En la dirección equivocada
Como dijera Carmen Calvo del anteproyecto de Ley de Memoria Democrática, «una gran democracia se enfrenta con valor, prudencia y justicia a su pasado. Los jóvenes han de saber de dónde venimos», pero no de manera selectiva y parcial. ¿Por qué comprende el periodo 1936-1978? ¿Se pretende obviar la docena de socialistas asesinados entre 1979 y 2008? Cuando menos resulta llamativa la intencionada desmemoria a corto plazo y la gran ‘memoria’ histórica de hechos sucedidos hace más de ochenta años, unida a la falta de empatía con sus propios correligionarios vilmente tiroteados. ¿Qué pensarán los familiares y amigos de Enrique Casas, Fernando Múgica, Francisco Tomás y Valiente o Ernest Lluch de que los ideólogos no arrepentidos, primero verdugos, luego hombres de paz, sean ahora ya de Estado sólo por aprobar unos Presupuestos Generales, prorrogados durante más de dos años, que eliminen los desvelos del más desleal dirigente de nuestra historia democrática?
Estaremos de acuerdo en que cualquier negociación requiere ciertas concesiones, pero no estas que en nada benefician al conjunto de los españoles. Este rosario de acercamientos a las prisiones vascas culmina como no podía ser de otra manera transfiriendo unas competencias que debieran ser inherentes al Estado. Separatistas, golpistas o filoterroristas no son admitidos en el marco democrático europeo por razones obvias. ¿Aspiramos, a ser una gran democracia o a legitimarnos como una república bananera?
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