Para Carlos Rubio Cancela es vital que el pueblo conozca sus tesoros históricos
Una de las metas del nuevo director de la Oficina Estatal de Conservación Histórica, Carlos Rubio Cancela, es lograr que todo el Viejo San Juan sea reconocido como Patrimonio de la Humanidad Considera una “pérdida irreparable” la demolición de la cárcel “
Carlos Rubio Cancela conoce muy bien la Oficina Estatal de Conservación Histórica, donde trabajó a principios de la década de los años noventa y luego dirigió durante la incumbencia del ex gobernador Luis Fortuño. Dice que regresa a su antigua oficina en el Cuartel de Ballajá en el Viejo San Juan con la misma pasión que en aquel momento le motivó a proponer proyectos importantes que piensa continuar, incluyendo su “sueño inconcluso” de lograr que todo el Viejo San Juan sea reconocido como Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Asegura que el grave estado de las finanzas del país no es un contexto nuevo para él, pues ya ha trabajado con un presupuesto limitado. Su acercamiento a esta realidad es utilizar el dinero público con extremo cuidado, buscando ahorrar donde se pueda para invertir donde más se necesita. Aunque siempre le interesó la conservación, especialmente después de visitar Italia durante un viaje estudiantil, Rubio Cancela confirmó que se encontraba en la ruta profesional correcta cuando mientras trabajaba por primera vez en la oficina que hoy dirige nuevamente -tras ser designado por el gobernador Ricardo Rosselló Nevaresle tocó responder una solicitud para la demolición de unas escalinatas en la alcaldía de Mayagüez. Oriundo de Hormigueros, el arquitecto formado en la Universidad de Puerto Rico y el Pratt Institute en Nueva York, solía visitar a menudo el pueblo vecino para hacer diligencias junto a su padre. Estas incluían la limpieza de zapatos en una esquina cerca de la alcaldía. En aquellas visitas, pudo ver la construcción que se hizo en el área de las escalinatas que luego tuvo ante su consideración evaluar. “Habían echado arena y sobre eso construyeron. Quiere decir que las escaleras originales estaban allí. Hice las recomendaciones y la demolición se hizo a mano. Encontraron esas escaleras que estaban ocultas y hoy día la gente las ve. Son las originales”, relató como si reviviera la alegría de haberlas rescatado.
¿Cómo se siente cuando se logran cosas como esa?
Es una satisfacción extraordinaria.
¿Y cuando no se hacen las cosas correctamente para lograr la conservación?
Es frustrante y da mucho coraje. Durante mi tiempo como director hubo la intención, que venía desde antes, de demoler el Oso Blanco. Me opuse. Hablé con el gobernador y con el secretario de la gobernación. Cuando les expliqué por qué no se podía demoler, ellos entendieron y me dijeron: eso no se va a tocar. Llegó otra administración y se empeñaron nuevamente. Esta oficina jugó un papel, a mi juicio, bochornoso para permitir que se demoliera el Oso Blanco. Pienso que es una pérdida irreparable y me da mucha vergüenza como director de esta oficina.
¿Cuál era su visión para esa estructura?
Los edificios antiguos se pueden adaptar a funciones modernas. Lo que había que hacer con el Oso Blanco era eso, adaptarlo, como originalmente propusieron cuando iban a demoler un área y se quedaba casi 90 por ciento del edificio. Allí tenían el espacio perfecto para los laboratorio y demás de la Ciudad de las Ciencias. A mi juicio, ese era un proyecto de “real estate” que había que demoler porque estaba en un terreno “prime” al lado del expreso. Cada cual que llegue a sus propias conclusiones.
¿Qué le hace regresar a esta oficina?
Esto es algo que me apasiona. Aquí pudimos hacer una serie de cosas como, por ejemplo, cuando llegué había 29 pueblos que no tenían ni una sola propiedad en el Registro Nacional de
Lugares Históricos. Me propuse que todos los municipios tuvieran al menos una propiedad. ¿Por qué? Porque así la gente crea conciencia. Tal vez hay una casa histórica criolla y empiezan a poder identificarlas. Cuando salí todos los pueblos tenían al menos una propiedad registrada.
