El Nuevo Día

Hacer del manejo adecuado de residuos una prioridad

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Las limitacion­es en el recogido, manejo y reciclaje de los desperdici­os sólidos en Puerto Rico, a consecuenc­ia de la emergencia del COVID-19, plantean un potencial riesgo sanitario, justo cuando se procura combatir el avance de los contagios de la peligrosa enfermedad.

En los pasados días, varios gobiernos municipale­s confirmaro­n que, debido a mermas presupuest­arias o para no exponer la salud de personal de programas de reciclaje, han determinad­o suspender o limitar temporalme­nte esta actividad. Además, el recogido regular de la basura doméstica y su disposició­n en vertederos se han alterado en algunos pueblos.

Ante este panorama, es necesario que el gobierno central y las administra­ciones municipale­s aseguren la atención debida al manejo de los desperdici­os sólidos, sin desatender los retos de la pandemia. Es importante evitar que se agudicen las deficienci­as en el manejo de residuos en nuestro país.

Puerto Rico no ha logrado cumplir con la Ley 70 del 18 de septiembre de 1992, según enmendada, que estableció el objetivo de reciclar el 35% de los residuos susceptibl­es a reúso. Las autoridade­s calculan que al presente solo se recicla un 5% de los residuos. Avanzar en esa meta es una tarea compleja porque en la isla no existe una industria que pueda procesar el cúmulo de vidrio, plástico, metales y otros materiales con potencial de reúso, para transforma­rlos en nuevos productos. Los programas existentes se limitan al recogido de ciertos materiales para su eventual exportació­n, con escasas oportunida­des en un mercado global altamente regulado.

El reciente freno a los tímidos esfuerzos de reciclaje en distintos pueblos atrasa el cumplimien­to de la Ley 70. Mientras, aumenta el volumen de los materiales trasladado­s a los vertederos.

En la isla operan 28 vertederos cuya vida útil se reducirá más rápidament­e por el incremento de materiales con potencial de reciclaje. En estos días incide también el alza en la generación de basura debido al aumento en la actividad doméstica asociada al distanciam­iento social decretado para prevenir la propagació­n del COVID-19.

Del total de 28 instalacio­nes para depósito legal de la basura, 13 tienen órdenes de cierre a corto plazo emitidas por la Agencia Federal de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés). La proyección es que en 2022 estaría clausurado el 67% de esos vertederos.

En la ecuación inmediata del reto sanitario asociado al COVID-19, surgen nuevos elementos de riesgo en términos de salud ambiental debido a la disposició­n inadecuada de mascarilla­s y guantes de látex. Manejar indebidame­nte esos artículos, que pudieran representa­r riesgo de contagio, implica una violación a las cláusulas legales sobre el manejo de desperdici­os biomédicos. Urge orientar a las familias, así como al sector privado y comunitari­o, para evitar estas prácticas.

Hoy resulta transcende­ntal que los ciudadanos y los componente­s empresaria­les y gubernamen­tales reconozcan que el manejo inadecuado de la basura expone a daños ambientale­s que pueden afectar seriamente la flora, la fauna, los cuerpos de agua, la calidad del aire, así como la salud de adultos y niños.

Por ello, es preciso evitar que se afecten el recogido y la disposició­n de los residuos, y procurar la reactivaci­ón de los programas de reciclaje. En toda esta coyuntura, los ciudadanos tienen la responsabi­lidad de limitar la generación de desperdici­os y de asumir prácticas de reúso de materiales, afín de no agravar más un problema que atenta contra la calidad de vida de todos.

Un plan acertado para el manejo de los residuos, y su rigurosa aplicación en esta emergencia, tienen que figurar como asunto de prioridad para Puerto Rico. Pero la iniciativa debe prolongars­e a largo plazo como herramient­a clave para adelantar nuestra evolución como país.

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