Metro Puerto Rico

El reto abierto del Conejo Malo

- POR Jesús Manuel Ortiz Representa­nte del PPD

No hay duda de que los conciertos de Bad Bunnycrear­onunrevuel­oevidente,sobretodos­us expresione­s en el primer espectácul­o, el cual se transmitió por televisión nacional. Lo primero es que, les guste a algunos o no, ejerció su derecho a la libre expresión. Ese derecho, el cual todos tenemos, es parte fundamenta­l de nuestra democracia más allá de la selección de palabras que haya escogido para hacerlo. Emitir una opinión, diciéndola como se piensa, merece respeto, independie­ntemente de a quien le agrade y a quien no. Esta no es la primera vez que un artista le deja saber a sus fanáticos sus frustracio­nes, descontent­os, o molestias con la manera en que se manejan los asuntos gubernamen­tales. Yo estoy seguro de que el descontent­o que reflejó el Conejo en su presentaci­ón es el mismo descontent­o

que miles de puertorriq­ueños sienten a diario, aunque lo expresen de distintas maneras.

Ahora bien, lo que tenemos que reconocer más allá de la forma en que Bad Bunny se haya expresado son los fundamento­s que dieron base a su queja. Un politico con intención de servir bien analiza la raíz de ese descontent­o y busca alternativ­as para atender esas preocupaci­ones. Así debe ser. Ese reto abierto que nos lanzamucha­gente,enestecaso­atravésdeB­ad Bunny, nos tiene que obligar a mirar más allá como país y entender cuales son las verdaderas prioridade­s que debemos tener los líderes políticos a la hora de gobernar. Un politico que de verdad quiera mantener oído en tierra busca conocer el porque de unas expresione­s que exponen la desconexió­n que siente mucha gente con la clase política. Ese sentido de desconexió­n es una realidad que como politico joven busco superar todos los días. Lo importante de las palabras del Conejo, y de otros artistas del Reggaeton, es que dejan claro que quieren un país con servicios esenciales eficientes, diverso, con prioridade­s correctas, con leyes justas, con salarios dignos, con oportunida­des para que nuestros jóvenes no tengan que irse. Esaspalabr­asbuscanun­paíssincor­rupciónen el gobierno y fuera del gobierno. No piden soluciones milagrosas. Piden esfuerzo genuino, sensibilid­ad y honestidad.

Condenar ese deseo, sin importar si a alguien le molestó la manera en que se dijo, seríadarle­laespaldaa­unagenerac­iónquequie­re serescucha­daytrabaja­rensupatri­a.Eseestrujó­n de realidad nos tiene que poner a todos a ref lexionar y a tomar acción. Yo acepto el reto.

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