PERROS PARA UN BUEN CORAZÓN
En principio, me pareció inverosímil un reportaje recién publicado en la revista “Circulation: Cardiovascular Quality and Outcomes”, una importante publicación del American Heart Association. En ese artículo concluyen que los dueños de perros viven más tiempo. Ya conocíamos varios beneficios de tener un perro. Por ejemplo, los niños criados con perros padecen menos de asma y de alergias. En 2013, la American Heart Association, usualmente muy cautelosa en sus manifestaciones, proclamó que “el poseer un perro probablemente se asocia con un riesgo menor de enfermedad cardiovascular”. Sin embargo, los datos en cuanto a si tener un perro se asocia con una disminución en mortalidad, hasta ahora habían sido conflictivos. Por esta razón la Dra. Caroline Kramer, de la Universidad de Toronto, decidió llevar a cabo un detallado metaanálisis de 10 estudios ya publicados donde investigaron la mortalidad en casi cuatro millones de sujetos.
En su análisis, la Dra. Kramer encontró que los dueños de perros tenían un riesgo de morir 24% más bajo que los que vivían sin perros, y un 31% menor riesgo de muerte específicamente por causas cardiovasculares. Pero lo más impresionante para mí, fue otro hallazgo: en aquellas personas con un historial de haber sufrido un ataque cardiaco en el pasado, el riesgo de morir fue mucho menos. En estos, la mortalidad fue un 65% más baja en comparación con los que no tenían perros.
En otro estudio separado, en ese mismo número de la revista, la Dra. Tove Fall, de la Universidad de Uppsala, en Suecia, estudió 181,696 personas que sufrieron un ataque cardíaco, y otras 154,617 que sufrieron un derrame cerebral durante el mismo período. Los pacientes con ataques cardíacos que tenían un perro demostraron un riesgo 33% menor de tener otro ataque. Para los pacientes con derrame cerebral, el riesgo de otro accidente cerebrovascular fue un 27% menor.
Los científicos puristas pueden señalar, con razón, que la observación de que tener un perro se asocia con una mayor supervivencia no es prueba de causa y efecto. También pueden argumentar que las investigaciones de más peso son los llamados estudios aleatorizados. En este caso, a la mitad de los sujetos se les regalaría un perro y a la otra mitad no. Luego se seguirían por 10 a 20 años para determinar si vivían más. Se pueden imaginar las dificultades logísticas y el costo de llevar a cabo un estudio como ese.
Sin embargo, existen algunos estudios previos al de Kramer y Fall, que sugieren que las conclusiones de estos dos estudios son válidas. Por ejemplo, hay un estudio en que a la mitad de 48 sujetos hipertensos se les asignó un perro y a la otra mitad no. A los seis meses, los que tenían un perro demostraron una respuesta cardiovascular disminuida al aplicarles estrés mental. Además de este dato, se ha observado que el acariciar un perro puede disminuir la presión arterial. Otra posible explicación es que los dueños de perros se ejercitan más al pasear a sus animales. Considerando todos estos datos, no debiera sorprendernos el que los pacientes cardiacos se beneficien de tener un perro.
Cuando mi esposa se enteró de esta noticia, se puso muy contenta porque tenemos cuatro. Sin embargo, en estos estudios no se exploró la correlación entre la mortalidad y el número de perros que se poseían. Conozco a alguien que tiene diez.
Dice el refrán, 'si tienes miedo cómprate un perro”' Y yo digo… si has tenido un ataque cardiaco, rescata uno o dos perros, así vivirás más”
Imagínense… si fuera así, esta persona sería inmortal. Lo siento, pero no creo que funcione de esa forma.
En resumen, los datos son bastante convincentes. Según los autores, no tienen conflictos de interés en el asunto, pero no especificaron si alguno de ellos es dueño de una tienda de mascotas.
El Dr. Dhruv S. Kazi, de Beth Israel Deaconess Medical Center, en Boston, escribe en un editorial que acompaña el estudio: “Dada la magnitud del beneficio potencial, y probablemente el poco o ningún daño, estos hallazgos deberían alentar a los médicos a discutir la adopción de mascotas con sus pacientes, particularmente los que padecen enfermedades cardiovasculares preexistentes y aquellos que viven solos”. Dijo Kazi en una entrevista telefónica: “Hemos sabido por mucho tiempo que las mascotas mejoran nuestras vidas, pero saber que se traduce en una mejor salud cardiovascular es muy emocionante para aquellos de nosotros que nos gustan los perros y trabajamos en el campo de la cardiología. He querido un perro durante 40 años, y estos datos finalmente me convencieron que debo conseguir uno”. Pues recomiendo a Dr. Kazi y a todos los lectores que en vez de comprar un perro, visiten un centro de adopción de animales. No se arrepentirán.
Dice el refrán, “si tienes miedo cómprate un perro”. Y yo digo… si has tenido un ataque cardiaco, rescata uno o dos perros, así vivirás más. Pero no debemos ser egoístas… pensemos también en los perros que sin duda también vivirán más, especialmente si son rescatados como Chori, uno de los cuatro míos, que vivía de las sobras de las iguanas muertas que no se comían los otros. Esta es una situación clásica de “win-win”, en la que todos ganamos, tanto los perros como los dueños, y hasta los veterinarios. Aquí nadie pierde.
Para finalizar, propongo un estudio donde a la mitad de los pacientes admitidos a la Unidad Coronaria por causa de un infarto cardiaco, se les asigne compartir la cama con un perro y a la otra mitad se le trate de la forma usual, sin perros. Suena un tanto extremo y no estoy seguro de que ni el Comité de Ética de mi hospital ni el Director Médico, vean con buenos ojos esta propuesta, pero ¿por qué no? Quizás el hospital pueda cobrarle al seguro médico la estadía del perro en la Unidad Coronaria y, si el estudio rinde resultados positivos, entonces también podrán cobrar el perro como si fuera un medicamento.
La situación económica actual está muy difícil y hace falta más ingresos para mantener los hospitales a flote.