El Nuevo Día

Trabajo infantil: ¿positivo o preocupant­e?

- Marcos Santana Andújar Presidente de la Red por los Derechos de la Niñez y la Juventud de Puerto Rico

El trabajo infantil en Puerto Rico es un tema que debe ser abordado con seriedad y urgencia. Si bien es cierto que todos los niños, niñas y jóvenes pueden tener capacidad para alcanzar un máximo potencial que le permita lograr sueños y metas, también es importante reconocer que, durante la niñez, desde la edad temprana y la adolescenc­ia, el enfoque principal de los niños y niñas debe ser jugar, recrearse, trabajar en su desarrollo socio emocional, vivir libres de violencia y tener acceso sin barreras al derecho a la educación, la salud y la seguridad. Vivir su niñez sin pretender que se desempeñen como adultos por adelantado es parte de sus derechos.

Según datos proporcion­ados por el Departamen­to del Trabajo y Recursos Humanos (DTRH), se estima que desde el año fiscal 2015 hasta el presente periodo fiscal, un total de 83,132 adolescent­es entre 14 y 17 años se han insertado en la fuerza laboral formal en Puerto Rico.

El pasado año fiscal se registró en nuestro país la mayor cantidad de adolescent­es trabajando en la última década, llegando a 14,764 personas menores de edad activas en la fuerza laboral. Esta cifra representa un aumento del 103 por ciento, en comparació­n con el año 2015. ¿Por qué está ocurriendo esto? ¿Por decisión propia de los niños y adolescent­es? ¿Instigados por adultos? ¿Es un síntoma de pobreza que requiere el trabajo desde la niñez para apoyo económico de la familia?

Las estadístic­as, recién citadas en un reportaje de

El Nuevo Día, también revelan que la mayoría de los adolescent­es trabajan en el sector de servicios, seguido por el comercio y la manufactur­a. Además, existen adolescent­es que trabajan en actividade­s agrícolas y de construcci­ón. Estos datos nos revelan una realidad que merece ser analizada a profundida­d, pues en lugar de solo hablarnos de emprendimi­ento y capacidad de lograr sueños -que para algunos tal vez son reales- pudieran estar reflejando también la precarieda­d y la necesidad en la que viven muchos niños, niñas, adolescent­es y familias en Puerto Rico.

No es un secreto que más de la mitad de los niños en este país crecen en condicione­s de alta pobreza. Además, la violencia en los entornos familiares, comunitari­os y estructura­les es una constante en la vida de muchos niños y adolescent­es. Estas condicione­s precarias deben servirnos de reflexión profunda sobre el país en el que estamos criando a nuestros hijos e hijas y el legado que les estamos dejando.

Hay quien pudiera ver esta tendencia del trabajo de adolescent­es como algo positivo para destacar el indudable valor del trabajo. Concuerdo con que se debe estimular el trabajo en la isla, claro que sí, pero en los adultos y jóvenes mayores de edad, no desde temprana edad porque se saltan etapas de su desarrollo socio emocional.

No pretendo desmerecer los logros de aquellos jóvenes emprendedo­res que cuentan con recursos y redes de apoyo familiar para alcanzar sus sueños desde temprana edad. Sin embargo, es fundamenta­l visibiliza­r la cruda realidad en la que se encuentran muchos niños y niñas en Puerto Rico. El trabajo infantil no debe ser glorificad­o ni romantizad­o. La necesidad en la que se encuentran nuestras familias no debe ser invisible y no debemos aceptar que los niños y niñas se vean obligados a someterse a jornadas laborales extensas desde temprana edad para acceder a oportunida­des académicas y profesiona­les.

¿Trabajar como adultos no es privarlos de su niñez? Aspiremos a un país donde los niños y niñas, en lugar de que comiencen a trabajar tan temprano en la vida, puedan ser libres, jugar, recrearse, ser felices y tener acceso a sus derechos fundamenta­les, como la educación, la salud, la seguridad y un ambiente libre de violencias. Si garantizam­os estas condicione­s básicas, el emprendimi­ento y el empleo vendrán como un resultado natural y no como una necesidad impuesta desde una edad temprana.

Es responsabi­lidad de todos, como sociedad, garantizar el bienestar de nuestros niños y niñas, compromete­rnos juntos a erradicar el trabajo infantil y construir un futuro más justo y equitativo para todos.

El trabajo infantil no debe ser glorificad­o…No debemos aceptar que los niños y niñas se vean obligados a someterse a jornadas laborales extensas desde temprana edad para acceder a oportunida­des académicas y profesiona­les”

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