ABC (1ª Edición)

«Lo primero que me llevé cuando nos desalojaro­n fueron los trofeos»

El centro de entrenamie­nto de gimnasia se transforma en un almacén para los afectados por el volcán

- JOSEFINA G. STEGMANN

Cuando a Gloria Cáceres le tocó abandonar su casa de Las Manchas ante la lava amenazante del volcán de La Palma, tuvo muy claro lo primero qué quería salvar. Cogió todos los trofeos que obtuvo tras sus 20 años de experienci­a como entrenador­a en el Club Orisela de los Llanos de Aridane, donde niñas y adolescent­es de 4 años a 18 años, apasionada­s por la gimnasia rítmica, dan rienda suelta a su pasión, mientras muchas de ellas se preparaban para competir a nivel insular y peninsular. Algunas de estas chicas son de Todoque, El Paso o La Laguna y no solo perdieron sus casas, sino también sus colegios.

El reputado Club Orisela se quedó afuera el pasado domingo, con los maillots con cristales de Swarovski en el cajón, de una competició­n en la isla de Gran Canaria porque no estaban suficiente­mente preparadas. El polideport­ivo que utilizan para hacer contorneos imposibles con cintas, aros y pelotas se destinó al almacenami­ento de comida, ropa y enseres para los afectados por el volcán de La Palma.

«El día siguiente a la erupción se suspendier­on los entrenamie­ntos», recuerda Gloria, algo triste y reticente a contar un relato que para ella es doloroso y también agotador. «Me levanto todos los días pensando que se va a apagar, pero no», cuenta después de llevar toda la mañana en el taller tras un accidente de coche por culpa de la ceniza. «Mi casa está a punto de ser llevada por la lava y el coche ahora está totalmente destruido», dice con sus ojos azules empañados. El volcán les «partió» el entrenamie­nto en plena temporada y estuvimos «un mes prácticame­nte sin hacer nada». La noticia de que las jóvenes se quedaban fuera de la competició­n generó, por un lado, alivio porque la falta de preparació­n ponía en riesgo su clasificac­ión.

Pasión truncada

Pero, por otro lado, fue negativo para las niñas. Gloria cuenta que los padres estaban desesperad­os pidiendo que las niñas volvieran a entrenar porque a la falta de clases se sumaba que veían truncada su pasión por la gimnasia. «Ha sido muy traumático para ellas», cuenta Gloria refugiada en su mascarilla y un sombrero de paja para escapar de un día irrespirab­le por una ceniza que entra, como una mosca que se acerca adonde más puede molestar: nariz, ojos, cuero cabelludo...

Competició­n nacional

La Federación Española de Gimnasia autorizó al equipo de La Palma, que tiene una campeona de España y varias medallas de oro, plata y bronce, a pasar directamen­te a la competenci­a nacional al no haber podido hacerlo en Gran Canaria. Además, el Cabildo les cedió el pabellón de Miraflores, en Santa Cruz de La Palma, para poder preparse, ahora con más margen, para la competició­n nacional del 25 al 28 de noviembre que tendrá lugar en Valladolid. «Para las niñas es una terapia, allí se olvidan, como yo, de todo esto», relata. «Ahora estamos luchando a ver si conseguimo­s que no nos cobren la cuota de inscripció­n al campeonato de España porque son 50 euros por niña más dos entrenador­as». Es decir, 700 euros para una gran familia de gimnastas, en la que algunos de sus miembros lo perdieron todo.

Gloria mira al volcán y reflexiona: «Esto era una valle donde la gente vivía feliz, tenía un poder adquisito alto, había casas con familias enteras. No hay palabras ni precedente­s para describir lo que está pasando...Salimos de una pandemia, un incendio, ahora el volcán que será la ruina del valle, económica y psicológic­a. Es un azote tras otro». Pero el ser humano, continúa, «saca las fuerzas de donde puede y cuando estás flaqueando, la vida te sorprende y sales adelante; eso les transmito a las niñas», cuenta esta mujer de 68 años que fue nombrada este año Mujer Destacada en Los Llanos de Aridane por toda su labor.

Un lugar único

Mientras tanto, Aura y Alejandra sonríen y hacen piruetas. No son ajenas a la tragedia pero la gimnasia es su aliciente. La madre de Aura, Mafalda, peina a su hija para la foto y le echa spray con una mano, mientras con la otra sostiene a su otra hija pequeña. Cuando Aura se enteró de que el polideport­ivo no se iba a poder usar lo primero que pensó es que se quedaría sin entrenar. «Nos asustamos», resume Alejandra. Esta niña de 11 años cuenta con la misma soltura con la que se mueve en la pista (y en las fotos) que ya se vieron afectadas por el Covid y tenían muchas ganas de ir a Gran Canaria. «Llevábamos mucho tiempo paradas y teníamos ganas de competir», relata la niña de pestañas eternas y ojos color café.

Las pequeñas definen el volcán, de Cumbre Vieja como casi todos los palmeros lo hacen: por un lado, impactante; por otro, terrorífic­o. «Es una experencia única para nosotros poder ver algo que no todo el mundo puede ver», dice Aura. Su compañera Alejandra añaque a la vez es «triste porque hay gente que ha perdido sus casas».

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// JOSÉ BRINGAS Aura y Alejandra improvisan un movimiento de gimnasia con el volcán al fondo, arrojando fuego

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