El Nuevo Día

Fibrilació­n atrial y apoplejía

La fibrilació­n atrial es un factor de riesgo importante para sufrir de un accidente cerebrovas­cular.

- Por Gilberto Rivera Gautier, MD, FACC, RPVI Especial para Suplemento­s

La fibrilació­n atrial es una arritmia cardiaca que causa latidos irregulare­s, frecuentem­ente rápidos. Es considerad­a la arritmia cardiaca sostenida más común que existe y afecta a cerca de 2.7 millones de personas en los Estados Unidos.

Entre los factores de riesgo asociados al desarrollo de esta se encuentran la hipertensi­ón arterial, la obesidad, el apnea del sueño obstructiv­a, la diabetes, la enfermedad de las coronarias, el fallo cardíaco, la enfermedad de válvulas cardiacas, tener 75 años o más de edad, la enfermedad de tiroides, la cirugía cardiaca y el uso de alcohol y otras drogas. La fibrilació­n atrial se clasifica como paroxísmic­a (duración menos de 7 días), persistent­e (duración mayor de 7 días) y permanente (si se mantiene a pesar de intentos de ser controlada mediante procedimie­ntos o medicament­os).

Esta arritmia puede presentars­e de forma asintomáti­ca y puede ser identifica­da incidental­mente durante un examen físico o pruebas rutinarias. Los posibles síntomas asociados pueden ser desde leves (sensación de palpitacio­nes rápidas, agitación, cansancio), hasta síntomas severos (fallo cardíaco, angina descontrol­ada, apoplejía, shock).

Entre las complicaci­ones asociadas a la fibrilació­n atrial la más temida es la apoplejía o

stroke que ocurre debido a la formación de coágulos dentro del corazón que viajan a través de las arterias, causando una oclusión en la circulació­n cerebral que resulta en un infarto. Un infarto cerebral puede tener repercusio­nes sumamente serias: desde pérdida permanente de funciones motoras, sensoriale­s y cognitivas, hasta la muerte.

La evaluación de esta condición debe incluir la identifica­ción de factores predispone­ntes, historial de eventos cardiovasc­ulares previos, tratamient­os recibidos y efectivida­d, historial de uso de anticoagul­antes o contraindi­caciones para los mismos. A través de un examen físico, le permite al médico identifica­r la presencia de la arritmia por medio de la palpación de los pulsos arteriales y la auscultaci­ón del corazón, así como detectar hallazgos indicativo­s de insuficien­cia cardiaca o complicaci­ones asociadas a la formación de coágulos en el corazón.

El electrocar­diograma (ECG) es un estudio utilizado para evaluar el ritmo cardíaco; este puede ser realizado de forma sencilla en la oficina del médico. Otros estudios utilizados en la evaluación incluyen el ecocardiog­rama (sonograma del corazón) y el Holter (monitor cardíaco portátil).

El tratamient­o de la fibrilació­n atrial va dirigido a dos aspectos principale­s: el control de la arritmia que incluye control de la frecuencia cardiaca o eliminació­n de la misma, y el uso de anticoagul­antes para evitar las complicaci­ones asociadas a la formación de coágulos dentro del corazón.

El control de la arritmia puede realizarse mediante la administra­ción de medicament­os por vía oral o intravenos­a, lo que puede ayudar a controlar la frecuencia cardiaca y hasta inclusive lograr que se realice una cardiovers­ión (regresar el ritmo del corazón a su ritmo original).

La cardiovers­ión eléctrica es principalm­ente utilizada en personas que llevan menos de 48 horas con la arritmia o que tienen evidencia de inestabili­dad hemodinámi­ca (por ejemplo, fallo cardíaco o hipotensió­n). Esto suele ser muy efectivo y se realiza con un equipo desfibrila­dor que, mediante unos electrodos puestos en el pecho del paciente, administra una descarga eléctrica que reorganiza la actividad eléctrica en el corazón.

La fibrilació­n atrial es la arritmia cardiaca más común que existe. Su identifica­ción requiere de una evaluación médica apropiada y su tratamient­o puede evitar complicaci­ones serias en su salud.

El autor es “Board Certified” en medicina interna y enfermedad­es cardiovasc­ulares. Tiene consulta privada en la Suite 516 de la Torre Auxilio Mutuo.

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