FIN DE CICLO EN ALEMANIA
LAS elecciones regionales celebradas ayer en Baviera constituyen la confirmación del fin de una era, y probablemente no solo en esta región, sino en el resto de Alemania y, por añadidura, en Europa. La pérdida de la mayoría absoluta por parte de la Unión Socialcristiana (CSU) y la debacle sin paliativos del Partido Socialdemócrata tendrán repercusiones en la estabilidad de la coalición en Berlín, pero, por más novedad que represente este resultado, no resultaría del todo inquietante si no hubiera traído consigo la entrada en el Parlamento regional de los nacionalistas de extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD), partido antieuropeo que ha crecido al socaire de la llegada masiva de refugiados desde la guerra de Siria y la política de puertas abiertas de Angela Merkel.
En claro contraste con la desastrosa estrategia del líder de la CSU, Horst Seehofer, los claros vencedores fueron Los Verdes, que precisamente apostaron por una campaña muy crítica hacia el mensaje antinmigración. La región sigue siendo el motor económico de Alemania, la economía funciona como un reloj, el desempleo es prácticamente desconocido por la sociedad y los frutos de la estabilidad política son más que evidentes. No existían, pues, razones objetivas para que los bávaros se sintieran incómodos con su propia situación como para desear un cambio de rumbo, y menos aún para generar un panorama político que lo único que va a ofrecer es incertidumbre en los pactos, debilitando a la canciller Merkel y dejando en el alero el futuro de la gobernabilidad en Berlín. Con los socialdemócratas en claro proceso de descomposición, ya prácticamente inevitable, la política alemana se dirige hacia un terreno muy delicado en el que pueden aflorar los más indeseables espectros del pasado.