Sin una ciudadanía educada y pendiente de proteger el patrimonio la labor de su oficina es más difícil. ¿Cómo se propone fomentar el interés de la gente por este tema?
Es mediante la educación y la comunicación. Nosotros publicamos este libro (“La arquitectura patrimonial puertorriqueña y sus estilos”, de Arleen Pabón Charneco) Es una publicación de 1938, que estaba agotada y se reimprimió. Es un documento extraordinario para estudiantes y el público en general. Y este (toma un ejemplar de la revista “Patrimonio”) es uno de mis bebés. Se hicieron cinco volúmenes y en la pasada administración se hizo uno. Quiero volver a hacer “Patrimonio”, que es una publicación que habla de temas de conservación histórica en Puerto Rico. Se le dedica siempre un volumen a una persona que se haya destacado en la conservación. También, nosotros instituimos visitas a lugares históricos. Tenemos un listado de sitios pero ahí, en el papel, no hacen nada. La gente tiene que conocer cuáles son nuestros recursos históricos.
¿Cuáles serán sus áreas de trabajo principales?
Yo tengo lo que podría llamarse un sueño inconcluso: que el Viejo San Juan sea reconocido como patrimonio de la humanidad. Ahora mismo, solamente están reconocidas las murallas y la Fortaleza con sus fuertes, pero la ciudad no. Cuando llegué aquí había la intención de lograr el reconocimiento pero todos se retiraron porque era difícil y yo digo no: vamos a hacerlo. Es complejo porque no está en nuestras manos. Tiene que ser a través de Estados Unidos y el gobierno exige que para que una propiedad pueda incluirse en ese listado hay que contar con el consentimiento del 100% de los propietarios de los edificios, casas y apartamentos. Aquí hay sobre 800 edificios. Es difícil pero no hay que rendirse.
¿Qué más es importante en su agenda?
La divulgación, hacer más publicaciones. Ahora hay un proyecto de llevar a las escuelas charlas sobre patrimonio e información para que los maestros eduquen a los niños. Lo encuentro extraordinario y lo pienso continuar. También tengo un proyecto que viene corriendo por mi mente hace tiempo que es desarrollar un Centro de Investigaciones Puertorriqueñas. No sé si has visitado el Archivo General y sabes las condiciones en las que se encuentra, además de que su ubicación es incorrecta porque está cerca del salitre y el edificio está enfermo. Por otro lado, Puerto Rico, salvo en la UPR, no tiene un depósito arqueológico. Hay una necesidad imperiosa de ese depósito. Mi concepto del centro es un lugar donde coexistan facilidades para el archivo, el deposito arqueológico, la biblioteca, que sea un lugar donde todo el mundo pueda ir a buscar referencia, con áreas de exhibiciones para ver parte de los archivos y salones de clase para el uso de las universidades. Quiero identificar esas fuentes que nos permitan, aunque sea por fases, crear este lugar. Y quiero desarrollar al máximo el proyecto Ballajá Plaza Mayor. Que este lugar se convierta en un sitio de encuentro para turistas y puertorriqueños con nuestra cultura, a través de negocios que la reflejen.
Estamos en crisis fiscal, ¿qué limitaciones implica esta realidad para su oficina y cómo piensa manejarla?
Cuando estuve con Luis Fortuño había crisis. Hubo cosas clave que hicimos para lograr todo en Ballajá, la rehabilitación del edificio y el paseo jardín. Lo hicimos con $1.5 millones y la gente no me lo cree. Te voy a decir cómo fue. Las lámparas que ves en los pasillos había que cambiarlas porque estaban en muy mal estado. Y yo dije, vamos a rehabilitarlas. Nos costó, creo, $12 mil. Cambiarlas nos hubiera costado $90 mil. Hay que tratar el dinero público como si fuera el de uno. ¿Por qué vamos a pagar de más si hay alternativas?
“La gente tiene que conocer cuáles son nuestros recursos históricos” Carlos Rubio Cancela