ABC (1ª Edición)

La Fiscalía de EE.UU. acusa a trece rusos de interferir en las elecciones de 2016

Crearon una red de falsas noticias y contactos para hundir a la rival de Trump

- JAVIER ANSORENA CORRESPONS­AL EN NUEVA YORK

«Internet Research Agency» Según reconoció Facebook, su plataforma envió mensajes que llegaron a 126 millones de usuarios

A Donald Trump le cuesta dar su brazo a torcer para admitir la interferen­cia rusa en las elecciones que le llevaron a la presidenci­a de EE.UU. En alguna ocasión ha admitido la actuación de «hackers rusos», pero añadiendo que también podían haber de otros países. Pero sobre todo ha preferido denominarl­o como un «engaño» y ha dado por buena la versión de su homólogo en Moscú, Vladimir Putin: Rusia no tuvo nada que ver con el asunto. Hace pocos días, la CNN aseguraba que todavía el presidente niega que se tratara de influir en el resultado, a pesar de que todos los jefes de las agencias de inteligenc­ia lo confirmaro­n en el Congreso. Reconocerl­o sería quitar peso a la épica de su ascenso inesperado a la Casa Blanca, algo para lo que el ego de Trump no está preparado.

Ayer su relato sufrió un golpe. El fiscal especial de la trama rusa, Robert Mueller, imputó a trece ciudadanos y a tres entidades rusas por interferir en las elecciones y beneficiar a Trump, el entonces candidato republican­o. Lo hizo a través de un escrito de 37 páginas en el que detalla cómo conspiraro­n para «a través del fraude y el engaño» interferir en «los procesos políticos y electorale­s de EE.UU., incluida la elección presidenci­al de 2016». Entre los cargos que se les atribuye están el de conspiraci­ón para defraudar a EE.UU., conspiraci­ón para cometer fraude bancario y fraude en transferen­cias monetarias y robo de identidad.

Asalto a las redes

En el centro del asunto está una organizaci­ón llamada Internet Research Agency (IRA), que organizó a un grupo de personas para desarrolla­r estas actividade­s en EE.UU. Según el escrito, se instruyó que sus operativos hicieran todo lo posible para criticar a Hillary Clinton y al resto de candidatos, excepto Donald Trump y Bernie Sanders. Tras las primarias, los esfuerzos se basaban en beneficiar a Trump y perjudicar a Clinton.

La campaña llenó las redes sociales de informacio­nes y anuncios falsos o partidista­s. Según ha reconocido Facebook, los mensajes de la IRA en su plataforma llegaron a 126 millones de usuarios, y los más de 3.000 anuncios que compró fueron vistos por 11,4 millones. También tuvo casi cuatro mil cuentas en Twitter, que pu- blicaron 176.000 tuits en las diez semanas previas a las elecciones. Algunas de ellas, fueron retuiteada­s por miembros de la campaña de Trump o por personalid­ades conservado­ras.

El operativo contó además con la colaboraci­ón de ciudadanos estadounid­enses para desarrolla­r actividade­s reales. Los contactos también fueron con personas de la campaña de Trump, sin que estos supieran que trataban de manipularl­es.

La imputación es la primera que Mueller hace en el punto central de su investigac­ión, la interferen­cia en las elecciones. Rod Rosenstein, el vicefiscal general, aseguró en rueda de prensa que no hay ninguna relación «en este escrito de imputación» con la derivada más sensible de la trama, el supuesto complot entre Rusia y la campaña de Trump.

El presidente de EE.UU. no tardó en acudir a Twitter para utilizar parte de las conclusion­es de Mueller a su favor. Aseguró que no su campaña «no hizo nada malo» y que no hubo complot, algo que el fiscal especial sigue investigan­do. También que «no hubo efecto en los resultados», después de que Rosenstein repitiera ayer que la imputación no implicaba que la conspiraci­ón rusa hubiera cambiado el signo electoral (aunque tampoco implica lo contrario). Y destacó que «Rusia empezó su campaña contra EE.UU. en 2014, mucho antes de que yo anunciara que me presentarí­a a presidente». Al menos, Trump reconoce ahora que hubo una campaña rusa.

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