Orbán, la oveja negra
Hungría es un país digno e interesante, pero el personaje que preside su Gobierno, sin prisas para tomarse vacaciones, se ha convertido en un político impresentable. Cabría añadir que nefasto, al menos para Europa. Desde que el país se incorporó a la UE de manera más bien precipitada, no ha parado de crear problemas al funcionamiento y las estrategias de integración de la Organización.
A veces cuesta comprender la paciencia con que aguanta Bruselas, quiero decir el Consejo de Europa, a su desacato a los acuerdos y a su comportamiento que recuerda al de los sicarios soviéticos que gobernaron en Budapest sometidos a las órdenes de Moscú. Recuperada la democracia, él ha heredado las intenciones imperiales de años de dictadura comunista.
Se le apoda como la oveja negra de la UE, para la cual no existen razones conciliadoras de la unidad que necesitan los Veintisiete para seguir avanzando. Primero se negó a cumplir principios sobre la emigración reprimiendo sin contemplación a los que osaban cruzar sus fronteras. Solo amenazas en los recortes de las ayudas económicas a las cuales no renuncia le llevaron a ceder en otros acuerdos.
Ante la agresión de Rusia contra Ucrania se mostró reacio a ayudar al vecino agredido y en los últimos días, aprovechando que su país presidía la Unión, se reunió con Putin y con su socio chino Xi Jinping, igual que con el expresidente norteamericano y candidato a la reelección Trump, en medio de las dudas sobre la capacidad de Biden para mantener su candidatura.
Tampoco es desdeñable la iniciativa de agrupar a los movimientos ultras de diferentes países, entre ellos Vox, todos opuestos a la UE y sus progresos, en un grupo de influencia y decisión beligerante, en el Europarlamento que acaba de estrenarse. Todo lo que de Orbán cabe esperar, ya es conocido: incordiar para que la Europa comunitaria recupere sus fronteras. ●
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