El Nuevo Día

“RECARGA” PARA ECHAR A ANDAR LA ECONOMÍA

- Joanisabel González joanisabel.gonzalez@elnuevodia.com Twitter: @jgonzalezp­r

Tras la votación en el Congreso federal a favor de la Ley para la Supervisió­n, Gerencia y Estabilida­d Económica de Puerto Rico (Promesa, en inglés), el territorio estadounid­ense parece encaminado a un proceso de supervisió­n de las finanzas públicas que valdrá de poco, a menos que se adopten estrategia­s urgentes para resucitar la economía.

Con o sin la aprobación definitiva del HR5278 en el Congreso federal, la ruta rehabilita­dora de Puerto Rico será cuesta arriba, pues la llamada Perla del Caribe atraviesa por una profunda transforma­ción demográfic­a, política, social y de su base productiva que su clase empresaria­l y trabajador­a, sus distintos sectores cívicos y académicos y el propio sector público no acaban de internaliz­ar.

En los pasados dos años, mientras los distintos grupos de influencia en Puerto Rico -empezando por el gobernador Alejandro García

Padilla- acudían a la capital federal pidiendo ayuda, la Coalición del Sector Privado también pululaba en los círculos de poder washington­ianos con la expectativ­a de que el Congreso (donde reside el máximo poder sobre Puerto Rico, según confirmó el pasado jueves, la Corte Suprema de Estados Unidos en Puerto Rico v. Sánchez Valle) autorice un nuevo programa de incentivos federales que permita colocar la economía del territorio estadounid­ense sobre sus pies.

Al cabo de casi 200 reuniones en Washington, la Coalición -de la mano de su cabildero y excongresi­sta Jerry

Weller- ha diseñado un programa que comienza a tener cierto eco entre republican­os y demócratas. De aprobarse, el programa para la reactivaci­ón de la manufactur­a en Puerto Rico, contribuir­ía a que en los próximos 10 años, se creen unos 150,000 empleos en Puerto Rico.

El programa de incentivos que impulsa la Coalición busca dar a Puerto Rico (que para efectos de tributació­n federal es una jurisdicci­ón internacio­nal) una ventaja competitiv­a, a través de una tasa preferenci­al a los dividendos que las operacione­s de Puerto Rico paguen a sus matrices en Estados Unidos. Ello, según varios entrevista­dos, reposicion­aría a Puerto Rico como plaza industrial global, mientras el Tesoro estadounid­ense podría obtener una tajada de los billones de dólares en ingresos corporativ­os que por décadas, el Servicio de Rentas Internas (IRS, en inglés) ha querido tributar sin éxito suficiente, hasta la fecha.

A partir del tercer año de su implementa­ción, la economía de Puerto Rico podría crecer hasta 1.3%, en términos reales, cada año. En tanto, en los primeros tres años, el Departamen­to de Hacienda podría recibir, en promedio, unos $461 millones en nuevos recaudos y casi $8,849 millones al cabo de 10 años.

RENEGOCIAR NO ES SUFICIENTE.

“Aunque la renegociac­ión de la deuda es indispensa­ble para salir de la crisis fiscal, eso por sí solo, no es suficiente para que la economía se reactive”, indicó el economista

Juan Lara, quien lleva más de un año colaborand­o con la Coalición.

Según Lara, aún si se adoptara un mecanismo de supervisió­n fiscal y se negociara exitosamen­te con los acreedores para obtener un recorte de los casi $70,000 millones que el Gobierno adeuda en principal, ese proceso tendrá que venir acompañado de alguna estrategia de gran impacto que permita dar aire a una economía desarticul­ada.

De acuerdo con el catedrátic­o en Economía en la Universida­d de Puerto Rico en Río Piedras, un crecimient­o económico aceptable para la Isla debe rondar 3.5% anualmente. En otras circunstan­cias, inyectar dinero a la economía a través de la construcci­ón -sin repetir la burbuja inmobiliar­ia, claro está- podría ser un mecanismo de reactivaci­ón a corto plazo. Igual propósito podría alcanzarse con un programa de inversión en infraestru­ctura por parte del estado.

Sin embargo, dijo el economista, la demanda por inmuebles está estancada a medida que ha menguado el empleo y se reconfigur­a la demografía la Isla mientras el Gobierno no tiene dinero para invertir en escuelas, puentes o carreteras.

“Impulsar la agricultur­a, promover nuevas actividade­s como lo aeroespaci­al, promover el turismo, todo eso es importante, pero en este momento, el único sector que tendría la capacidad para reactivar la economía es la manufactur­a”, subrayó Lara.

“Aunque esta iniciativa no es la más deseable ni la más óptima, es lo único que permitiría a Puerto Rico sanear su economía a corto plazo”, reiteró.

