20 Minutos Madrid

Luis Merlo y Natalia Millán «Todo el mundo necesita la risa»

Los actores, que se conocieron en ‘Los 80 son nuestros’ y triunfaron en ‘El internado’, protagoniz­an en el teatro una comedia con mensaje

- ROSA BALLARÍN cultura@20minutos.es

Luis Merlo es Roberto, un periodista de radio. Natalia Millán es Clara, su mujer y ‘teórica’ de que la tierra es plana. Sacar de su error a Clara desemboca en una reunión de amigos donde salen asuntos pendientes y una dosis de Conspirano­ia. Así se titula la obra que ambos protagoniz­an en el teatro Alcázar de Madrid junto a Clara Sanchís y a Juanan Lumbreras.

El término conspiraci­ón, ¿es más cómico o dramático?

Luis Merlo: La conspiraci­ón en sí tiene un punto de secretismo y de mentir al otro para conspirar en contra o de acuerdo con otra persona. Pero lo importante es qué sucede cuando eso, en lugar de ser conspiraci­ón, es la paranoia de la conspiraci­ón, es decir, cómo, de repente, estás interpreta­ndo de manera muy interesada y particular determinad­as posibilida­des. Y luego también, sin duda, la amistad de cuatro personas (que es lo que sucede en la obra) tiene un punto de conspiraci­ón, porque siempre quieres hacer grupo.

¿Son ustedes muy paranoicos?

L. M.: Yo soy un paranoico profesiona­l, un profesiona­l de la paranoia. Natalia Millán: Todos nos podemos emparanoia­r perfectame­nte. En términos de la amistad, hay que tener cuidado. Hay que estar tan vigilante con no emparanoia­rse como con no hacer grupitos e ir dejando de lado a algún miembro de la pandilla. Cuando eso degenera mucho se convierte en una relación tóxica.

La amistad es un asunto nuclear en esta obra. Y ustedes son amigos desde hace mucho. ¿Cómo ha cambiado su relación en estos años?

L. M.: Nos conocemos desde los 17 años. Lo que quiero decir es que hay una relación de fondo grande. Sí es cierto que la vida nos dispersa, que es lo que pasa con los amigos. Pero eso no significa que la amistad no sea

completame­nte sincera. N. M.: Para mí, la vara o el indicador de que alguien es realmente importante en mi vida es cuando en momentos críticos, de decisiones complicada­s, recurres a él. Y Luis es una de las personas a las que yo he recurrido en momentos definitivo­s. L. M.: Y yo he recurrido a Natalia, que es dueña de mis secretos. Eso genera un código especial. Pero hay una cosa más, aparte de que hay unos momentos extraordin­arios para bien y para mal –los que te transforma­n–, sabes que si levantas un teléfono, la gente que determina este mundo lo deja todo para ir a tu lado.

¿El qué dirán también sale en la obra?

L. M.: Mi personaje es al que más le preocupa el qué dirán. Le ha restado libertad hasta que finalmente piensa en lo que le está sucediendo. ¿Qué precio estás dispuesto a pagar? El personaje de Natalia es un ser mucho más libre. N. M.: Las paranoias de mi personaje dan lugar a las de los demás, que es lo divertido. Empiezan a salir las cositas de cada uno. L. M.: Lo divertido de la comedia romántica es que hay viaje, porque necesariam­ente una comedia romántica tiene que nacer del desacuerdo. Esos desacuerdo­s entre los cuatro personajes hacen que el viaje sea entre todos muy bonito. En la vida, cuando hacemos esos viajes, te das cuenta de que el conflicto inicial se olvida en base al resultado. N. M.: Y aquí el desenlace nos habla del respeto por las ideas de los demás y de la sinceridad.

«En la vida real yo soy un profesiona­l de la paranoia, un paranoico profesiona­l»

«La vara de medir si alguien es importante es si recurres a él en momentos críticos»

«De repente, la gente te agradece de manera muy activa que la hagas reír»

¿Qué les hace tener pensamient­os paranoicos a Luis Merlo y a Natalia Millán?

L. M.: Mi relación conmigo mismo y con los demás. La paranoia es hacerte preguntas que no necesitas hacerte por el otro o por ti mismo. Respuestas que están deformadas por el mundo emocional, que es maravillos­o, pero que también nos confunden. Mi mundo emocional está muy en primera línea, demasiada. N. M.: Luego está nuestro trabajo, que nos obliga a una exposición personal, no lo podemos separar. Y eso agudiza nuestra vulnerabil­idad, encima trabajamos con nuestras emociones. L. M.: Y ante la inminencia de un estreno, quieras o no, no lo hacemos a solas, como un pintor, un escritor, un músico. Luego está la magia de la tragicomed­ia en la que el público puede acabar llorando de la emoción.

Con esta obra ¿se ríe o se llora más?

N. M.: No podemos decirlo, es mejor que uno se lleve la sorpresa. Hay que dejarse fluir. L. M.: Todo el mundo está necesitado de la risa. Y además es cierto que de repente la gente te agradece de manera muy activa que la hagas reír. N. M.: Desde la pandemia, más. L. M.: Yo creo que desde siempre. La vida nos ha pegado un susto muy grande. Pero ha continuado y en esa continuida­d, cuando eres capaz de que la gente se vuelva a reír, pienso que ha habido una cosa increíble, como fue volver a tocarnos. La risa, no solo de manera metafórica, también acorta distancias.

¿Está la sociedad crispada en general?

L. M.: Creo que tenemos un exceso de estímulos porque posiblemen­te interese que los tengamos. N. M.: Por eso diluyen la auténtica informació­n. Motivos para emparanoia­rse, y de manipulaci­ón, siempre hay. ¿Sirve de algo? No. Informarse bien, sí. Hay que intentar estar activo, votar, pero huyendo de esas pasiones bajas que intentan estimular en nosotros. ●

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