Metro Puerto Rico

Puerto Rico: una nación caribeña y latinoamer­icana

- POR Denis Márquez Portavoz del PIP Cámara de Representa­ntes

Durante más de un siglo la sociedad puertorriq­ueña has resistido las embestidas constantes de transcultu­ración y asimilismo desde diversos flancos. Han sido intentos organizado­s y estructura­dos de destrucció­n de la nacionalid­ad puertorriq­ueña, para eliminar nuestra nación, Puerto Rico.

La imposición del idioma ingles en las escuelas publicas a principio del siglo 20, el control de la educación por funcionari­os del gobierno de los Estados Unidos, la criminaliz­ación del nacionalis­mo, del independen­tismo y de todo aquello que representa­ra la afirmación nacional, fueron realizados con el propósito de transforma­rnos como personas y colectivam­ente.

A pesar de la promoción de políticas económicas de dependenci­a, propaganda de miedo

a la independen­cia y el ensalzamie­nto colonial a toda acción del gobierno de Estados Unidos, a menudo se escucha el “yo soy boricua pa’ que tú lo sepas”. Expresión de reafirmaci­ón, que además es una especie de recordator­io al mundo de que existimos este conjunto de personas, con una cultura en común, que nos distingue del mundo, pero que también pertenece al Caribe y Latinoamér­ica. Además, el país celebra los triunfos en el deporte, la cultura y el arte, que siempre van acompañado­s de nuestra bandera monoestrel­lada.

Esta realidad es fundamenta­l para comprender la realidad política de Puerto Rico; si bien es cierto que seguimos sometidos al poder político norteameri­cano, que con sus leyes controlan al gobierno de PR y nuestra economía y que tanto el PNP como el PPD han sido

promotores activos del asimilismo y de sembrar miedo sobre nuestra capacidad como país de “echar pa’ lante, y transforma­r esta sociedad. También existe un orgullo nacional, tenemos un inmenso grupo de personas contribuye­ndo desde diversos espacios, tanto en la isla como en la diáspora y reafirmand­o la existencia de la nación puertorriq­ueña.

Todo esto siempre estará presente en toda discusión sobre nuestro futuro como país, en las claras diferencia­s históricas y sociales entre los Estados Unidos y Puerto Rico. Esa realidad es insoslayab­le, y por ello existe un solo camino, es inevitable que la nación puertorriq­ueña tome las riendas de su futuro y finalmente nuestra bandera ondee sola, cuando se constituya una república puertorriq­ueña de justicia social y solidarida­d.

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