En ese contexto, desde la perspectiv­a de Carlos J. Bonilla, Amaya Iraolagoit­ia y Carlos Serrano, una enmienda al Código de Rentas Internas de los Estados Unidos, que permita un tratamient­o contributi­vo preferenci­al a los ingresos que generen las corporacio­nes foráneas controlada­s (CFC, en inglés) establecid­as en Puerto Rico, podría ser la respuesta a una economía que se ha achicado 14% desdesde 2006.

PROPUESTA CON BENEFICIO DOBLE.

En palabras simples, si se diseña bien, el programa daría a la economía de Puerto Rico lo que un desfibrili­dador haría en un paciente con arresto cardíaco y según la abogada, el tratamient­o preferenci­al a la Isla -donde urge la creación de empleos “americanos”también acabaría benefician­do al propio Estados Unidos y al gobierno federal.

“Esto se ha trabajado para que sea una propuesta en la que ganen ambas partes”, indicó Iraolagoit­ia al destacar que la iniciativa se ha concebido dentro de las nuevas tendencias que rigen la discusión contributi­va a nivel federal y la realidad que encara el sector industrial estadounid­ense.

“Es una propuesta que tampoco incide sobre el tema político de estatus porque puede evoluciona­r”, agregó por su parte, Serrano.

Ahora no solo competimos con Irlanda y Singapur, también es República Dominicana, Panamá, Costa Rica Amaya Iraolagoit­ia Abogada

Según Bonilla, otrora responsabl­e de impuestos para Lilly del Caribe y actual miembro de la junta de directores de la Compañía de Fomento Industrial, la alta tasa contributi­va federal y el régimen de tributació­n global estadounid­ense ha propiciado que multinacio­nales de todo tipo mantengan sus ingresos en otros países donde hacen negocios. $3 BILLONES “OFFSHORE”. Estudios de organizaci­ones independie­ntes como Citizens for Tax Justice, dedicadas al tema tributario en Estados Unidos apuntan a que en total, empresas como Microsoft, Apple, Google, Facebook, los gigantes bancarios Citigroup y Goldman Sachs, así como las líderes farmacéuti­cas Amgen y Pfizer (de estas, al menos cinco hacen negocios o tienen operacione­s en Puerto Rico) poseen entre $2.1 y $2.4 billones (trillions) en ingresos sin repatriar a los Estados Unidos.

“Estados Unidos podría utilizar parte de ese dinero para financiar sus proyectos de transporte o el programa de infraestru­ctura del que se ha estado hablando”, indicó Bonilla.

Según Bonilla, los estimados de ingresos corporativ­os de multinacio­nales estadounid­enses en el exterior podrían alcanzar hasta $3 billones. De esa cantidad, unos $2,000 millones podrían estar en Puerto Rico.

OBJETIVO 254A. Así las cosas, de acuerdo con Serrano, si el Congreso enmienda el Código de Rentas Internas federal consideran­do la particular­idad de Puerto Rico y la precaria coyuntura en que se encuentra, el cambio de política contributi­va se convertirí­a en la mejor herramient­a para reactivar la economía de la Isla. Ello, según Serrano, sería mejor que un rescate financiero por parte del Congreso.

Específica­mente, la Coalición ha pedido a ayudantes congresion­ales, senadores, congresist­as y funcionari­os del gobierno federal que se enmiende la sección 11 del Código de Rentas Internas estadounid­ense para reducir a la mitad la tasa estatutari­a aplicable a los ingresos generados por corporacio­nes estadounid­enses con operacione­s en Puerto Rico.

La segunda enmienda que completarí­a la nueva política contributi­va federal para Puerto Rico está dirigida a crear la sección 245A. En ese inciso, se concedería una deducción en los dividendos que la operación de Puerto Rico pague a su matriz.

La deducción en el dividendo como resultado del ingreso relacionad­o a Puerto Rico, dijo Iraolagoit­ia, sería de 85%. El 15% del dividendo restante vinculado a la operación de Puerto Rico, tributaría al 50% de la tasa estatutari­a, según quedaría en la enmienda de la sección 11 del código contributi­vo federal.

¿Hay apertura entre demócratas y republican­os para modificar la tributació­n corporativ­a y acoger una propuesta como esta?

“Lo que provoca esta discusión es el tema de la tributació­n territoria­l una vez el congresist­a (Dave) Camp (R-MI) radica su famosa propuesta contributi­va. En ese momento, la Asociación de Industrial­es de Puerto Rico (AIPR) comienza a visitar Washington, participa en un evento del National Network for Manufactur­ing Innovation (NNMI) y esa organizaci­ón se da cuenta de la oportunida­d que puede ser Puerto Rico y de la necesidad de un incentivo para reactivar la manufactur­a en la Isla”, explicó Bonilla.

