ABC (1ª Edición)

ENCHUFISMO Y ARBITRARIE­DAD

Buena parte de los organismos son la coartada para que La Moncloa gestione sin filtros los 140.000 millones que Europa pueda enviar para rescatar nuestra economía

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El Gobierno de Pedro Sánchez, con más de una veintena de ministerio­s y con el complejo aparato administra­tivo que esa elefantias­is de poder conlleva, es también, con diferencia, el Ejecutivo que más ha inflado el número de asesores de confianza de toda la democracia. La última actualizac­ión de datos a la que está obligado el Gobierno revela que son ya 730 los asesores elegidos discrecion­almente, un número que supera ampliament­e los 604 que había cuando Mariano Rajoy abandonó la presidenci­a, y muy por encima también de los equipos que asesoraban a Rodríguez Zapatero o a José María Aznar. En concreto, 347 de esos 730 están adscritos a la Presidenci­a del Gobierno, lo que supone el 47,3 por ciento del total, prácticame­nte la mitad, de modo que Sánchez y su jefe de Gabinete, Iván Redondo, cuentan con el aparato más amplio de ‘asesoría’ –y enchufismo selectivo– jamás visto en ningún equipo de gobierno.

Este esquema propicia casos tan llamativos como que un secretario general de ‘Asuntos económicos y G-20’, un cargo que razonablem­ente tiene lógica, se sitúe al mismo nivel que el llamado ‘alto comisionad­o para la lucha contra la pobreza infantil’, de quien no se conocen iniciativa­s; o de otro alto comisionad­o, el de ‘España, nación emprendedo­ra’, cuyo titular tampoco parece tener objetivame­nte mucha actividad. Y si existe, resulta bastante desconocid­a e ineficaz. Más allá de la rimbombanc­ia propagandí­stica que pretenda atribuir la Presidenci­a del Gobierno a tan altos cargos, difícilmen­te pueden ser interpreta­dos de otro modo que como una suerte de ‘lobby’ de poder dentro del propio Gobierno. En realidad son una agencia interna de colocación de afines del PSOE y de Podemos sin más expectativ­a que la de recibir un sueldo público en organismos en muchos casos prescindib­les. Por ejemplo, sería útil conocer la actividad real de la llamada ‘Oficina Nacional de Prospectiv­a y Estrategia de país a largo plazo’, en manos de Redondo y, sobre todo, de la llamada ‘Unidad de Informació­n de Transparen­cia’, toda vez que se trata del Gobierno menos transparen­te conocido en cuatro décadas.

El Gobierno no es solo una inmensa estructura que ha terminado por convertir una dirección general de Igualdad en la coartada jurídico-legal para que la pareja de Pablo Iglesias e Irene Montero disponga de niñera permanente a costa de un sueldo público, o para que amigos de juventud de Sánchez accedan a puestos de privilegio en organismos y empresas públicas sin gozar siquiera de la formación necesaria para ello. En realidad, La Moncloa es todo un aparato para hacer creer al ciudadano que hay muchos altos cargos trabajando denodadame­nte para la reconstruc­ción política, social y emocional de España. Pero en realidad solo está para maquillar la realidad con el dinero de todos. El único trabajo de algunas de estas oficinas es el marketing político, con departamen­tos solo dedicados a infravalor­ar la gravedad de la recesión. El ‘escudo social’ del Gobierno es un fracaso, y buena parte de los organismos son solo la coartada para que La Moncloa gestione al margen del Congreso, del resto de partidos y de las propias autonomías, los 140.000 millones que Europa pueda enviar en el futuro para rescatar nuestra economía. La Moncloa ha creado una estructura endogámica, cerrada y opaca cuya gestión ha recibido ya, aunque sea de modo indirecto, el reproche del Consejo de Estado, porque solo es el andamiaje paralelo que servirá a Sánchez para que nadie pueda fiscalizar la distribuci­ón y destino de esos fondos. El enchufismo y la arbitrarie­dad, como banderas.

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