Yo soy tuyo Puerto Rico
Yo soy tuyo Puerto Rico… pa’ lo que quieras mandar. Así decía Tony Croatto en su icónica canción Yo habito una tierra luz en la que aseguraba: “esta es la tierra que habito, pertenezco a este lugar”. Ese acto de su voluntad, de su intelecto y de su más honesta emoción me parece incuestionable. El asunto de la identidad nacional es muy complejo pues no lo determina exclusivamente la geografía del lugar donde se nace o se vive, ni el pasaporte que te permite cruzar una frontera y ni tan siquiera lo que te guste comer o cantar.
Un ejemplo dramático de la imprudencia que comete quién cuestiona la identificación de una persona con la patria que escoge amar sucedió ahora en el Mundial de Fútbol, cuando varios comentaristas argentinos, luego del triunfo de la albiceleste en ese evento deportivo, pidieron perdón por las tantas ocasiones en que dijeron que Leo Messi era muy europeo y no podía sentir la pasión que los argentinos sentían. A pesar de los insultos recibidos y los cánticos que le pedían que se fuera de la selección, Messi siguió firme en representar a Argentina.
El tema es muy serio, sobre todo en el Puerto Rico que lleva siglos definiendo su identidad, y no debe ser utilizado de balón político, como lo hizo la comisionada residente en Washington, Jenniffer González, al cuestionar la puertorriqueñidad de la congresista Alexandria Ocasio Cortez. Al hacerlo, abrió la puerta a la superficialidad en el debate y se expuso a que se le cuestionara su puertorriqueñidad al apoyar a Donald Trump, quien llegó a considerar venderle la isla al mejor postor. Por muchos años los independentistas también nos hemos aventurado en esa tierra movediza del juicio y hemos cuestionado la puertorriqueñidad de los estadistas partiendo de la premisa de que esa solución a nuestro problema del estatus provocaría la disolución de nuestra identidad en la cultura estadounidense. Me encantaría que todo el que se define como puertorriqueño pensara y sintiera como yo pienso y siento por mi país. Pero, de ahí a definirlo como la única forma en que se es puertorriqueño es cuestionable.
Por otro lado, son muchos los que nacieron en otras tierras, pero echaron raíces en nuestro país y nos entregaron su corazón. Tony Croatto, nacido en Italia, criado en Uruguay, desarrollado como artista en Argentina, es un ejemplo de esa puertorriqueñidad que nace de la voluntad. Recordemos también a otros, como Jack e Irene Delano, Pablo Casals y hasta Dean Clay McDowell, a quien los boricuas le dieron la total credibilidad de los pronósticos del tiempo desde su aparición cuando el huracán Santa Clara impactó la isla, en 1954.
Ciertas circunstancias sociales y económicas empujaron a millones de boricuas, desde mediados del siglo pasado, a buscar en los Estados Unidos las oportunidades que la isla no les podía ofrecer. Pero si algo extraordinario hizo esa migración boricua fue sembrar en sus hijos y nietos el orgullo de ser puertorriqueños. En el documental Nuyorican Básquet se expone este tema a través de esos jugadores que transformaron el básquet boricua. La foto de Jasmine Camacho-Quinn portando la monoestrellada, luego de establecer un récord mundial en atletismo también habla por sí sola.
Lo que hacemos día a día por nuestro país, independientemente del punto geográfico desde donde nos toque, o de la ideología que digamos defender, habla elocuentemente de si esas actuaciones están alineadas con lo que afirmamos sentir o contradicen eso que alegamos. Creo que hoy día, ese debate de la puertorriqueñidad amerita analizarse con una nueva mirada, pues tan cuestionable pueden ser las expresiones de Jenniffer González como las de aquel que utilizando única y exclusivamente la preferencia de estatus cuestione la puertorriqueñidad de un estadista.
Queda sobre el tapete para estudiarse a profundidad a quiénes les tocaría votar por los asuntos definitorios del futuro del país. Por ahora, mientras ese diálogo continúa, cuando Alexandria Ocasio Cortez dice: “Yo soy Boricua, pa’ que tú lo sepas”, yo le creo, como le creí a Tony Croatto cuando dijo “yo soy tuyo Puerto Rico pa’ lo que quieras mandar”.
El asunto de la identidad nacional es muy complejo pues no lo determina exclusivamente la geografía del lugar donde se nace o se vive, ni el pasaporte que te permite cruzar una frontera y ni tan siquiera lo que te guste comer o cantar”