Maestras buscan ayudar y el gobierno no las deja
Relatan manejo insensible, fugas que no se informaron debidamente y burocracia que entorpece el bienestar de los tres menores
El destino de Ana (nombre ficticio para proteger su identidad), estudiante de 16 años con promedio de 4.0 puntos, organizada y con amor por las matemáticas y el modelaje, está en jaque y el Departamento de la Familia (DF) carga con una gran parte de la culpa, según quienes conocen de este caso.
Al igual que Ana, el futuro y la estabilidad de sus hermanos de 14 y 8 años también son inciertos.
En tan solo un mes, la chica ha dormido bajo cuatro techos distintos. De uno de los hogares se escapó junto a otras siete menores en un suceso cuyo manejo fue deplorable y en el que aparentemente no se siguió el protocolo, mientras que los altos mandos de la agencia nunca tuvieron conocimiento de manera oficial, alegan maestras de los menores.
El hogar donde la jovencita estuvo más a gusto recientemente dejó de ser una opción de manera abrupta, según denunció Brenda Mercado, maestra de matemáticas.
La instructora y sus compañeras de trabajo en el colegio donde estudian los tres menores se han identificado con ellos, los ayudan, les compran comida, pero están indignadas porque entienden que la agencia que debe protegerlos ha manejado el caso de forma terrible.
Historia torcida
Es difícil establecer cuándo fue que el rumbo de estos menores comenzó a torcerse.
Quizás fue cuando la madre de los niños le dio una pela al más chiquito en la escuela, que aterrorizó a los otros menores, y a la maestra que los ayudaba en ese momento con las asignaciones radicó una querella que aún está pendiente.
O quizás comenzó cuando el padre, quien tenía la custodia de los dos mayores, murió repentinamente en verano del año pasado. Los chicos sospechan que la muerte fue provocada por la misma madre, pero no tienen pruebas porque no se les ha entregado el informe de autopsia que se solicitó al Instituto de Ciencias Forenses (ICF).
O quizás el origen de esto fue mucho antes, cuando Ana era mucho más chiquita y recuerda episodios de maltrato en su casa.
El asunto es que desde la radicación de la querella por la maestra Lakchmy Ortega tras el incidente en la escuela, en octubre de 2014, los niños han saltado de hogar en hogar.
En marzo, Ana le dijo a Brenda, que es su maestra de matemáticas, que no sabía si regresaría a la escuela porque la tenían que mover del lugar donde estaba viviendo por órdenes del DF. Brenda dijo a Primera Hora que se sorprendió tanto, se preocupó y se sintió tan conmovida que le preguntó si quería irse a su casa. La niña dijo que sí.
“Ella estuvo dos meses en mi casa, tranquila… hizo buena conexión con mi hija, que es de su edad. Yo entiendo que estaba bien”, indicó sin poder evitar que se le salieran las lágrimas.
En ese periodo, la trabajadora social del DF, identificada como Anette Rodríguez, acudió a la escuela y le preguntó a Brenda si era la persona que se había hecho cargo de la menor. “Yo le dije que sí y ella me dijo: ‘ah, pues muy bien’. Y yo le digo: ‘¿pero no me vas a preguntar mi nombre o mi teléfo- no?’... y ella: ‘¡ah!, sí, sí’ ”.
Pero en ningún momento en esos 64 días fueron a su casa para corroborar que la nena estuviese bien o que las condiciones en el hogar fueran adecuadas.
El viernes 8 de mayo, la trabajadora social llamó a Brenda y le indicó que tenía que llevar a la niña al Hospital Hoare de Santurce, pero nunca le explicó ni por qué ni para qué. Ni siquiera se quería identificar en un principio con la excusa de que Brenda no era familiar de Ana.
La maestra, que quería hacer las cosas bien, la llevó y pidió información. A duras pe-
Nunca les preguntaron a ellos ni cómo se sentían... no hay empatía”
CARMEN G. RODRÍGUEZ
Directora
nas le dijeron que había culminado el periodo de transición reglamentario y que debido a que ella no tenía una certificación del DF no podía seguir cuidando a la menor. Brenda les recriminó que nunca la orientaron acerca de que tenía que hacer esa gestión o le removían a la niña.
