ABC (Andalucía)

Ser figura es llamarse Andrés Roca Rey, llenar y triunfar

► Con más ambición que ninguno, sale a hombros en una tarde en la que debió acompañarl­e Ortega, autor de bellezas

- ROSARIO PÉREZ SANTANDER

Ser figura es arrimarse con el toro chico y con el toro grande. Ser figura es no aliviarse en Madrid, Sevilla, Bilbao y Pamplona. Ser figura es pasar por los despachos y exigir la tela que uno se ha ganado exponiendo las femorales. Ser figura es ser el primero en agotar las entradas. Ser figura es ser el único en colgar el cartel de ‘No hay billetes’ en una feria. Ser figura es saber que la masa ha venido a verte y, por un camino u otro, devorar la puerta grande y que el cliente se marche contento. Ser figura es llamarse Andrés Roca Rey.

Como nunca el ambiente en Santander: ni una almohadill­a más cabía en la plaza. A reventar. Toreaba el peruano y lo sabían hasta las gaviotas, que sólo se posaron en tejadillo cuando se perfiló para matar. Qué manera de ejecutar la suerte. Para enseñar y enmarcar. Bárbaro cómo le ha cogido el sitio y lo puro que lo traza. Y la afición, claro, lo valoró. Esa misma gente que seguía entrando mientras sonaba el himno nacional. Claro que va a llegar un día en que el último en aparecer sea el limeño y el paseíllo arranque sin el Cóndor.

Roto el paseo, las colas se sucedían como los «¡vivas!» a España. Atrás quedaban los cuatro gatos antitaurin­os y sus maullidos de «tauromaqui­a, terrorismo cultural». ¿Terrorismo­s cultural esa manera de mecer el arte de Juan Ortega? Pobres ignorantes: no verán sus ojos nada así. Debió Garzón, el empresario, dedicar una jornada de puertas abiertas a los animalista­s para que alguno les dijese lo del padre de Búfao: «Niño, a ver si te enteras de lo que estás viendo, que no lo vas a volver a ver en tu vida ». Y menos aún en los informativ­os, que en eso los antis tenían razón. Decían frente al coso de Cuatro Caminos que a esto de los toros le queda un telediario y en eso no iban malencamin­ados. Quien quiera ver toros que vaya a la plaza, que en la tele pública no los verán ni por equivocaci­ón. Pero que se echen a dormir y esperen: mientras nazca un torero con el tirón de Roca Rey el futuro está garantizad­o.

La tarde llevaba su nombre desde que se anunció la Feria de Santiago. Y suya fue, aunque bien hubiese podido salir también a hombros Juan Ortega, con el toreo de más bello sabor. Para paladares exquisitos.

Una bronca se desató en la plaza cuando el palco negó una oreja pedida por mayoría. El mismo que ha dado orejas y hasta rabos sin ton ni son, le racaneó una al trianero por una faena de torera categoría a un toro obediente al que había que perderle pasos y coger el ritmo. Mejor embroque –¡cómo es el de Ortega!– que finales tuvieron la embestida y los muletazos. Pero ¡qué muletazos! Carteles de toros. Y piezas de orfebrería los trincheraz­os, los molinetes, el pase rodilla en tierra o esos ayudados finales. De inmensa torería. ¿Y aquella media genuflexa e inabarcabl­e del saludo? Pero el presidente olvidó las gafas de ver y le mangó el trofeo que, según el reglamento, es del público. «Tonto», «inútil» y «chorizo» fue lo más bonito y reproducib­le que le dedicaron.

Sin prisas las verónicas al quinto, con pausa las tijerillas y de honda despaciosi­dad los ayudados de apertura. A Pardillo, tan justo de vida, había que darle suavidad y no pudo encontrar mejor compañero de viaje. Sin ser tarde redonda –con demasiado enganchón por ese punteo–, fue muy torera e inspirada. Con caros momentos.

Lo más meritorio llevó el sello de Roca en el tercero, un animal con carbón que se vencía, el más exigente del variado conjunto ganadero del Puerto. Expuso el peruano, con asiento y poderío, y dominó por completo a Lirón, que acabó en la puerta de chiqueros de tan podido que se sentía. Había brindado esta faena de oreja a Cayetano por ser su salvador hace justo un año: arriesgó su vida a cuerpo limpio para salvar la suya. Fue un momento emotivísim­o en una tarde en la que Rivera, con el mejor lote (el más complejo fue para el peruano), anduvo con más reposo y asiento de lo que acostumbra, tanto con el bondadoso primero –¡ay, si le toca a Ortega!– como en el cuarto. Roca, que arrancaría con ambición otra oreja al geniudo sexto –se lo dejó crudo y lo acusaría–, se marchó por la puerta grande. Ser figura del toreo también es eso.

Emotivo el brindis de Roca a Cayetano por arriesgar su vida para salvar la suya hace un año

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//SERRANO ARCE Andrés Roca Rey sale a hombros entre la multitud del coso de Cuatro Caminos
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// SERRANO ARCE La derecha de Juan Ortega

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