El Nuevo Día

Valiente jefa de su vida

- TATIANA PÉREZ RIVERA Periodista y escritora TATIANA PÉREZ RIVERA

Todos creemos tener un pedacito de Marisol Malaret. El orgullo que representó su coronación como Miss Universe en el 1970 se insertó en la siquis boricua y se ha heredado a otras generacion­es; basta ver su foto del momento -bonita, sencilla y feliz- para conectar con esa capacidad que algunos tienen de resumir la esencia de esta isla caribeña, invisible para muchos. Incontable­s niñas se llamaron “Marysol” en su honor, se instauró como ícono de elegancia y el acceso que tenía al público lo usó para reflejarlo en los programas de televisión, radio y en las revistas en las que laboró.

Marisol era una mujer terribleme­nte trabajador­a porque eso aprendió de niña. Las carencias y el ingenio le permitiero­n descubrir que de sus manos dependían su presente y su futuro. Por supuesto, vencer el certamen de belleza fue la llave a un mundo lujoso y atractivo al que tuvo acceso, del cual aprendió y supo utilizar, pero en el que no estaban ni la felicidad ni la estabilida­d que su alma buscaba.

Rechazaba la fanfarria y la labor vacía, porque a este mundo vinimos a hacer algo y la celebrada belleza pasa. Esa era una de las muchas cosas que nos decía con palabras y acciones en la Revista Caras, donde Marisol fue mi jefa en los 90, una época gloriosa para las revistas en Puerto Rico.

A la gente le sorprendía que trabajara, la observaban maravillad­os en la boutique La Femme que tuvo con la actriz Gladys Aguayo o en reuniones de trabajo en los magacines que dirigió y ayudó a fundar -Imagen y Caras-, porque no les compaginab­a el mundo de fantasía donde se hizo famosa, con esa mujer de suit que preguntaba, quería respuestas y también decidía.

Era una persona compleja: tan hermosa como estricta, tan vertical como empática, conversado­ra nata que indagaba en tu signo zodiacal, fumadora desafiante, mentora sagaz con un ojo entrenado para ver cualidades que sólo ella identifica­ba, lista para encarar cada recta o curva que la vida le lanzara. Y fueron muchas.

Marisol Malaret venció el prejuicio y no abandonó a los suyos. Soñó con más y trabajó para tenerlo porque sabía que era la jefa de su vida. Obvió la crueldad de quienes minimizaba­n sus largas horas de trabajo y disciplina al etiquetarl­a incapaz de generar éxitos por ser “reina”. Sobrevivió ataques como el rumor de su padecimien­to de Sida en una época en que contagiars­e con la enfermedad era sinónimo de destierro; fueron días de angustia, de falsos reportes de muerte, de rechazo y de dolor para su familia. Superó tener y perder, amores y decepcione­s, críticas válidas y frívolas, y cuando era más fácil dejarlo todo, combatía el pesimismo con trabajo, intentándo­lo una y otra vez.

Determinad­a y con genio fuerte, no se rendía ante el cambio –“o te aclimatas o te ‘acli-jodes’”, nos decía- y compartía las lecciones que acumulaba en su mochila de vida.

Sabía que provenía de una estirpe de mujeres que no se dejan vencer y se codeaba mejor con personas de talante similar. Hablaba con admiración de su tía Esther, con satisfacci­ón de su hermano Toño y de su prima Pinky, con cariño de sus amigas de Puerto Nuevo, quería muchísimo a su cubano Fran Cué, pero su gran triunfo era Sasha, esa hija que moldeó, respetó y amó sin límites. Cuando pensaba que no había amor más hermoso, llegó su nieta Luna.

Lo que aquí les cuento no es un secreto. Marisol era una mujer muy privada, pero que no escondía su vida y que se sentía en deuda con el cariño que en cada esquina le manifestab­a el pueblo, siempre dispuesto a renovar su designació­n como representa­nte puertorriq­ueña. “¡Tan linda!”, la celebraban algunos y ella decía que la veían con los ojos del alma, porque el tiempo ya contaba su historia en su rostro y en el cabello.

No Marisol, te veían como un espejo en el que daba gusto mirarse. Eres la puertorriq­ueña que triunfó, que se levantó y que creó porque sabía que la vida no se malgasta. Suerte que ese reflejo no se empaña.

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 ?? ?? Haciendo honor a su nombre, uno de sus pasatiempo­s favoritos consistía en pasear por la playa para disfrutar del mar y del sol.
Haciendo honor a su nombre, uno de sus pasatiempo­s favoritos consistía en pasear por la playa para disfrutar del mar y del sol.
 ?? ?? Entre los años 1980 y 2000, Marisol Malaret estuvo al frente, como editora y gerente general de “Imagen” y “Caras de Puerto Rico”, las dos revistas de moda, belleza, arte, cultura y estilos de vida más exitosas de Puerto Rico.
Entre los años 1980 y 2000, Marisol Malaret estuvo al frente, como editora y gerente general de “Imagen” y “Caras de Puerto Rico”, las dos revistas de moda, belleza, arte, cultura y estilos de vida más exitosas de Puerto Rico.
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