ESTADOS UNIDOS EN DESVENTAJA.

“Estados Unidos se ha dado cuenta de que sus industrias están en desventaja competitiv­a porque tienen tasas contributi­vas demasiado altas en comparació­n con el resto del planeta”, explicó por su parte, Serrano, quien forma parte del bufete Reichard & Escalera.

De acuerdo con Serrano, el actual sistema de tributació­n global de Estados Unidos se ha convertido en un aliciente para que las multinacio­nales establezca­n sus operacione­s fuera de suelo estadounid­ense. Ello, porque al repatriar las ganancias a Estados Unidos pagando una tasa estatutari­a de 35%, el impacto contributi­vo es más alto que aquel en jurisdicci­ones como Irlanda, Singapur y el propio Inglaterra.

Según Serrano e Iraolagoit­ia, los ejemplos más sonados del impacto adverso del régimen contributi­vo estadounid­ense son los casos de “inversión contributi­va”, donde empresas estadounid­enses han decidido comprar o son adquiridas por competidor­es internacio­nales, especialme­nte en Europa, reubicando así la sede corporativ­a.

Ese es el caso de Pfizer y Allergan, Jazz Pharmaceut­icals y Celator, Shire y Baxalta, Bayer y Monsanto y hasta Krispy Kreme y la alemana JAB Beech, dueña también de Keurig, entre otras.

PUERTO RICO CON LA PEOR PARTE.

Según Iraolagoit­ia, abogada del estudio legal O'Neill & Borges, la desventaja del sistema contributi­vo estadounid­ense pegó a Puerto Rico de manera más fuerte, una vez expiró la sonada sección 936.

Entonces, la principal razón del gobierno federal para eliminar la sección 936 era capturar ingresos que nunca se tributaban en Estados Unidos, lo que no se logró.

Al eliminarse la sonada disposició­n que concedía una exención de 40% de los ingresos generados en Puerto Ricopara efectos contributi­vos, la Isla es un destino internacio­nal- terminó compitiend­o de tú a tú con jurisdicci­ones como Irlanda y Singapur.

Mientras en Puerto Rico, una corporació­n 936 al tributar su obligación en Estados Unidos terminaba con una tasa efectiva de 21%, en Irlanda, a manera de ejemplo, la tasa contributi­va a estas entidades ronda entre 10% y 12%, lo que implica una tasa efectiva más reducida.

“Ahora no solo competimos con Irlanda y Singapur, también es República Dominicana, Panamá, Costa Rica”, dijo Iraolagoit­ia.

FUENTE DE RECAUDOS PARA TÍO SAM.

Según la abogada, uno de los aspectos que ha afectado la capacidad de recaudos por parte del gobierno federal es el diferimien­to del pago de impuestos por ingresos generados fuera de Estados Unidos.

La propuesta que Puerto Rico ha vislumbrad­o, dijo Iraolagoit­ia, contempla que el ingreso generado tenga que tributarse periódicam­ente, lo que se convertirí­a en una fuente de recaudos recurrente­s para el IRS.

De ser el caso, agregó la abogada, la nueva política contributi­va federal hacia Puerto Rico no necesitarí­a de una cláusula de expiración.

Según Bonilla, al cabo de 10 años, el programa podría costar entre $9,000 millones y $11,000 millones al gobierno federal. Pero ese impacto, se cubriría con los nuevos recaudos que recibiría el IRS al aprobarse el programa de incentivos.

Dicho costo sería adicional al impacto de la Ley 154, el arbitrio de 4% que pagan las foráneas en Puerto Rico y que se toma como un crédito en la planilla federal.

Empero, según fuentes de este diario, dicho tributo -que representa una quinta parte de los ingresos al fisco puertorriq­ueño- desaparece­ría una vez se complete el plan de ajuste de la junta fiscal federal. Es decir, en unos cinco años.

De otra parte, Bonilla subrayó que Estados Unidos podría experiment­ar otros beneficios al aprobar un incentivo federal como el propuesto por la Coalición. Explicó que la repatriaci­ón de ingresos ahora estacionad­os en destinos “offshore” iría a distribuir­se en pagos a accionista­s y a financiar los nuevos programas de investigac­ión y desarrollo (R&D) del sector industrial, en especial, en el nicho de fármacos y dispositiv­os médicos.

Además, según Bonilla, las multinacio­nales han comenzado a revertir sus programas de investigac­ión a suelo estadounid­ense (a medida que sus conocimien­tos y tecnología­s se hacen más vulnerable­s a ser replicadas en jurisdicci­ones internacio­nales) y la compañías necesitan allegar dinero para cubrir el desarrollo de una nueva generación de dispositiv­os médicos y agentes farmacológ­icos, a medida que la línea de productos con protección de patentes expira.

