Dos minutos de mensaje
En Valencia, el general Jaime Milans del Bosch tenía los tanques circulando por la ciudad, y en los alrededores de Madrid dos brigadas de la División Acorazada Brunete habían recibido órdenes de dirigirse a la capital.
El Rey abrió una ronda de llamadas a los once capitanes generales, empezando por los más sospechosos de apoyar el golpe, para ordenarles que no sacaran las tropas a la calle o que los devolvieran a los cuarteles. Algunos tardaron horas en ponerse al teléfono, otros dilataron las órdenes de retirada de las tropas. Solo cuatro de ellos se mostraron desde el principio contrarios a la asonada. Los siete restantes decían▶ «Estoy a las órdenes de
Vuestra Majestad para lo que sea». O, incluso, «obedezco, pero qué ocasión estamos perdiendo». Habría bastado con que algunos hubieran sacado las tropas para que los demás se hubieran animado en un efecto dominó de consecuencias trágicas para España.
Lealtad a la Corona
No fue fácil contener a los capitanes generales, pero al final se impuso la lealtad a la Corona▶ «El Rey me ordenó parar el golpe del 23-F, y lo paré; si me hubiera ordenado asaltar las Cortes, las asalto», afirmó días después el capitán general de Madrid, Guillermo Quintana Lacaci, que fue asesinado años después por ETA.
Con el mensaje del Rey, que se difundió a la 1.13 horas del 24-F, acabó el intento de golpe, aunque Tejero se rindió horas después
Una vez contenidos la mayoría de los capitanes generales –Milans se rindió de madrugada–, el momento más delicado se produjo a medianoche, cuando Armada propuso acudir al Congreso para ser investido presidente de un Gobierno de salvación nacional, la llamada «solución Armada». El general comentó su plan con La Zarzuela y con el general Gabeiras y ambos le expusieron que si lo hacía era a título personal, al tratarse de una propuesta inconstitucional y contraria a la democracia, ya que la votación se celebraría bajo la presión de las metralletas. Además, se le prohibió utilizar el nombre del Rey. Armada argumentaba que su gestión podía evitar una matanza