El Nuevo Día

Almagro y la OEA en medio de relaciones entre Estados Unidos y Cuba

Cuba denegó la entrada al país del secretario general de la OEA, Luis Almagro, mientras recibía a congresist­as estadounid­enses

- Benjamín Morales Meléndez El Nuevo Día

LA HABANA, Cuba.- El mejoramien­to de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos tiene de frente un desafío de corte mayor gracias a la figura del secretario general de la Organizaci­ón de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, cuyo empecinami­ento en venir a la isla a recoger un premio otorgado por una organizaci­ón disidente, provocó un serio incidente diplomátic­o que podría acabar por tener serios efectos secundario­s en el proceso de acercamien­to entre los dos vecinos.

Almagro, un diplomátic­o de carrera uruguayo, debía viajar a suelo cubano el miércoles para buscar el premio Oswaldo Payá, un reconocimi­ento dado por el grupo disidente “Cuba Decide” que reconoce a quienes apoyan sus intereses o causas en tierras antillanas.

El premio es organizado por Rosa María Payá, hija del fenecido dirigente opositor cubano, y no es reconocido por Cuba, por lo que la llegada de Almagro al país sin una invitación oficial del gobierno prendió todas las alarmas y provocó que su entrada fuera denegada.

El incidente no se tornó más complicado porque Almagro decidió evitar una confrontac­ión mayor y no viajar al país sin visado, como llegó a insinuar, lo cual redujo la tensión. El acto de entrega se llevó a cabo por el grupo “Cuba Decide”, a pesar de no contar con su presencia. No se reportaron mayores incidentes, pero la seguidilla de efectos podría ser larga y complicada.

El primer enredo de todo este entuerto se centra en entender quién es Luis Almagro. Este hombre fue ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay para el expresiden­te José “Pepe” Mujica, por lo que era visto como un personaje afín a los gobiernos de izquierda de la región.

Fue elegido al puesto en el 2015 para un término de cinco años con 33 votos a favor y una abstención. Desde entonces no ha dejado de generar polémicas contra los gobiernos de izquierda a los cuales se le vinculaba, sobre todo, con Venezuela, país con el cual ha tenido enconados enfrentami­entos y que es miembro fundador de la OEA.

Cuba, a pesar de no ser un Estado miembro de la OEA, ya que fue expulsada en 1962 por su movida al campo socialista, ha sido otro de los países que Almagro ha enfrentado con un interés particular, por lo que su desafío esta semana a las normas migratoria­s y diplomátic­as no han sido una sorpresa para quienes siguen de cerca el tema cubano.

Almagro es, por lo tanto, una especie de “caja de Pandora”, pues se supone que su rol en la OEA fuera el de jugar para la izquierda de la región y se ha girado para el lado opuesto, lo cual le ha permitido consolidar­se como una figura en la defensa de los derechos humanos en América Latina, un escenario perfecto para alimentar aspiracion­es políticas futuras.

Una vez entendido Almagro, hay que examinar con detenimien­to el propio estatus de la OEA como organismo. Lo cierto es que la organizaci­ón atraviesa un serio periodo de debilidad, causado en gran parte por el crecimient­o en relevancia de la Comunidad de Estados Latinoamer­icanos y Caribeños (Celac) y la Unión de Naciones Suramerica­nas (Unasur).

Esos dos entes fueron impulsados por Venezuela, Cuba y sus socios más cercanos, para frenar de alguna manera la injerencia de la OEA en la región. Ese objetivo se ha ido cumpliendo poco a poco y Almagro, en su afán por reposicion­ar a la OEA, ha ido por la cabeza de los países que impulsan esa competenci­a diplomátic­a y política en el hemisferio, que son Cuba y Venezuela.

Entonces, expuestas las motivacion­es de Almagro y de la OEA, queda el tema del contexto en que se da este conflicto diplomátic­o. Todo ocurrió la misma semana en que el presidente de Cuba, Raúl Castro

Ruz, recibía en el Palacio de la Revolución a una delegación de congresist­as estadounid­enses, un hecho inédito en el acercamien­to político entre los dos países.

El grupo estaba compuesto por legislador­es republican­os y demócratas, y llegó a Cuba con la encomienda de mantener abierto el canal político entre ambos vecinos a pesar de la presencia en la Casa Blanca de Donald Trump.

El ruido causado por el problema con Almagro le quitó lustre y desvió la atención de lo que fue una visita de corte mayor, en momentos en que hay un presidente ultraconse­rvador en la Casa Blanca. Además, llamó la atención sobre Cuba y las tradiciona­les imputacion­es de falta de libertad de expresión en el país. Así que la estrategia de Almagro y compañía funcionó como esperaban, pues era una de esas en las que Cuba no podía ganar de ninguna manera.

En la trastienda, varias fuentes indicaron a El Nuevo Día que fue una movida muy bien pensada por el exilio cubano para pegarle un golpe a la presencia de los congresist­as en Cuba, quienes llegaron con el mensaje de que la eliminació­n del bloqueo o embargo económico debe ser una prioridad para Estados Unidos.

Así, Almagro y su cruzada se han tornado en un efecto colateral a seguir de cerca en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, pues de seguro este no es el primer incidente de este tipo ni será el último, lo que pone los ojos en la Casa Blanca y cómo el volátil carácter de Trump dará atención al asunto.

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El premio Oswaldo Payá otorgado al secretario general de la OEA, Luis Almagro, permaneció en una silla luego que al diplomátic­o no le dieron visa para entrar a Cuba.

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