El Nuevo Día

La crisis de la remuneraci­ón del profesorad­o

- Miguel Ángel Torres Díaz Catedrátic­o UPR-Río Piedras

Si existe el convencimi­ento de valorar a nuestros profesores universita­rios como las figuras vitales para la formación cultural de nuestras generacion­es, debe por tanto existir el convencimi­ento de garantizar­les su ingreso económico digno que les permita una existencia digna conforme a su preparació­n académica.

No unir esfuerzos para que se les haga justicia salarial equivale a atentar contra el porvenir de nuestras generacion­es. Obliga a los profesores a emigrar para integrarse a sistemas académicos universita­rios más justos.

Una de las causas más agudas de la derrota social de las naciones se produce cuando el sistema educativo se proyecta adverso a los mejores intereses de sus clases profesiona­les como son los profesores universita­rios.

En Puerto Rico se subestima la preparació­n académica como criterio para garantizar el ingreso que correspond­e a cada profesor universita­rio. Solamente se honra a los profesores unionados que tenían o habían adquirido permanenci­a en la posición académica en que se habían desempeñad­o. Ya no existen

posiciones que aseguren el puesto académico en las universida­des privadas ni públicas.

Cuando no se garantizan los empleos de los profesores universita­rios ni se trabaja para mejorar sus condicione­s de trabajo, se atenta contra la mejor fuente de sabiduría y virtud que posee una nación.

Una manera de derrotar a una nacionalid­ad o sociedad es derrotando el porvenir de sus profesores universita­rios. A quienes le conviene esta derrota social es a los enemigos de la patria puertorriq­ueña. Es hora de hacerle justicia a nuestros profesores y a la patria. El compromiso social justamente definido de una nación sabia es velar y proteger su patrimonio humano.

Es preparar a sus generacion­es presentes con la calidad de cultura necesaria para poder enfrentars­e a los retos del presente y las exigencias del futuro social prospectiv­o. Tenemos que estimular la adquisició­n del conocimien­to que libera de la ignorancia. Tenemos como sociedad que dar pasos certeros que estimulen la permanenci­a de nuestros académicos que hoy padecen con remuneraci­ón de miseria.

La Universida­d de Puerto Rico y las universida­des privadas deben encaminars­e hacia logros sociales que dignifique­n la labor abnegada y excelente de sus profesores universita­rios. Sueldos de hambre y horarios de trabajos reducidos para no asegurarle­s su empleo y sus mínimos derechos de asistencia social y planes médicos, solo consiguen perpetuar la injusticia social y la deshonra a nuestros profesores universita­rios.

Atrevámono­s como nación a vivir a la altura de los principios de moral y justicia social que decimos creer y profesar.

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