OFICIO DE VALIENTES
Hay que ser valiente para dejar el escritorio, ponerse botas y pararse frente a una finca a sembrar ecológicamente. Es como acercarse al misterio.
No es fácil. Hay que estar dispuesto a calcular las horas del Sol sobre el terreno, la cantidad de lluvia que cayó y caerá, dónde conseguir la materia orgánica para el abono, la calidad de la semilla, su procedencia, su variedad.
Es la delicadeza con la que se trasplanta un cultivo recién nacido y la cantidad de Sol durante esos primeros días al salir del vivero. Es encontrar la cal, que casi no existe en el país, para preparar el abono y fortalecer la tierra. Es aprender los diferentes tipos de suelos, los elementos que lo componen, su topografía, su fertilidad. Es conocer las plagas que atraen unos cultivos y cómo controlarlos de manera natural. Es mantener los precios justos para ser competitivo en el mercado.
Es mirar de cerca la tierra y bailar con ella. Como escritora y artista, lo comparo a ese momento cuando te enfrentas al canvas o a la página en blanco, sin saber si lograrás tu objetivo, pero no puedes parar. Te presentas. Quieres crear y te lanzas.
En el arte, el resultado depende estrictamente de ti. En la agricultura es un proceso que entran en juego más elementos. La temperatura, la lluvia, la cantidad de Sol. La Tierra es dinámica y lo más seguro cambiará los planes. Y como buen artista, quien cultiva debe saber improvisar.
Luego de semanas de mucho esfuerzo físico, unas fuertes lluvias pueden arruinar una cosecha en horas o un banco del huerto, que no haya sido construido con precisión, podría arruinar el cultivo por no evitar la erosión. Con esto en mente, cada agricultor y agricultora que se dedica a cultivar ecológicamente no solo merece mis respetos, sino mi completa admiración por este oficio de valientes.