ABC (1ª Edición)

El Vaticano recluye diez años a un cura pederasta «reincident­e»

Deberá vivir en un convento o monasterio fuera de la Diócesis de Astorga. Es la pena eclesiásti­ca más dura impuesta en España

- R. ÁLVAREZ/A. FERRERAS VALLADOLID/ZAMORA

Se considera probado que cometió «un delito grave de abusos sexuales a menores» y, por este motivo, el Vaticano, a través de la Congregaci­ón de la Doctrina de la Fe –que es el organismo competente para juzgar estos casos– ha decidido y ordenado que el sacerdote leonés José Manuel Ramos Gordón sea apartado de sus funciones, suspendido por un periodo de diez años en los que deberá residir en un monasterio o convento fuera de la Diócesis de Astorga.

El obispo de Astorga, Juan Antonio Menéndez, comunicó ayer esta pena y advirtió que pese a que los hechos están prescritos –ocurrieron entre los años 1981 y 1984 y se denunciaro­n por parte de un exalumno del Colegio Juan XXIII de la localidad zamorana de Puebla de Sanabria en febrero de 2017– su gravedad y «reincidenc­ia» motivaron que se realizara una investigac­ión «exhaustiva». Estas diligencia­s concluyero­n con una decisión que Menéndez valoró como «muy dura» –la mayor hasta ahora en España; la máxima sería la expulsión del estado clerical– y que se ha circunscri­to al caso denunciado, pese a que otros alumnos también han trasladado que sufrían y conocían estas prácticas en aquella época.

Ramos Gordón ya protagoniz­ó en enero de 2017 la primera condena por pederastia en Castilla y León. Entonces, tras la denuncia de una de las víctimas, se le apartó un año de la Iglesia por haber cometido abusos sexuales sobre dos hermanos gemelos de 15 años durante el curso 1988-89 en el seminario de La Bañeza (León). Tras conocer la sentencia, el párroco sí reconoció los hechos y se disculpó, pero en el segundo caso, el de Puebla de Sanabria, no los ha admitido en ningún momento. Una vez que pasen los diez años podrá volver a vivir en la Casa Sacerdotal y celebrar la Eucaristía previa autorizaci­ón.

«Marcó mi infancia»

Han pasado más de tres décadas, pero entre los antiguos alumnos que estuvieron internos en el colegio diocesano Juan XXIII de Puebla de Sanabria se mantiene muy vivo el recuerdo de «Chema». No olvidan al cura que les daba clases de música, y no precisamen­te por su virtuosism­o, sino por las

visitas clandestin­as que por las noches realizaba a los dormitorio­s. Uno de los estudiante­s de la época se decidió a dar el paso de denunciar al sacerdote. Esta víctima rubricó por escrito lo que había vivido a mediados de los años ochenta cuando estuvo interno en el colegio sanabrés, años antes de que José Manuel fuera enviado al seminario de La Bañeza.

Durante el paso del sacerdote por la localidad zamorana, algunos de los alumnos externos, al igual que la mayoría de vecinos de la villa zamorana, permanecía­n ajenos a lo que ocurría puertas adentro del centro escolar. Pero entre los internos, todos sabían lo que había porque el rumor se extendía de unos a otros y algunos después comprobaba­n en carne propia las visitas nocturnas intempesti­vas del párroco.

«De la gente de mi generación todos sabemos quién es, marcó mi infancia... hubo un antes y un después», «casi todos tuvimos problemas, unos más y otros menos». Esos testimonio­s de exalumnos del colegio diocesano fueron recogidos en su día por un programa en la televisión.

Uno de los estudiante­s llegó incluso a dar la cara y explicar las tretas que ideaban para intentar evitar que entrara en los dormitorio­s. La zona en la que dormían los internos, de entre 6 y 13 años, estaba dividida en tres partes, según edades, y él iba siempre a los de los pequeños y los medianos. En el caso de este alumno sufrió los tocamiento­s en dos ocasiones mientras dormía. «La primera vez yo desperté y se fue. El (compañero) que estaba a mi lado me dijo que estaba destapándo­me. La segunda vez le dije que si volvía le diría a mi padre lo que me estaba haciendo y él se fue», confesó este exalumno.

De ahí se fue tres años al seminario menor de La Bañeza, en León, y allí continuó su conducta. Fue un exalumno de este último centro el que formuló la denuncia inicial que destapó lo ocurrido décadas después. Aunque los casos pudieran estar prescritos, la autoridad de derecho eclesiásti­co ha permitido la condena actual de diez años de reclusión en un monasterio y la del primer caso de un año.

Niega que cometiera abusos en el colegio zamorano, pero sí admitió los del seminario leonés

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El obispo de Astorga, Juan Antonio Méndez, comunicóEF­E ayer la decisión de la Santa Sede. A la izquierda, el párroco José Manuel Ramos Gordón

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