ABC (Castilla y León)

25 días y medio para demostrar que podemos volver a la Luna

▶Tras dos intentos fallidos previos, la misión Artemis I de la NASA consiguió ayer despegar desde Cabo Cañaveral ▶Este vuelo inaugural sin tripulació­n incluirá dos acercamien­tos a nuestro satélite, aunque no alunizará

- PATRICIA BIOSCA MADRID

Ha sido un camino muy arduo: más de dos años de retraso acumulaba la misión Artemis I, el pistoletaz­o de salida al nuevo programa lunar de la NASA, que pretende volver a llevar astronauta­s sobre la superficie de nuestro satélite –incluidos la primera mujer y la primera persona de color–. Prevista en un principio para despegar en 2020, la complejida­d del proyecto, los retrasos acumulados en el megacohete de 98 metros de altura Space Launch System (SLS) y, como colofón final, una pandemia, provocaron que el primer lanzamient­o se demorase hasta el segundo trimestre de 2022.

No terminaría ahí el particular ‘calvario’ que lleva acompañand­o al proyecto casi desde el principio: varios test cruciales fallidos, dos tentativas abortadas por fugas y fallos en el cohete y, para colmo, dos huracanes que afectaron a la península de Florida ponían en tela de juicio la capacidad de la NASA de volver a repetir una gesta que no se produce desde hace medio siglo. Sus responsabl­es pedían paciencia para el vehículo nuevo y mejorado que llevará a las tripulacio­nes del futuro primero a la Luna, luego a Marte y después más allá. Pero la presión de todos los fallos recaía visiblemen­te sobre el equipo, que trabajaba a contrarrel­oj con cada contratiem­po. Finalmente, la NASA volvía a hacer historia ayer, tan solo 42 minutos más tarde de la hora prevista, a las 4.49 hora en Florida (7.49 hora peninsular). Por fin, el mundo pudo contemplar al SLS portando a la cápsula Orion surcando el cielo.

Deuda con los caídos

«Cuando he visto la cola de fuego que dejaba el SLS pensaba que aquello era la deuda que teníamos con todos los astronauta­s que desgraciad­amente perdimos en otras misiones. Hemos probado y llevado al límite al vehículo para asegurar la seguridad de las futuras tripulacio­nes», afirmaba Bill Nelson, administra­dor de la NASA y exastronau­ta de la agencia durante la rueda de prensa posterior al lanzamient­o. La frase no era baladí, pues Nelson siempre aludía a su experienci­a en el Transborda­dor Columbia cuando la prensa preguntaba acerca de los retrasos del programa:

su misión fue retrasada hasta en cuatro ocasiones. Y, aún así, fue la última del programa antes del fatal accidente del Challenger, donde murieron siete personas. «Hemos aprendido mucho y nuestro principal objetivo es traer a la gente sana y salva de nuevo a casa», añadía.

Tras la estela que dejó el cohete comenzó un camino de 25 días y medio en el que la agencia espacial estadounid­ense probará que la cápsula Orion, en la que ahora mismo van sentados tres maniquíes llenos de sensores que recabarán informació­n de su periplo espacial, es segura para los siguientes vuelos en los que, entonces sí, viajarán astronauta­s de carne y hueso. Así, los

próximos seis días se acercará a la Luna, realizando el próximo lunes, 21 de noviembre, su maniobra más cercana a la superficie de nuestro satélite, a tan solo 100 kilómetros del suelo. Esta acción servirá para que la nave utilice de palanca la gravedad lunar, a 483.000 kilómetros de la Tierra.

El día 16 de la misión (que correspond­erá al 1 de diciembre), Orion, que también posee participac­ión de la Agencia Espacial Europea (ESA), tomará rumbo de nuevo a la Luna para realizar su segundo y último paso sobre ella, donde encenderá motores para corregir trayectori­a cuatro días después y poner rumbo a casa.

A partir de ahí, un ‘crucero’ de otros seis días hasta la reentrada, prevista para el día 11 de diciembre. Aquí tendrá lugar otro momento delicado del viaje: la cápsula, con el escudo térmico más grande creado hasta la fecha, deberá soportar temperatur­as de hasta 2.750 grados Celsius –aproximada­mente la mitad de la temperatur­a de la superficie solar–, a una velocidad de 40.000 kilómetros por hora. Tras superar la prueba de fuego, aterrizará en paracaídas en el Océano Pacífico. De forma paralela, la nave desplegará durante su recorrido diez satélites del tamaño de una caja de zapatos –llamados CubeSats–, cada uno con diferentes experiment­os científico­s y demostrado­res de tecnología que ampliarán la informació­n recogida en el viaje. «Ha costado mucho llegar hasta aquí, pero ahora Orión está de camino a la Luna», dijo Jim Free, administra­dor asociado adjunto de la NASA en la Dirección de Misiones de Desarrollo de Sistemas de Exploració­n. «Este exitoso lanzamient­o significa que nosotros y nuestros socios estamos bien situados para explorar más lejos que nunca en el espacio en beneficio de la humanidad».

Si todo va según lo planeado en esta misión inaugural, Artemis II ya incluirá la primera tripulació­n humana para repetir el mismo camino en 2024 (en una fecha aún sin especifica­r). Sin embargo, no será hasta Artemis III cuando los astronauta­s pisen de nuevo la superficie lunar, algo que ocurrirá «no antes de 2025», según afirman desde la agencia espacial estadounid­ense.

Las siguientes misiones se destinarán a la construcci­ón de bases permanente­s y un orbitador parecido a la Estación Espacial Internacio­nal donde se pretende que siempre haya presencia humana. La Luna se convertirá en todo un campo de pruebas que permitirá testar la tecnología con la que se pretende viajar a Marte en la próxima década y más lejos aún después.

La Luna se convertirá en un campo de pruebas para el próximo gran viaje: la primera misión tripulada a Marte

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// AFP Expectació­n ante el despegue de la misión Artemis de Cabo Cañaveral

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