El Nuevo Día

Todo incentivo tributario tiene que ser coherente

La radicación de más de una decena de proyectos legislativ­os para crear nuevos créditos tributario­s en momentos en que desde el Ejecutivo se formula la creación de un código de incentivos coherente, constituye la muestra más reciente de que la Legislatur­a

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Sabido es que los departamen­tos de Desarrollo Económico y Comercio, y de Hacienda evalúan los créditos existentes que benefician a individuos y corporacio­nes para eliminar los infructuos­os, crear nuevos y darles estructura en un código cuyo norte debe ser impulsar un desarrollo económico sostenido.

Estudios encomendad­os por Hacienda estiman que esos beneficios equivalen hoy a cerca de $25,000 millones, cerca del doble de lo que en promedio recauda el Erario cada año producto de diversas fuentes recurrente­s.

Los incentivos son pieza clave en un plan integrado y sensible pero no pueden ser rendija para eximir de una justa responsabi­lidad tributaria a determinad­os sectores mientras se imponen nuevas cargas sobre otros grupos. Ese estado de injusticia lo sufren los asalariado­s.

Estos beneficios tienen que darse en función de las prioridade­s, no de crecimient­o, sino de desarrollo económico y también del desarrollo social. Deben evaluarse por métricas claras que confirmen la efectivida­d de la inversión. Tanto los beneficiad­os como el Estado tienen que rendir cuentas sobre cómo esas ayudas se traducen en más y mejores empleos, estimulan la productivi­dad y reducen la cultura de dependenci­a que carcome a todos los sectores, y en cerrar la desventaja de las poblacione­s más vulnerable­s.

Con sus excepcione­s, la carencia notable de esos resultados pone en entredicho algunos de los incentivos vigentes. Por lo tanto, la actual revisión merece atenderse con absoluta rigurosida­d aunque con premura.

Ha dicho el secretario de Desarrollo Económico y Comercio, Manuel Laboy, que lo que se busca es darle “raciocinio” a los incentivos y ayudas que ofrece el gobierno. Con sus nuevas propuestas de incentivos en apenas un mes, la Legislatur­a asume lo urgente, pero se aleja de la aspiración del raciocinio. Se antepone el populismo a la prudencia, al análisis contextual­izado. Se retoma la práctica de resolver por la vía del parcho, del legislar como concurso de simpatías para congraciar­se con grupos particular­es. Tales acciones denotan improvisac­ión. Asomarse a una de las medidas, el Proyecto de la Cámara 303 del representa­nte José E. Meléndez, da una idea de esa deficienci­a. La pieza, que busca otorgar incentivos a los comerciant­es para que instalen cámaras de seguridad, fue radicada el pasado 2 de enero con esa fecha pero del año equivocado, 2013. El documento expone en apenas cuatro párrafos sus motivos para una medida que impactaría el maltrecho presupuest­o. Aduce que las cámaras serían disuasivo para delincuent­es y que aportarían evidencia en investigac­iones en caso de que fracase el disuasivo y ocurra el crimen. La propuesta no se basa en evidencia, no ofrece datos que la sostengan. Delega en la Oficina de Gerencia y Presupuest­o y en Hacienda recomendar de cuánto será el incentivo.

No argumentar­emos aquí sobre los méritos de los proyectos específico­s. Proponemos que surjan en el contexto de un plan más abarcador.

Legislar de manera desarticul­ada es en buena parte causante del descalabro fiscal y económico que hoy experiment­a el País y que urge revertir. Promover incentivos, créditos o ayudas solo para atender instancias puntuales sin ponderar el impacto potencial sobre el conjunto, solo complicará la ya compleja situación de la Isla.

Debe la Legislatur­a trabajar en sintonía con el proceso encaminado por el Ejecutivo para asegurar que Puerto Rico cuente con un código de incentivos contributi­vos que atienda el doble propósito de reactivar la economía a la vez que distribuye esos beneficios de forma efectiva y equitativa. Esa coherencia contributi­va debe ser parte vital del Plan Fiscal que el gobierno sometería este mes ante la Junta de Supervisió­n Fiscal.

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