreta­tivamente, es una escuela de vida, de observació­n hacia ti misma y hacia los demás, de aprendizaj­e mirando, sin juzgar y sin juzgarte».

A aquellos jóvenes compañeros que, de momento, no han tenido su suerte es a quienes les quiere trasladar el siguiente mensaje con motivo del Día del Teatro: «Esta profesión es preciosa, da cosas muy bonitas. No hay que rendirse. Todo el mundo se merece una oportunida­d y el día que llega, compensa».

Chelís Quinzá es de la misma promoción que Ana y aún hoy, cuando va al teatro o está en un proceso de creación, recuerda algunos de los momentos claves de su formación. «Me acuerdo de cuatro profesores que me dieron las herramient­as con las que sigo tirando ahora», sostiene, citando entre ellos a Javier Hernando.

Al igual que su amiga Ana, se siente feliz por haber podido enlazar trabajos durante los últimos tres años, desde que comenzó su andadura profesiona­l en ‘Comedia sin título’, bajo la dirección de Marta Pazos en el Centro Dramático Nacional. Acaba de finalizar el rodaje de la serie ‘Rapa’ para Movistar. Reciente tiene también su última incur

Bruno Ruiz

sión en el ámbito escénico, ‘Cacophony’, que le llevó a la Sala Beckett. Le atrae, sobre todo, «el teatro contemporá­neo (...) Me gusta llevar a escena la música, el movimiento, la danza, la pura interpreta­ción...», pero no le agrada «etiquetar» lo que hace «porque siento que me limito». te vuelves a tu casa a esperar que te vuelvan a llamar». Aún así, no tiene duda de que éste era el camino que estaba escrito para él.

Un año entero en silencio. Un silencio sobrio y quieto que ahora se torna en revuelo y en oración de pasos. Un año entero en silencio, con las ganas apretadas. Un año mirando al cielo… El cielo, siempre el cielo en esta tierra. Es Domingo de Ramos, sepa el lector, y todavía hay tiempo. Estrene, aunque sea el periódico, estrene la ciudad –que incluso después de diez siglos hoy está para estrenar– y corra a la procesión. Porque todas las cofradías están preparadas, los pasos listos y los cofrades diciendo oraciones calladas. En esta tierra se reza así, con la calle hecha templo entre silencios de eternidad. Sólo falta una cofradía, a eso espera todo hoy. Las demás están todas listas, porque lo suyo es trabajo callado de meses. Hay palmas y ramas de olivo que se agitan como jaculatori­as verdes y van alfombrand­o la ciudad. Sólo falta una cofradía, digo, sólo una más. Una cofradía que tiene su procesión de regla más larga: Siete días, siete noches y su recorrido la ciudad. Falta, tan sólo, que los cofrades de acera ocupen sus puestos cuando la procesión eche a andar. Que las calles se hagan todas templo cuando abran las iglesias sus puertas esta mañana y todo parezca nuevamente igual.

Ser cofrade de acera en la mejor Semana Santa del mundo no se hereda, como se hereda la túnica en estos lares, pero es un papel imprescind­ible para que se obre el milagro de cada primavera. Para que, desde un mirador cualquiera, una señora vea a ‘La Borriquill­a’ a hombros y Valladolid detrás. Los días se paran y pasan. Mañana Lunes Santo, después martes, capuchones, capuchones, capuchones y tambores. Y después miércoles, Jueves Santo… Y es que la madera en esta tierra es un misterio. Las Dolorosas de Juni «son vientos veleteando, / sonrisas de tiempo ausente / y pesares castellano­s». Y así todo el Barroco, que es rezar hacia fuera, va poniendo en las calles y plazuelas la mayor representa­ción del mundo de la Pasión, Muerte y Resurrecci­ón en Valladolid, que es Sevilla la Vieja.

Es Semana Santa en esta tierra y hacen falta cofrades en las aceras. Cofrades sin túnica y sin cofradía. Da igual la hora porque siempre hay una procesión que sale y otra que llega.

Este es un pregón con trotecillo de Domingo de Ramos, domingo que tiene algarabía de la infancia. Niños que la estrenan y hombres que la recuerdan. Se acuerdan sin ir más lejos de la mano de su abuela mientras les abría paso entre la gente y buscaba hueco en los soportales para que el niño lo viera todo, para que el niño lo entendiese todo. Que entendiera que ya es primavera, no porque lo diga el calendario, es primavera porque Dios está en la calle.

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