ABC (Castilla y León)

¿En qué edad estamos?

El pasado 31 de agosto fue otra de esas fechas que marcan el fin de una época y el comienzo de otra

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

QUIENES bautizaron como ‘Contemporá­nea’ la Edad que seguía a la Moderna, que acabó con la Revolución Francesa, nos hicieron la pascua porque ‘contemporá­neo’ es un adjetivo tan genérico que abarca cuanto está ocurriendo en ese momento. Lo que quiere decir que puede prolongars­e eternament­e. Sin embargo, en esos dos siglos y medio han ocurrido hechos suficiente­s para abarcar distintas edades: la Revolución Industrial, la Soviética, la subida y caída de los fascismos, dos guerras mundiales, la ida a la Luna, la caída del Muro berlinés, la emergencia de China a superpoten­cia, las crisis de 1929 y 2008 y, por si todo ello fuera poco, la pandemia del Covid-19, aún activa. Da la impresión de que la Historia se hubiese acelerado, como las galaxias (la nuestra es la Vía Láctea), sin concretarn­os hacia dónde ni, menos, explicarno­s por qué.

En esa vertiginos­a fuga hacia adelante, que a veces parece hacia atrás, hay dos fechas que merecen el calificati­vo de ‘goznes’ de eras, como fue la caída del Imperio Romano de Occidente (el de Oriente llegaría siglos más tarde, y la del Muro berlinés 1989), que no sólo significó el triunfo de la democracia sobre el comunismo y de la economía de mercado sobre la estataliza­da, llegándose a decir que la Historia se había acabado. Así éramos de ingenuos pues duró sólo 21 años. El 11 de septiembre de 2011, los Estados Unidos sufrieron el primer ataque en su territorio continenta­l (Pearl Harbour estaba en Hawái) mientras las Torres Gemelas estaban en el corazón de Wall Street. Había surgido un nuevo enemigo bastante más difícil de vencer que el comunismo, que a fin de cuentas es un invento occidental. Me refiero al fundamenta­lismo islámico, con fieles a lo largo y ancho del entero planeta, dispuestos a morir por Alá, algo que los cristianos estamos cada vez más lejos de asumir. Desde entonces, Estados Unidos ha asumido la defensa de occidente, lo que le obligó a luchar en países africanos y asiáticos, como antes lo había hecho en Europa, con notable éxito. Pero algo tiene el islamismo que le hace refractari­o a otras creencias. Para mí, que se deja de abstraccio­nes y va a lo concreto: a lo que hay que comer, vestir, rezar, hacer, da ventajas a los hombres sobre las mujeres. Pero lego en el asunto, prefiero dejárselo a los expertos. De lo que no tengo dudas es de que el pasado 31 de agosto fue otra de esas fechas que marcan el fin de una época y el comienzo de otra. Los soldados norteameri­canos abandonaro­n Afganistán al admitir su presidente que su función no era instaurar una democracia. Y me pregunto si esta nueva edad será tan breve como las últimas o durará siglos, como las anteriores. Sospecho que ni una cosa ni otra, sino algo intermedio, que dependerá de nosotros más que de quienes la trajeron, dispuestos a mantenerla eternament­e. Ojo, pues.

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