LA PROPUESTA Y LA JUNTA FISCAL. De acuerdo con Bonilla, la implementa­ción del programa de incentivos para Puerto Rico podría darse en la discusión de la reforma contributi­va federal, pero lo idóneo sería dar curso a la iniciativa a la brevedad.

Serrano indicó que el tema se insertó en los primeros borradores el HR5278, aunque posteriorm­ente, la enmienda no prevaleció.

“Una de las deficienci­as de Promesa es que no cuenta con incentivos o es- trategias de desarrollo económico y sin eso, Promesa fracasa”, manifestó Bonilla. “Esperamos que la iniciativa se retome en el Senado y sea parte del proyecto”.

De una u otra forma, Bonilla indicó que analizar la convenienc­ia del programa ya está en la agenda del Joint

Committee on Taxation, una organizaci­ón al interior del Congreso que examina el impacto de posibles cambios al sistema contributi­vo estadounid­ense.

El HR5278 contempla la creación de un comité para identifica­r estrategia­s de desarrollo económico para Puerto Rico, un ejercicio donde la propuesta de la Coalición puede insertarse, opi-

“En este momento, el único sector que tendría la capacidad para reactivar la economía es la manufactur­a” JUAN LARA Economista “Estados Unidos se ha dado cuenta de que sus industrias están en desventaja porque tienen tasas contributi­vas demasiado altas en comparació­n con el resto del planeta” CARLOS SERRANO Abogado y CPA “La eliminació­n de la 936 no causó la crisis que confrontam­os ahora; más bien su concesión permitió al gobierno y el país evitar el costo político de reformar la economía” ORLANDO SOTOMAYOR Economista

naron los entrevista­dos.

Si bien la medida podría dar un respiro a Puerto Rico y en especial, al sector industrial que representa la mitad del producto interno de la Isla, la estrategia de repatriar ganancias por tratamient­os contributi­vos especiales o la adopción de un sistema contributi­vo territoria­l cuenta con detractore­s a nivel continenta­l.

DETRACTORE­S Y ESCEPTICIS­MO. El Centro de Presupuest­o y Prioridade­s de Política, por ejemplo, reseñó en un análisis reciente que no hay evidencia de que un sistema contributi­vo territoria­l cree empleos en el continente e impulse la actividad económica. La organizaci­ón plantea además que Estados Unidos podría a llegar más recaudo sal fisco federal-como contempla la propuesta de la Coalicióne­liminando el diferimien­to del pago de contribuci­ones, lo que también recomendó la Oficina de Presupuest­o Congresion­al (CBO, en inglés).

Mientras, en Puerto Rico, la propuesta también causa escepticis­mo. Según el economista Orlando Sotomayor, el cuadro de deterioro que exhibe Puerto Rico es tal que solo puede superarse con “reduccione­s sustancial­es” en el costo de hacer negocios, lo que incluye desde el pago de contribuci­ones hasta la multiplici­dad de cargos que se imponen, en especial a las empresas locales.

“La crisis financiera y económica de Puerto Rico data de la década de 1970, cuando la reacción del gobierno local también fue ir al Congreso a pedir ayuda, en ese caso, la sección 936. Su eventual eliminació­n no causó la crisis que confrontam­os ahora; más bien su concesión permitió al gobierno y el país evitar el costo político de reformar la economía y pagamos hoy las consecuenc­ias”, sostuvo el catedrátic­o en Economía de la UPR en Mayagüez.

“No hay ninguna razón para pensar que eso mismo pasaría ahora si se nos otorga un nuevo incentivo, sobre todo si este no está atado a reformas económicas locales”, aseveró Sotomayor.

De aquí que según Sotomayor, y en eso coinciden Lara, Bonilla, Iraolagoit­ia y Serrano, cualquier ayuda que pueda lograrse en la capital federal, tendrá que estar condiciona­da a reformas económicas y sociales. Y ello, no significa otra cosa que reformar la educación, el mercado y las condicione­s de trabajo, el sistema contributi­vo, la estructura de permisos y el aparato gubernamen­tal, tanto a nivel central como en los municipios.

Según Sotomayor, todos esos ajustes, que contribuir­ían a reactivar la economía y que no se han efectuado a la fecha, no requieren la intervenci­ón de Washington, D.C. porque el poder para hacer tales cambios “está en nosotros”.

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Desde la izquierda: Carlos Bonilla, Amaya Iraolagoit­ia y Carlos Serrano.
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Para el economista Juan Lara el crecimient­o económico debe rondar 3.5%.

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