“Fue una cosa bien atropellante. Se llevaron a la nena, le hicieron un chequeo en el hospital, pero no me permitieron hablarle. Yo quería asegurarme de que yo no la iba dejar allí con cualquiera y quería asegurarme de que si la entregaba fuera bien… Pero no me permitieron hablarle, ni explicar- le que yo no la estaba abandonando, que esas eran las reglas, no le pude decir que yo iba a buscar que me certificaran para poder volver a tenerla en casa”, lamentó.
Esa noche Brenda abandonó el hospital porque la trabajadora social le dijo que si permanecía allí ellos no se iban a mover. Otras maestras también estaban allí y vieron cómo el nene de 14 años arrancó a correr cuando la agencia se disponía a trasladar a los menores. Nadie lo encontró esa noche, ni las dos siguientes.
Las maestras cuentan que acto seguido se lanzaron a buscarlo en las comunidades
aledañas y hablaron incluso con quienes entienden eran manejadores de puntos de drogas para explicarles y perdirles que no le hicieran daño. La trabajadora social llamó a la Policía, pero para decir que las maestras estaban entorpeciendo, afirmó Lachmky.
El nene apareció el lunes en la escuela en buen estado.
A la niña se la llevaron a un hogar en Cupey, le quitaron el celular y la dejaron incomunicada.
“Es como si prefirieran que estuviera con un extraño y no con una maestra”, sentenció Brenda.
Dos semanas después, el DF la trasladó a otro hogar en Arecibo, aún cuando no había culminado sus clases en Santurce. Pero la chica, junto a otras siete menores de edad, se fugó.
Las muchachas se escondieron en una zona de malezas y un perro de una casa cercana comenzó a ladrar. El dueño de la casa las descubrió y en un gesto noble les permitió usar el teléfono. Ana llamó a Brenda, quien no lo pensó dos veces y la fue a buscar. Pero para no volver a confrontar problemas con los procedimientos gubernamentales la llevó a la Unidad de Emergencias del DF en la avenida Barbosa, donde Ana pasó el fin de semana. Es- tando allí, la maestra se topó con la secretaria del departamento, Idalia Colón, y la abordó. La titular no sabía nada de la fuga.
“Yo no soy familia de ella, cierto, pero es que el Departamento lo que está es desestabilizando más”, declaró Brenda.
La directora de la escuela, quien fue trabajadora social previamente, también indicó lo que entiende son las deficiencias en el trato del DF a los niños y en el manejo del caso.
“Nunca les preguntaron a ellos ni cómo se sentían, nunca tomaron en conside-
ración sus sentimientos”, destacó Carmen Gloria Rodríguez Rivera.
“Yo no voy a permitir maltrato en esta escuela... yo les dije a los del Departamento de la Familia que ellos tenían que velar por el bienestar emocional de los tres y como que se molestaron. Yo sé que no han trabajado esto como deberían. Y el dolor que le da eso a uno. Del gobierno no hay empatía”, afirmó la directora.
Por su parte, Mayra Santana Dastas, la maestra de ciencias, indicó que los menores han sufrido mucho y que no han recibido ayuda sicológica de parte de la agencia.
En ocasiones los mismos maestros les han tenido que comprar comida y hasta juntaron para poder comprarles ropa para la graduación.
“Después vienen y dicen que estamos entorpeciendo”, se quejó.
A sólo días para que se vea en corte el caso por alegado maltrato, las autoridades están empezando a repetir la teoría de que la versión de Ana sobre lo que ha ocurrido en su familia son inventos porque está rebelde, lo que a juicio de las maestras es volverla a victimizar.
“Ella ya no habla tanto como antes. Ahora está como más retraída... ha rebajado de forma descomunal y me parece que se ha puesto en peligro su vida y la de sus hermanos”, declaró Brenda.
Lynette Moreno, portavoz de prensa de la Administración de Familias y Niños (ADFAN), del Departamento de la Familia, dijo ayer que que las reglas para remover niños de hogares son bien claras: un menor de edad no puede estar en un lugar sin certificación ni licencia.
Sobre las denuncias indicó que tenía que recopilar más información y se comprometió a dar nuevas contestaciones esta semana.