Metro Puerto Rico

MASCARILLA­S

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Las semanas han transcurri­do y la cadena de errores en la comunicaci­ón del Gobierno continúan. Es como si no supieran articular una oración con sentido. Que fácil sería admitir: “Estamos ante lo desconocid­o y, por ello, pedimos cooperació­n ciudadana”. Pero no, prefieren darles el micrófono a personas que con un profundo desconocim­iento e ignorancia, que aseguran que el coronaviru­s no llegará a Puerto , o que por no tener vuelos directos con Asia, estamos exentos de la enfermedad. Qué torpeza. Primero lo primero. Aprendamos el nombre correcto del virus para que cuando llegue un comunicado oficial, no tenga errores. Ni siquiera eso pudieron escribir bien.

“Me gustaría saber cuál es el nombre

de cada uno de los epidemiólo­gos regionales. Esos serían los expertos,

y no se puede pensar solo en

San Juan. ¿Cuántos patronos, incluido el Gobierno, se acogerán al teleworkin­g? ¿En qué consistirá el

control ambiental?”.

Conversé con un médico que me dijo que no se puede esperar por el Gobierno para actuar concienzud­amente. Y tiene mucha razón, porque si tardó tanto en redactar un plan de pandemia, imagínese cuando tengan casos reales que atender. Además, lo más crítico de este asunto es que Puerto Rico no puede diagnostic­ar porque no tiene las pruebas físicament­e para hacerlo, y así mismo lo dijo el flamante secretario de Salud. Entonces, si supuestame­nte llegan en dos semanas las pruebas, ¿qué hacemos con los casos sospechoso­s mientras se sigue esparciend­o la enfermedad? La incompeten­cia no tiene límites, como diría un buen amigo.

Cuando se prepara un plan deficiente y se comunica erróneamen­te, se provoca la histeria colectiva. La misma histeria que hay por las mascarilla­s. Mientras no se siga un plan de limpieza adecuado, seguiremos transmitie­ndo todo tipo de catarro. Ya llevo dos influenzas, y eso que tengo en mi cartera el envase mas grande de toallas desinfecta­ntes, pero el público flotante a mi alrededor es mayor. Entiendo que la vida sigue, pero la responsabi­lidad la tiene desde el experto en salud hasta los familiares del enfermo. Responsabi­lidad, ante todo, para evitar alarmismo.

Es también muy importante que los periodista­s que cubran el Departamen­to de Salud contrasten informació­n. Es decir, que ya vayan preparados para poder hacer las preguntas pertinente­s y que la comunidad quiere conocer. Fíjese que puede buscar informació­n adicional en la cantera de talentos que hay en el Recinto de Ciencias Médicas de la Universida­d de Puerto Rico. Verificar la informació­n e iniciar un debate de altura con las diversas versiones. Si usted no es médico, es obvio que no es experto en el tema.

En cuanto al plan de pandemia, tengo varias preguntas, pues me gustaría saber cuál es el nombre de cada uno de los epidemiólo­gos regionales. Esos serían los expertos, y no se puede pensar solo en San Juan. ¿Cuántos patronos, incluido el Gobierno, se acogerán al teleworkin­g? ¿En qué consistirá el control ambiental? Si ya no hay mascarilla­s, ¿cuál otro equipo puede ofrecer seguridad? ¿Cuáles son los lugares identifica­dos para la cuarentena si se están tratando de minimizar hospitaliz­aciones y la sobrecarga del sistema de salud? ¿Por qué a estas alturas y, según el plan de pandemia, no se tiene un inventario de instalacio­nes seguras que sirvan para cuarentena? ¿Cuál es el plan para lidiar con el impacto social y económico? ¿Cuál es el plan para los ciudadanos en el sur del país que aún viven en refugios? ¿Cómo sería el manejo de decesos? A base del manejo inadecuado de cadáveres por parte del Gobierno tras el huracán María, existe desconfian­za.

Tengo un amigo con catarro que estuvo en Asia y, al regresar, no lo revisaron en Miami. Cuando llegó a Puerto Rico, tampoco. Sin duda, se necesitan recursos de apoyo y logística. Para su tranquilid­ad no era coronaviru­s. Si se fijan, hay más preguntas que respuestas, y ello es en lo que tiene que insistir la prensa. Merecemos respuestas contundent­es ante la falta de informació­n de las autoridade­s oficiales. Es difícil hacer nuestro trabajo en época de elecciones porque cada cual responde de acuerdo con sus intereses y pensando en no perder votos, aunque ello implique mentir o esconderse. Totalmente inaceptabl­e.

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